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Columnista - 14 diciembre, 2016

La respuesta más simple de un pueblo fastidiado de lo mismo

Durante estas épocas decembrinas es muy común hacer los balances de las cosas positivas y negativas que se han registrado al cierre de cada anualidad. Sin dudas, durante este año 2016, los hechos más destacados y controvertidos fueron de tiente político; incluso desconcertantes y súbitos para muchos: la inesperada salida de Gran Bretaña de la […]

Durante estas épocas decembrinas es muy común hacer los balances de las cosas positivas y negativas que se han registrado al cierre de cada anualidad. Sin dudas, durante este año 2016, los hechos más destacados y controvertidos fueron de tiente político; incluso desconcertantes y súbitos para muchos: la inesperada salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (UE), conocida como Brexit; el triunfo del no en el plebiscito convocado para refrendar los acuerdos de paz en Colombia; y la elección del controvertido millonario Donald Trump, como presidente de los Estados Unidos.

Que las democracias tengan esta clase de respuestas, en un mundo saturado por la mentira de los políticos y gobernantes, la corrupción, la pobreza, la desigualdad, la injusticia social, no son hechos alarmantes e inesperados, ya que constituyen la reacción y la respuesta más simple de un pueblo fastidiado y atiborrado de lo mismo. Lo preocupante de verdad, es la degradación y el relajamiento de los valores morales, éticos y democráticos de la sociedad que están siendo influenciados enormemente en la toma de este tipo de decisiones trascendentales para los pueblos a partir muchas veces de una desinformación con lenguaje confuso, ofensivo, insultante que termina por permear la libertad de opinión; basta hacerle seguimiento a las redes sociales para enterarnos del mundo que se mueve detrás de esas cuentas silenciosas pero de gran influencia para el elector, sin ninguna clase de control de vocabulario y contenido.

Es indiscutible el poder persuasivo que se maneja por medio de las redes sociales para bien y para mal. En ese sentido vemos como por ejemplo en las cuentas de facebook, twitter, se manejan expresiones agresivas, ofensivas e insultantes que en cuestiones de segundos se replican y le dan la vuelta al mundo sembrando mensajes de odio y de división; voces que lo que hacen es estimular la violencia, el rencor y la discriminación, y por consiguiente disminuyen la empatía y la solidaridad, siendo estos valores pilares fundamentales de las democracias modernas.

Como lo dijera Catalina Botero Marino en una de sus columnas: “difundir y defender estos valores ha dejado de ser relevante y se ha vuelto aburrido y poco rentable promoverlos; hoy puede generar más pasión un partido de fútbol que la idea fundamental de defender nuestros derechos y exigir ser tratados con dignidad y respeto”. De igual manera, por medio de estas cuentas hoy es común y hasta divertido, burlarse de la gente por diferentes motivos: por su pensamiento político o filosófico, por su preferencia sexual, por su credo religioso, por su raza, por el color de la piel o hasta por su cultura regional hasta destruir moralmente a las personas sin ninguna clase de compasión. Ahora, como estamos en época de reflexión y nos aprestamos a celebrar las fiestas de navidad en torno al nacimiento de Jesús, no nos queda otro camino sino el de pedirle a Él que nos ayude a pensar que los problemas de la sociedad también son nuestros problemas, que nos ayude a ser más solidarios, más justos y menos indiferentes.

Que nos atraiga a todos la sensibilización para ser más útiles a la sociedad; que nos de la tolerancia en la diferencia y el respeto en las ideas de quienes disentimos. Finalmente pidámosle a Él que así como es el centro de estas fiestas, sea todos los días el centro de nuestra familia y de nuestras vidas. Un abrazo navideño a todos mis lectores.

Columnista
14 diciembre, 2016

La respuesta más simple de un pueblo fastidiado de lo mismo

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Carlos Guillermo Ramirez

Durante estas épocas decembrinas es muy común hacer los balances de las cosas positivas y negativas que se han registrado al cierre de cada anualidad. Sin dudas, durante este año 2016, los hechos más destacados y controvertidos fueron de tiente político; incluso desconcertantes y súbitos para muchos: la inesperada salida de Gran Bretaña de la […]


Durante estas épocas decembrinas es muy común hacer los balances de las cosas positivas y negativas que se han registrado al cierre de cada anualidad. Sin dudas, durante este año 2016, los hechos más destacados y controvertidos fueron de tiente político; incluso desconcertantes y súbitos para muchos: la inesperada salida de Gran Bretaña de la Unión Europea (UE), conocida como Brexit; el triunfo del no en el plebiscito convocado para refrendar los acuerdos de paz en Colombia; y la elección del controvertido millonario Donald Trump, como presidente de los Estados Unidos.

Que las democracias tengan esta clase de respuestas, en un mundo saturado por la mentira de los políticos y gobernantes, la corrupción, la pobreza, la desigualdad, la injusticia social, no son hechos alarmantes e inesperados, ya que constituyen la reacción y la respuesta más simple de un pueblo fastidiado y atiborrado de lo mismo. Lo preocupante de verdad, es la degradación y el relajamiento de los valores morales, éticos y democráticos de la sociedad que están siendo influenciados enormemente en la toma de este tipo de decisiones trascendentales para los pueblos a partir muchas veces de una desinformación con lenguaje confuso, ofensivo, insultante que termina por permear la libertad de opinión; basta hacerle seguimiento a las redes sociales para enterarnos del mundo que se mueve detrás de esas cuentas silenciosas pero de gran influencia para el elector, sin ninguna clase de control de vocabulario y contenido.

Es indiscutible el poder persuasivo que se maneja por medio de las redes sociales para bien y para mal. En ese sentido vemos como por ejemplo en las cuentas de facebook, twitter, se manejan expresiones agresivas, ofensivas e insultantes que en cuestiones de segundos se replican y le dan la vuelta al mundo sembrando mensajes de odio y de división; voces que lo que hacen es estimular la violencia, el rencor y la discriminación, y por consiguiente disminuyen la empatía y la solidaridad, siendo estos valores pilares fundamentales de las democracias modernas.

Como lo dijera Catalina Botero Marino en una de sus columnas: “difundir y defender estos valores ha dejado de ser relevante y se ha vuelto aburrido y poco rentable promoverlos; hoy puede generar más pasión un partido de fútbol que la idea fundamental de defender nuestros derechos y exigir ser tratados con dignidad y respeto”. De igual manera, por medio de estas cuentas hoy es común y hasta divertido, burlarse de la gente por diferentes motivos: por su pensamiento político o filosófico, por su preferencia sexual, por su credo religioso, por su raza, por el color de la piel o hasta por su cultura regional hasta destruir moralmente a las personas sin ninguna clase de compasión. Ahora, como estamos en época de reflexión y nos aprestamos a celebrar las fiestas de navidad en torno al nacimiento de Jesús, no nos queda otro camino sino el de pedirle a Él que nos ayude a pensar que los problemas de la sociedad también son nuestros problemas, que nos ayude a ser más solidarios, más justos y menos indiferentes.

Que nos atraiga a todos la sensibilización para ser más útiles a la sociedad; que nos de la tolerancia en la diferencia y el respeto en las ideas de quienes disentimos. Finalmente pidámosle a Él que así como es el centro de estas fiestas, sea todos los días el centro de nuestra familia y de nuestras vidas. Un abrazo navideño a todos mis lectores.