La gobernabilidad pierde su esencia cuando de manera consciente no se atienden los compromisos y suplen las necesidades de la comunidad, por aquellos que fueron elegidos para tal fin; se desdibuja la verdadera funcionalidad de los que por voluntad del pueblo se escogieron con ese objetivo. Allí es cuando nace el inconformismo, nada nos parece […]
La gobernabilidad pierde su esencia cuando de manera consciente no se atienden los compromisos y suplen las necesidades de la comunidad, por aquellos que fueron elegidos para tal fin; se desdibuja la verdadera funcionalidad de los que por voluntad del pueblo se escogieron con ese objetivo. Allí es cuando nace el inconformismo, nada nos parece bien, si es concreto es malo; si se invierte en lo social igual malo, allí la plata no se ve y es más fácil ocultar la corrupción. Los dirigentes son malos desde el momento mismo que son elegidos, a eso nos hemos sometido. En fin, palo porque boga, palo porque no boga. Cada quien jala para su lado; imposible complacer a todos. Por eso, al reflexionar en este tema, tuvimos una Semana Santa de recogimiento para ello, es necesario que nos evaluemos cada uno de manera muy responsable, hagamos un alto en nuestro accionar y preguntémonos ¿Qué estoy haciendo para cambiar? ¿Es mi aporte suficiente? El balance de cada uno, depende de lo honesto que podamos ser, eres tú y tu conciencia. Por ello a quien más debemos exigirle cambio es a nuestro propio sentir y accionar, a nosotros mismos. ¿Quieres transformar el mundo? Comienza por ti. ¿Quieres liderar grandes gestas? Inicia por cosas pequeñas. Imposible cambiar a los demás si no miramos nuestro interior. Aportemos pequeños cambios y revolucionemos el mundo. Trabajemos en función de hacer algo positivo cada día. La revolución de las pequeñas cosas, comienza cuando respetamos al vecino; cuando somos ejemplo de actos buenos. Cuando respetamos un pare y un semáforo en rojo. Cuando respetamos una fila. No es fácil, sobre todo cuando impera la anarquía y la ley del más vivo. Quien más saliva tiene más harina traga. Es penoso poner de moda la famosa malicia indígena si se trata de hacer alusión a lo vivo y aventajados que solemos ser, sacándole provecho individual a lo mínimo. Somos responsables en gran medida de lo que está viviendo nuestra sociedad, la crisis moral por la que atravesamos hoy; importa poco acabar con la vida de alguien, por robar un celular le quitan la vida a un joven, por oponerse a que le roben actúan contra ancianos y niños. Se prostituye a la juventud, se convierte en adictos drogadictos a niños y niñas. Cada día es peor, por culpa de la crisis moral y por la miopía en la que vivimos. Además de la amnesia que soporta año tras año a los mismos corruptos y a los politiqueros que tanto daño le hacen a nuestra sociedad. Empecemos ya, la revolución de las pequeñas cosas, no mañana, ni la otra semana. El servicio al cambio puede iniciar en cualquier momento. No tiene reglas, solo una premisa: haz el bien sin mirar a quien. Actúa. Sólo Eso.
La gobernabilidad pierde su esencia cuando de manera consciente no se atienden los compromisos y suplen las necesidades de la comunidad, por aquellos que fueron elegidos para tal fin; se desdibuja la verdadera funcionalidad de los que por voluntad del pueblo se escogieron con ese objetivo. Allí es cuando nace el inconformismo, nada nos parece […]
La gobernabilidad pierde su esencia cuando de manera consciente no se atienden los compromisos y suplen las necesidades de la comunidad, por aquellos que fueron elegidos para tal fin; se desdibuja la verdadera funcionalidad de los que por voluntad del pueblo se escogieron con ese objetivo. Allí es cuando nace el inconformismo, nada nos parece bien, si es concreto es malo; si se invierte en lo social igual malo, allí la plata no se ve y es más fácil ocultar la corrupción. Los dirigentes son malos desde el momento mismo que son elegidos, a eso nos hemos sometido. En fin, palo porque boga, palo porque no boga. Cada quien jala para su lado; imposible complacer a todos. Por eso, al reflexionar en este tema, tuvimos una Semana Santa de recogimiento para ello, es necesario que nos evaluemos cada uno de manera muy responsable, hagamos un alto en nuestro accionar y preguntémonos ¿Qué estoy haciendo para cambiar? ¿Es mi aporte suficiente? El balance de cada uno, depende de lo honesto que podamos ser, eres tú y tu conciencia. Por ello a quien más debemos exigirle cambio es a nuestro propio sentir y accionar, a nosotros mismos. ¿Quieres transformar el mundo? Comienza por ti. ¿Quieres liderar grandes gestas? Inicia por cosas pequeñas. Imposible cambiar a los demás si no miramos nuestro interior. Aportemos pequeños cambios y revolucionemos el mundo. Trabajemos en función de hacer algo positivo cada día. La revolución de las pequeñas cosas, comienza cuando respetamos al vecino; cuando somos ejemplo de actos buenos. Cuando respetamos un pare y un semáforo en rojo. Cuando respetamos una fila. No es fácil, sobre todo cuando impera la anarquía y la ley del más vivo. Quien más saliva tiene más harina traga. Es penoso poner de moda la famosa malicia indígena si se trata de hacer alusión a lo vivo y aventajados que solemos ser, sacándole provecho individual a lo mínimo. Somos responsables en gran medida de lo que está viviendo nuestra sociedad, la crisis moral por la que atravesamos hoy; importa poco acabar con la vida de alguien, por robar un celular le quitan la vida a un joven, por oponerse a que le roben actúan contra ancianos y niños. Se prostituye a la juventud, se convierte en adictos drogadictos a niños y niñas. Cada día es peor, por culpa de la crisis moral y por la miopía en la que vivimos. Además de la amnesia que soporta año tras año a los mismos corruptos y a los politiqueros que tanto daño le hacen a nuestra sociedad. Empecemos ya, la revolución de las pequeñas cosas, no mañana, ni la otra semana. El servicio al cambio puede iniciar en cualquier momento. No tiene reglas, solo una premisa: haz el bien sin mirar a quien. Actúa. Sólo Eso.