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Columnista - 10 agosto, 2017

La salud, la cenicienta de Colombia

Definitivamente la cenicienta de Colombia es la salud, por ende, a los pacientes, a los profesionales y demás trabajadores del sector salud los tratan sin ninguna consideración y, en consecuencia, no cesan las interposiciones de tutelas por la falta de atención a los enfermos y por la negación de los servicios para la recuperación o mejoramiento […]

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Definitivamente la cenicienta de Colombia es la salud, por ende, a los pacientes, a los profesionales y demás trabajadores del sector salud los tratan sin ninguna consideración y, en consecuencia, no cesan las interposiciones de tutelas por la falta de atención a los enfermos y por la negación de los servicios para la recuperación o mejoramiento de la salud.

Personalmente, estaba convencido de que en la recomposición del gabinete ministerial anunciado por el presidente JM Santos, el ministro de Salud y Protección Social, Alejandro Gaviria Uribe, sería uno de los reemplazados, teniendo en cuenta la enfermedad que padece; sin embargo, sigue administrando tan importante cartera a pesar de las limitaciones que le produce el tratamiento estricto que debe cumplir para curarse plenamente.

Sabemos que el presidente JM Santos fue operado por cáncer incipiente de próstata y continúa en el ejercicio de sus funciones con controles periódicos como monitoreo del estado de su salud. Por tanto, opino que el Ministro en mención debió retirarse voluntariamente de su cargo, porque el tratamiento con quimioterapia periódica contra el linfoma no Hodgkin diagnosticado, aunque en etapa temprana, requiere de óptimos cuidados que conllevan a limitación laboral.

Lo censurable es que, tanto el Presidente  como el Ministro, han ignorado que la administración del sistema de salud exige máxima dedicación, para poder colmar la expectativa de millones de colombianos, la mayoría de ellos pobres que diariamente buscan solución a sus problemas de salud y otra gran cantidad reclama el pago justo y a tiempo por los servicios prestados en procura del mejoramiento de la  salud de sus compatriotas.

Entre estos últimos están los médicos y gran parte de los propietarios de las IPS, quienes son explotados con tarifas paupérrimas impuestas por las EPS con el beneplácito del gobierno, cuyos funcionarios en complicidad con políticos arribistas se quedan con una porción considerable de los más de 20 billones del presupuesto anual destinado para la atención de la salud.

Los médicos para especializarse tienen que gastarse sus patrimonios o recurrir a la ayuda de sus cónyuges, padres y a préstamos de toda índole, algunos se especializan en el exterior, otros en el país entre 3 y 5 años sin salarios, trabajando largas jornadas en los hospitales de formación, donde pagan matriculas de 30 y 40 millones de pesos anuales. Ya es vox populi que en algunas universidades cobran hasta más de 50 millones por cupos de especialización y nadie lo controla.

En consecuencia, la atención de la salud se ha convertido en un negocio en el cual nadie tiene escrúpulos y en el que la dirigencia política, los funcionarios del Estado y los empresarios intermediarios son los más gananciosos, en cambio los trabajadores en pro de la salud y los enfermos son los más perjudicados. Los médicos y enfermeras son los que reciben los insultos de los pacientes y familiares inconformes.

En vista de que a nadie le importa las protestas callejeras de los médicos con batas blancas, desesperados por la difícil situación, están convocando a todos los inconformes por el mal funcionamiento del sistema de salud, a una marcha nacional en batas negras con calaveras y esqueletos humanos pintados en la espalda.

Por José Romero Churio

Columnista
10 agosto, 2017

La salud, la cenicienta de Colombia

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Romero Churio

Definitivamente la cenicienta de Colombia es la salud, por ende, a los pacientes, a los profesionales y demás trabajadores del sector salud los tratan sin ninguna consideración y, en consecuencia, no cesan las interposiciones de tutelas por la falta de atención a los enfermos y por la negación de los servicios para la recuperación o mejoramiento […]


Definitivamente la cenicienta de Colombia es la salud, por ende, a los pacientes, a los profesionales y demás trabajadores del sector salud los tratan sin ninguna consideración y, en consecuencia, no cesan las interposiciones de tutelas por la falta de atención a los enfermos y por la negación de los servicios para la recuperación o mejoramiento de la salud.

Personalmente, estaba convencido de que en la recomposición del gabinete ministerial anunciado por el presidente JM Santos, el ministro de Salud y Protección Social, Alejandro Gaviria Uribe, sería uno de los reemplazados, teniendo en cuenta la enfermedad que padece; sin embargo, sigue administrando tan importante cartera a pesar de las limitaciones que le produce el tratamiento estricto que debe cumplir para curarse plenamente.

Sabemos que el presidente JM Santos fue operado por cáncer incipiente de próstata y continúa en el ejercicio de sus funciones con controles periódicos como monitoreo del estado de su salud. Por tanto, opino que el Ministro en mención debió retirarse voluntariamente de su cargo, porque el tratamiento con quimioterapia periódica contra el linfoma no Hodgkin diagnosticado, aunque en etapa temprana, requiere de óptimos cuidados que conllevan a limitación laboral.

Lo censurable es que, tanto el Presidente  como el Ministro, han ignorado que la administración del sistema de salud exige máxima dedicación, para poder colmar la expectativa de millones de colombianos, la mayoría de ellos pobres que diariamente buscan solución a sus problemas de salud y otra gran cantidad reclama el pago justo y a tiempo por los servicios prestados en procura del mejoramiento de la  salud de sus compatriotas.

Entre estos últimos están los médicos y gran parte de los propietarios de las IPS, quienes son explotados con tarifas paupérrimas impuestas por las EPS con el beneplácito del gobierno, cuyos funcionarios en complicidad con políticos arribistas se quedan con una porción considerable de los más de 20 billones del presupuesto anual destinado para la atención de la salud.

Los médicos para especializarse tienen que gastarse sus patrimonios o recurrir a la ayuda de sus cónyuges, padres y a préstamos de toda índole, algunos se especializan en el exterior, otros en el país entre 3 y 5 años sin salarios, trabajando largas jornadas en los hospitales de formación, donde pagan matriculas de 30 y 40 millones de pesos anuales. Ya es vox populi que en algunas universidades cobran hasta más de 50 millones por cupos de especialización y nadie lo controla.

En consecuencia, la atención de la salud se ha convertido en un negocio en el cual nadie tiene escrúpulos y en el que la dirigencia política, los funcionarios del Estado y los empresarios intermediarios son los más gananciosos, en cambio los trabajadores en pro de la salud y los enfermos son los más perjudicados. Los médicos y enfermeras son los que reciben los insultos de los pacientes y familiares inconformes.

En vista de que a nadie le importa las protestas callejeras de los médicos con batas blancas, desesperados por la difícil situación, están convocando a todos los inconformes por el mal funcionamiento del sistema de salud, a una marcha nacional en batas negras con calaveras y esqueletos humanos pintados en la espalda.

Por José Romero Churio