‘Haz el bien y no mires a quien’, esta ha sido la premisa de los seres bondadosos, aquellos que sin miramientos y sin esperar nada a cambio abren su corazón y lo entregan de manera especial.
La paz espiritual nos trae salud mental, el estar tranquilos con la conciencia es algo significativo que nos permite movernos de manera especial por diferentes sectores: en los espacios laborales, en el hogar, en el campo social, el compartir de manera significativa, es decir de buena forma, con las personas que nos rodean esto es de verdad reconfortante.
‘Haz el bien y no mires a quien’, esta ha sido la premisa de los seres bondadosos, aquellos que sin miramientos y sin esperar nada a cambio abren su corazón y lo entregan de manera especial.
Pero de igual forma debemos recordar el respeto, el principio del equilibrio, ese tema de gran transcendencia en el que esperamos que las cosas funcionen en doble sentido; toda vez, que no pretendamos hacer con otro lo que no nos gusta que nos hagan.
“La vida humana tiene necesidad de amor. ¿Y cuál es el amor auténtico? El que Cristo ha mostrado, es decir, la misericordia.
El amor del cual no podemos prescindir es aquel que acoge al que nos ha hecho mal.
Nadie de nosotros puede sobrevivir sin misericordia, todos tenemos necesidad del perdón.
Por lo tanto, si matar significa destruir, suprimir, eliminar a alguien, entonces ‘no matarás’ significa cuidar, valorar, incluir y perdonar”. Recojo estas palabras del papa Francisco.
Y lo hago con el fin de darle identidad a mi comentario, el poder sustentar de manera especial la crisis social que padecemos hace tanto tiempo.
No esperemos respeto si transgredimos este principio permanentemente con los demás. Nos burlamos del prójimo; buscamos sacarle provecho al mínimo detalle y a las dudas y deficiencias de los menos favorecidos.
‘La malicia indígena’, es una política del más vivo, no entiendo por qué nos importa más el sacarle provecho a la desgracia ajena y lucrarnos de ello, que poder abrir la mano y ser generoso con el que lo necesita.
Los mandamientos se han convertido en una referencia para algunos, para otros eso vale nada; en algunos casos la gente ni siquiera se los sabe, otros pocos ni los recuerda, pero queda de todas maneras la idea de lo lícito y lo ilícito.
Vale la pena, que cada uno de nosotros, los que por amor a Dios nos mostramos temerosos de sus designios, hagamos un alto en el camino y no caigamos en el maquiavélico plan de los que creen que afrentar al prójimo no contraviene las leyes del todopoderoso; hagamos el bien, portémonos de manera especial: por amor a tu hermano, a tus hijos; a los padres, ser ejemplo hoy por hoy es una odisea, pero vale la pena; hasta en las cosas más sencillas vale la pena ser ejemplo.
“¿Qué es lo que pretende Jesús extendiendo hasta ese punto el ámbito del Quinto Mandamiento?”, preguntó el Pontífice. “El hombre tiene una vida noble, muy sensible, y posee un ‘yo’ recóndito no menos importante de su ser físico”.
De hecho, advirtió que “para ofender la inocencia de un niño basta con una frase inoportuna. Para herir a una mujer puede bastar un gesto de frialdad. Para destrozar el corazón de un joven es suficiente negarle la confianza. Para aniquilar a un hombre basta con ignorarlo”.
De eso ya tenemos bastante y nos sobra, vamos a portarnos bien, eso nos es caro, la mayoría de las veces es gratis. Intentémoslo. Sólo Eso
‘Haz el bien y no mires a quien’, esta ha sido la premisa de los seres bondadosos, aquellos que sin miramientos y sin esperar nada a cambio abren su corazón y lo entregan de manera especial.
La paz espiritual nos trae salud mental, el estar tranquilos con la conciencia es algo significativo que nos permite movernos de manera especial por diferentes sectores: en los espacios laborales, en el hogar, en el campo social, el compartir de manera significativa, es decir de buena forma, con las personas que nos rodean esto es de verdad reconfortante.
‘Haz el bien y no mires a quien’, esta ha sido la premisa de los seres bondadosos, aquellos que sin miramientos y sin esperar nada a cambio abren su corazón y lo entregan de manera especial.
Pero de igual forma debemos recordar el respeto, el principio del equilibrio, ese tema de gran transcendencia en el que esperamos que las cosas funcionen en doble sentido; toda vez, que no pretendamos hacer con otro lo que no nos gusta que nos hagan.
“La vida humana tiene necesidad de amor. ¿Y cuál es el amor auténtico? El que Cristo ha mostrado, es decir, la misericordia.
El amor del cual no podemos prescindir es aquel que acoge al que nos ha hecho mal.
Nadie de nosotros puede sobrevivir sin misericordia, todos tenemos necesidad del perdón.
Por lo tanto, si matar significa destruir, suprimir, eliminar a alguien, entonces ‘no matarás’ significa cuidar, valorar, incluir y perdonar”. Recojo estas palabras del papa Francisco.
Y lo hago con el fin de darle identidad a mi comentario, el poder sustentar de manera especial la crisis social que padecemos hace tanto tiempo.
No esperemos respeto si transgredimos este principio permanentemente con los demás. Nos burlamos del prójimo; buscamos sacarle provecho al mínimo detalle y a las dudas y deficiencias de los menos favorecidos.
‘La malicia indígena’, es una política del más vivo, no entiendo por qué nos importa más el sacarle provecho a la desgracia ajena y lucrarnos de ello, que poder abrir la mano y ser generoso con el que lo necesita.
Los mandamientos se han convertido en una referencia para algunos, para otros eso vale nada; en algunos casos la gente ni siquiera se los sabe, otros pocos ni los recuerda, pero queda de todas maneras la idea de lo lícito y lo ilícito.
Vale la pena, que cada uno de nosotros, los que por amor a Dios nos mostramos temerosos de sus designios, hagamos un alto en el camino y no caigamos en el maquiavélico plan de los que creen que afrentar al prójimo no contraviene las leyes del todopoderoso; hagamos el bien, portémonos de manera especial: por amor a tu hermano, a tus hijos; a los padres, ser ejemplo hoy por hoy es una odisea, pero vale la pena; hasta en las cosas más sencillas vale la pena ser ejemplo.
“¿Qué es lo que pretende Jesús extendiendo hasta ese punto el ámbito del Quinto Mandamiento?”, preguntó el Pontífice. “El hombre tiene una vida noble, muy sensible, y posee un ‘yo’ recóndito no menos importante de su ser físico”.
De hecho, advirtió que “para ofender la inocencia de un niño basta con una frase inoportuna. Para herir a una mujer puede bastar un gesto de frialdad. Para destrozar el corazón de un joven es suficiente negarle la confianza. Para aniquilar a un hombre basta con ignorarlo”.
De eso ya tenemos bastante y nos sobra, vamos a portarnos bien, eso nos es caro, la mayoría de las veces es gratis. Intentémoslo. Sólo Eso