Los acontecimientos de las últimas semanas me recuerdan una frase muy célebre de W. Chirchill, dirigida a un político opositor, pusilánime y enemigo de la guerra: “Se le dio la posibilidad de elegir entre la guerra y el deshonor. Usted escogió el deshonor y tendrá la guerra”.
En 1939 Alemania invadió a Polonia, dando inicio a la segunda guerra mundial, el peor conflicto de la historia humana. Hitler, gestor de esta guerra, logró en pocos años restaurar la gloria de una nación vencida y postrada, poniendo su economía al servicio de la guerra. Traigo a colación este período tan impactante de la historia, solo para analizar algunas coincidencias con el momento bélico actual.
Durante su ascenso al poder, Hitler eliminó a todos sus opositores: políticos, sectores de la prensa, judíos, comunistas, etc. Putin ha exterminado gran parte de sus opositores con tres fórmulas muy eficientes: muerte, cárcel y destierro. Por otra parte, el primer golpe dado por Hitler, no fue la invasión de Polonia, en 1936 se había anexionado algunas regiones del río Rin que pertenecían a Francia y en 1938 se había incorporado a Austria. Las naciones que debían actuar de manera enérgica como represalia a estas acciones, solo protestaron tímidamente: Inglaterra liderada por Chamberlain y Francia por Daladier, dos personajes débiles, e incapaces para enfrentar a un poderoso y envalentonado Führer, amo absoluto de Alemania. Durante la invasión y anexión de la península de Crimea en 2014, arrebatada a Ucrania por parte de Rusia, el mundo apenas protestó.
Hitler, de la mano de su canciller, Ribbentrop, firmó acuerdos estratégicos con otras naciones que le permitieron consolidar alianzas militares o tratados de no agresión, como los pactos con Italia, Rumania, Japón y Rusia, entre otros. Putin lleva años interviniendo en la geopolítica mundial, apoyando regímenes como los de Corea del Norte, Venezuela, Nicaragua, Siria, etc. Igualmente fortalece sus lazos con China, la nueva súper potencia económica y militar del siglo XXI.
Mientras Hitler fortalecía a Alemania militarmente, convirtiéndola en potencia mundial de primer orden en pocos años, sus potenciales enemigos se paralizaron, pensando con el deseo, que el Führer se contentaría con unos miles de kilómetros cuadrados más. Craso error. La personalidad fuerte y brutal de Hitler inspiraba terror. En la actual guerra, Europa y Estados Unidos no han facilitado ni un fósforo a Ucrania. Las fórmulas para disuadir a Putin han sido la diplomacia y las sanciones económicas, que aunque pueden tener alcances a mediano y largo plazo, no impactarán en el resultado inmediato de la guerra. Rusia lleva más de una década fortaleciendo su arsenal militar, exhibiendo armas poderosísimas, mientras que occidente apenas se da por enterado. Como suplemento perfecto, Putin patrocina un poderoso ejército de jáquers, capaces de enfrentar guerras cibernéticas mejor que nadie.
Los acontecimientos de las últimas semanas me recuerdan una frase muy célebre de W. Chirchill, dirigida a un político opositor, pusilánime y enemigo de la guerra: “Se le dio la posibilidad de elegir entre la guerra y el deshonor. Usted escogió el deshonor y tendrá la guerra”.
Los acontecimientos de las últimas semanas me recuerdan una frase muy célebre de W. Chirchill, dirigida a un político opositor, pusilánime y enemigo de la guerra: “Se le dio la posibilidad de elegir entre la guerra y el deshonor. Usted escogió el deshonor y tendrá la guerra”.
En 1939 Alemania invadió a Polonia, dando inicio a la segunda guerra mundial, el peor conflicto de la historia humana. Hitler, gestor de esta guerra, logró en pocos años restaurar la gloria de una nación vencida y postrada, poniendo su economía al servicio de la guerra. Traigo a colación este período tan impactante de la historia, solo para analizar algunas coincidencias con el momento bélico actual.
Durante su ascenso al poder, Hitler eliminó a todos sus opositores: políticos, sectores de la prensa, judíos, comunistas, etc. Putin ha exterminado gran parte de sus opositores con tres fórmulas muy eficientes: muerte, cárcel y destierro. Por otra parte, el primer golpe dado por Hitler, no fue la invasión de Polonia, en 1936 se había anexionado algunas regiones del río Rin que pertenecían a Francia y en 1938 se había incorporado a Austria. Las naciones que debían actuar de manera enérgica como represalia a estas acciones, solo protestaron tímidamente: Inglaterra liderada por Chamberlain y Francia por Daladier, dos personajes débiles, e incapaces para enfrentar a un poderoso y envalentonado Führer, amo absoluto de Alemania. Durante la invasión y anexión de la península de Crimea en 2014, arrebatada a Ucrania por parte de Rusia, el mundo apenas protestó.
Hitler, de la mano de su canciller, Ribbentrop, firmó acuerdos estratégicos con otras naciones que le permitieron consolidar alianzas militares o tratados de no agresión, como los pactos con Italia, Rumania, Japón y Rusia, entre otros. Putin lleva años interviniendo en la geopolítica mundial, apoyando regímenes como los de Corea del Norte, Venezuela, Nicaragua, Siria, etc. Igualmente fortalece sus lazos con China, la nueva súper potencia económica y militar del siglo XXI.
Mientras Hitler fortalecía a Alemania militarmente, convirtiéndola en potencia mundial de primer orden en pocos años, sus potenciales enemigos se paralizaron, pensando con el deseo, que el Führer se contentaría con unos miles de kilómetros cuadrados más. Craso error. La personalidad fuerte y brutal de Hitler inspiraba terror. En la actual guerra, Europa y Estados Unidos no han facilitado ni un fósforo a Ucrania. Las fórmulas para disuadir a Putin han sido la diplomacia y las sanciones económicas, que aunque pueden tener alcances a mediano y largo plazo, no impactarán en el resultado inmediato de la guerra. Rusia lleva más de una década fortaleciendo su arsenal militar, exhibiendo armas poderosísimas, mientras que occidente apenas se da por enterado. Como suplemento perfecto, Putin patrocina un poderoso ejército de jáquers, capaces de enfrentar guerras cibernéticas mejor que nadie.
Los acontecimientos de las últimas semanas me recuerdan una frase muy célebre de W. Chirchill, dirigida a un político opositor, pusilánime y enemigo de la guerra: “Se le dio la posibilidad de elegir entre la guerra y el deshonor. Usted escogió el deshonor y tendrá la guerra”.