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Columnista - 8 junio, 2016

La resurrección de los paros

Aunque nuestro país históricamente se ha visto inmerso en distintas problemáticas que han dado lugar a la lucha de los sectores excluidos y deprimidos acudiendo a la vía de hecho más recurrente como lo son las protestas, los paros y las marchas, en el gobierno del presidente Santos estas manifestaciones de inconformidad no tienen precedentes, […]

Boton Wpp

Aunque nuestro país históricamente se ha visto inmerso en distintas problemáticas que han dado lugar a la lucha de los sectores excluidos y deprimidos acudiendo a la vía de hecho más recurrente como lo son las protestas, los paros y las marchas, en el gobierno del presidente Santos estas manifestaciones de inconformidad no tienen precedentes, ni en participación, ni intensidad ni en duración como pasó con el paro judicial que duró alrededor de 50 días. En realidad no sé qué pensar, cuál sea el motivo de estas protestas, sí es porque se han enfrentado con un gobierno permisivo y tolerante del derecho de disentir o por el contrario, se trata de un gobierno que le ha quedado mal a todo el mundo, incapaz de resolver de fondo los graves problemas que afectan el país.

Ahora, de lo que si estoy seguro es que en el gobierno de Álvaro Uribe se acabaron las marchas y los paros; pues nadie protestaba, no porque no existieran los motivos de inconformidad del pueblo o por falta de derechos, sino por físico miedo, los lectores juzguen las razones.

Por fortuna en este gobierno cesó la horrible noche para los sindicatos que hoy pueden salir a las calles libremente a gritar consignas y arengas de todo tipo, vale decir, en los gobiernos de Juan Manuel es notoria la resurrección de los paros, que tiempo atrás habían sido lapidados.

Con esto no quiero decir que esté de acuerdo con los paros y las protestas, aunque debo reconocer que muchas acciones de gobierno en cualquier país del mundo han nacido gracias a este tipo de iniciativas, que hoy son totalmente aceptadas y validadas desde el enfoque teórico del nacimiento de políticas públicas, siendo la presión o la rebelión los instrumentos válidos para negociar y lograr acuerdos en favor de ciertos sectores.

De esta manera, las protestas y movilizaciones que se vienen desplegando en todo el país en cabeza de los pequeños productores, son la expresión de la indignación de la crisis del campo colombiano; así mismo, los sucesivos paros de los maestros en la búsqueda de una mejora salarial; de igual manera han cesado actividades los funcionarios de la rama judicial buscando nivelación salarial; los empleados de los hospitales públicos por falta de pago de salarios; los camioneros buscando aumento en las tarifas de los fletes y seguridad en las carreteras; los taxistas ante el nacimiento de Uber y las foto multas en varias ciudades; las trabajadoras sexuales en la búsqueda de legalizar dicho trabajo y el aseguramiento en salud y seguridad social; la comunidad LGBTI en pro del matrimonio igualitario y la adopción de menores por parejas del mismo sexo; son todos muestra del inconformismo generalizado.

A todos estos se suma el paro indígena en curso, concentrado en su tradicional minga, reclamando por el incumplimiento del Estado de los acuerdos firmados con estas comunidades.

Pero quien lo creyera, como ya es normal protestar por todo en el país del Sagrado Corazón, ya comenzaron a salir a las calles otro tipo de agremiaciones, como el movimiento pro-canabico de Bucaramanga que se movilizó hace pocos días en una marcha denominada “carnaval por la marihuana”. Como van las cosas no nos sorprenda entonces la movilización que llegasen hacer los desempleados de este país en un plantón que perfectamente puede denominarse “el festival de los vagos”. En suma, la figura presidencial construida sobre una retórica pacifista ha escondido los temas sociales detrás del sacrificio para firmar la paz, dando lugar a todo tipo de inconformidad e iniciativas.

Columnista
8 junio, 2016

La resurrección de los paros

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Carlos Guillermo Ramirez

Aunque nuestro país históricamente se ha visto inmerso en distintas problemáticas que han dado lugar a la lucha de los sectores excluidos y deprimidos acudiendo a la vía de hecho más recurrente como lo son las protestas, los paros y las marchas, en el gobierno del presidente Santos estas manifestaciones de inconformidad no tienen precedentes, […]


Aunque nuestro país históricamente se ha visto inmerso en distintas problemáticas que han dado lugar a la lucha de los sectores excluidos y deprimidos acudiendo a la vía de hecho más recurrente como lo son las protestas, los paros y las marchas, en el gobierno del presidente Santos estas manifestaciones de inconformidad no tienen precedentes, ni en participación, ni intensidad ni en duración como pasó con el paro judicial que duró alrededor de 50 días. En realidad no sé qué pensar, cuál sea el motivo de estas protestas, sí es porque se han enfrentado con un gobierno permisivo y tolerante del derecho de disentir o por el contrario, se trata de un gobierno que le ha quedado mal a todo el mundo, incapaz de resolver de fondo los graves problemas que afectan el país.

Ahora, de lo que si estoy seguro es que en el gobierno de Álvaro Uribe se acabaron las marchas y los paros; pues nadie protestaba, no porque no existieran los motivos de inconformidad del pueblo o por falta de derechos, sino por físico miedo, los lectores juzguen las razones.

Por fortuna en este gobierno cesó la horrible noche para los sindicatos que hoy pueden salir a las calles libremente a gritar consignas y arengas de todo tipo, vale decir, en los gobiernos de Juan Manuel es notoria la resurrección de los paros, que tiempo atrás habían sido lapidados.

Con esto no quiero decir que esté de acuerdo con los paros y las protestas, aunque debo reconocer que muchas acciones de gobierno en cualquier país del mundo han nacido gracias a este tipo de iniciativas, que hoy son totalmente aceptadas y validadas desde el enfoque teórico del nacimiento de políticas públicas, siendo la presión o la rebelión los instrumentos válidos para negociar y lograr acuerdos en favor de ciertos sectores.

De esta manera, las protestas y movilizaciones que se vienen desplegando en todo el país en cabeza de los pequeños productores, son la expresión de la indignación de la crisis del campo colombiano; así mismo, los sucesivos paros de los maestros en la búsqueda de una mejora salarial; de igual manera han cesado actividades los funcionarios de la rama judicial buscando nivelación salarial; los empleados de los hospitales públicos por falta de pago de salarios; los camioneros buscando aumento en las tarifas de los fletes y seguridad en las carreteras; los taxistas ante el nacimiento de Uber y las foto multas en varias ciudades; las trabajadoras sexuales en la búsqueda de legalizar dicho trabajo y el aseguramiento en salud y seguridad social; la comunidad LGBTI en pro del matrimonio igualitario y la adopción de menores por parejas del mismo sexo; son todos muestra del inconformismo generalizado.

A todos estos se suma el paro indígena en curso, concentrado en su tradicional minga, reclamando por el incumplimiento del Estado de los acuerdos firmados con estas comunidades.

Pero quien lo creyera, como ya es normal protestar por todo en el país del Sagrado Corazón, ya comenzaron a salir a las calles otro tipo de agremiaciones, como el movimiento pro-canabico de Bucaramanga que se movilizó hace pocos días en una marcha denominada “carnaval por la marihuana”. Como van las cosas no nos sorprenda entonces la movilización que llegasen hacer los desempleados de este país en un plantón que perfectamente puede denominarse “el festival de los vagos”. En suma, la figura presidencial construida sobre una retórica pacifista ha escondido los temas sociales detrás del sacrificio para firmar la paz, dando lugar a todo tipo de inconformidad e iniciativas.