Por: Amylkar D. Acosta M1 Lo reconoce ahora el Director del FMI Dominique Strauss-Kahn, “bajo el viejo paradigma, la política fiscal fue el niño descuidado de la familia política. Su papel fue limitado a los estabilizadores automáticos-dejar que los déficits se movieran hacia arriba y abajo con el ciclo- y la política discrecional era vista […]
Por: Amylkar D. Acosta M1
Lo reconoce ahora el Director del FMI Dominique Strauss-Kahn, “bajo el viejo paradigma, la política fiscal fue el niño descuidado de la familia política. Su papel fue limitado a los estabilizadores automáticos-dejar que los déficits se movieran hacia arriba y abajo con el ciclo- y la política discrecional era vista con gran sospecha. Pero la política fiscal tenía un momento de una Bella Durmiente durante la crisis- con la política monetaria sin vapor, y con el sistema financiero en rodillas, la herramienta olvidada llegó a impulsar la demanda agregada y salvar al mundo de una caída libre de la economía. Necesitamos repensar la política fiscal”.
Cabe preguntarse si las autoridades económicas en Colombia estarán repensando la política fiscal cuando impulsan iniciativas como la que propende por establecer la sostenibilidad fiscal como principio constitucional. Este esperpento jurídico lo hemos estimado contraproducente, además de ser contraria al espíritu de la Constitución vigente. Como lo advierte el profesor Jacques Sapir “a menos que se trabaje sobre la hipótesis de la omnisciencia, el recurso de la regla constitucional en economía no hace desaparecer el riesgo de una incertidumbre radical. Por el contrario, puede reforzar ese riesgo. En efecto, si no se organiza una vía de escape a través del reconocimiento de la legitimidad de la acción discrecional, surgida ella misma de un poder democrático, el recurso de la regla constitucional viene a crear una incertidumbre suplementaria sobre las consecuencias de las soluciones tipificadas en caso de crisis”.
Señala el Director del FMI que “el cocktail letal de desempleo prolongado y alta desigualdad puede producir tensión en la cohesión social y la estabilidad política, que a su vez afectan la estabilidad macroeconómica”. Es más, aunque con alguna tardanza considera él que “la desigualdad puede haber sido una de las causas silenciosas de la crisis”, para concluir que “necesitamos una nueva forma de globalización más justa, una globalización con una cara más humana. Los beneficios del crecimiento deben ser compartidos por todos, no justamente capturados por unos pocos privilegiados. Mientras el mercado debe estar en el centro de la escena, la mano invisible no debe ser el puño invisible”.
Todo ello es plausible, sólo que se está dando este viraje en la orientación del FMI después de haberle infligido un gran daño a la economía global, pero muy especialmente a la economía latinoamericana. El Nobel de Economía Milton Friedman llegó a afirmar que “si no hubiera existido el FMI no habría ocurrido la crisis del Este de Asia”; podríamos parodiarlo diciendo que si el FMI no hubiera existido tampoco se habría dado la más reciente y devastadora crisis económica global.
Y remata el Director del Fondo haciendo profesión de fe keynesiana, lo que hubiera sido impensable hasta hace muy poco, pues las tesis de Keynes habían sido proscritas y anatemizadas por los dómines de la economía neoliberal por considerarlas anacrónicas y desacertadas. Esto dijo al finalizar su vibrante discurso: “el desafío que enfrentamos hoy no es nuevo. En 1933, John Maynard Keynes- uno de los padres fundadores del FMI- escribió lo siguiente: ‘El capitalismo internacional decadente pero individualista en las manos del cual nosotros nos encontramos después de la guerra no es un éxito. No es inteligente ni hermoso. No es justo. No es virtuoso. Y no provee los bienes requeridos. En suma, no nos gusta, y estamos comenzando a despreciarlo. Pero cuando nos preocupamos de qué colocar en su lugar, nos sentimos perplejos’”.
Bien dijo el Nobel de economía Joseph Stiglitz refiriéndose a la Gran crisis global que “esta crisis financiera es para el fundamentalismo de mercado lo que la caída del muro de Berlín para el comunismo”. Las palabras de Dominique Strauss-Kahn son, además de elocuentes, concluyentes sobre la suerte deparada al fundamentalismo neoliberal y a los ayatolás que aún se aferran al mismo con terquedad aragonesa, ya sea de manera abierta o agazapada. Ya estamos advertidos de su acto de contrición, falta ver qué tan sincero es su propósito de enmienda.
www.amylkaracosta.net
Por: Amylkar D. Acosta M1 Lo reconoce ahora el Director del FMI Dominique Strauss-Kahn, “bajo el viejo paradigma, la política fiscal fue el niño descuidado de la familia política. Su papel fue limitado a los estabilizadores automáticos-dejar que los déficits se movieran hacia arriba y abajo con el ciclo- y la política discrecional era vista […]
Por: Amylkar D. Acosta M1
Lo reconoce ahora el Director del FMI Dominique Strauss-Kahn, “bajo el viejo paradigma, la política fiscal fue el niño descuidado de la familia política. Su papel fue limitado a los estabilizadores automáticos-dejar que los déficits se movieran hacia arriba y abajo con el ciclo- y la política discrecional era vista con gran sospecha. Pero la política fiscal tenía un momento de una Bella Durmiente durante la crisis- con la política monetaria sin vapor, y con el sistema financiero en rodillas, la herramienta olvidada llegó a impulsar la demanda agregada y salvar al mundo de una caída libre de la economía. Necesitamos repensar la política fiscal”.
Cabe preguntarse si las autoridades económicas en Colombia estarán repensando la política fiscal cuando impulsan iniciativas como la que propende por establecer la sostenibilidad fiscal como principio constitucional. Este esperpento jurídico lo hemos estimado contraproducente, además de ser contraria al espíritu de la Constitución vigente. Como lo advierte el profesor Jacques Sapir “a menos que se trabaje sobre la hipótesis de la omnisciencia, el recurso de la regla constitucional en economía no hace desaparecer el riesgo de una incertidumbre radical. Por el contrario, puede reforzar ese riesgo. En efecto, si no se organiza una vía de escape a través del reconocimiento de la legitimidad de la acción discrecional, surgida ella misma de un poder democrático, el recurso de la regla constitucional viene a crear una incertidumbre suplementaria sobre las consecuencias de las soluciones tipificadas en caso de crisis”.
Señala el Director del FMI que “el cocktail letal de desempleo prolongado y alta desigualdad puede producir tensión en la cohesión social y la estabilidad política, que a su vez afectan la estabilidad macroeconómica”. Es más, aunque con alguna tardanza considera él que “la desigualdad puede haber sido una de las causas silenciosas de la crisis”, para concluir que “necesitamos una nueva forma de globalización más justa, una globalización con una cara más humana. Los beneficios del crecimiento deben ser compartidos por todos, no justamente capturados por unos pocos privilegiados. Mientras el mercado debe estar en el centro de la escena, la mano invisible no debe ser el puño invisible”.
Todo ello es plausible, sólo que se está dando este viraje en la orientación del FMI después de haberle infligido un gran daño a la economía global, pero muy especialmente a la economía latinoamericana. El Nobel de Economía Milton Friedman llegó a afirmar que “si no hubiera existido el FMI no habría ocurrido la crisis del Este de Asia”; podríamos parodiarlo diciendo que si el FMI no hubiera existido tampoco se habría dado la más reciente y devastadora crisis económica global.
Y remata el Director del Fondo haciendo profesión de fe keynesiana, lo que hubiera sido impensable hasta hace muy poco, pues las tesis de Keynes habían sido proscritas y anatemizadas por los dómines de la economía neoliberal por considerarlas anacrónicas y desacertadas. Esto dijo al finalizar su vibrante discurso: “el desafío que enfrentamos hoy no es nuevo. En 1933, John Maynard Keynes- uno de los padres fundadores del FMI- escribió lo siguiente: ‘El capitalismo internacional decadente pero individualista en las manos del cual nosotros nos encontramos después de la guerra no es un éxito. No es inteligente ni hermoso. No es justo. No es virtuoso. Y no provee los bienes requeridos. En suma, no nos gusta, y estamos comenzando a despreciarlo. Pero cuando nos preocupamos de qué colocar en su lugar, nos sentimos perplejos’”.
Bien dijo el Nobel de economía Joseph Stiglitz refiriéndose a la Gran crisis global que “esta crisis financiera es para el fundamentalismo de mercado lo que la caída del muro de Berlín para el comunismo”. Las palabras de Dominique Strauss-Kahn son, además de elocuentes, concluyentes sobre la suerte deparada al fundamentalismo neoliberal y a los ayatolás que aún se aferran al mismo con terquedad aragonesa, ya sea de manera abierta o agazapada. Ya estamos advertidos de su acto de contrición, falta ver qué tan sincero es su propósito de enmienda.
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