Me decía un amigo que la calamidad del sector agropecuario, producto de la emergencia hídrica padecida por el departamento del Cesar y La Guajira se debía a la imprevisión de sus productores, quienes en época de las ‘vacas gordas’ no invertían en infraestructura para soportar las contingencias del factor climático, cada vez más frecuentes. Y […]
Me decía un amigo que la calamidad del sector agropecuario, producto de la emergencia hídrica padecida por el departamento del Cesar y La Guajira se debía a la imprevisión de sus productores, quienes en época de las ‘vacas gordas’ no invertían en infraestructura para soportar las contingencias del factor climático, cada vez más frecuentes.
Y confieso que me puso a pensar en las supuestas fallas de los pequeños productores, quienes en últimas son los que sufren, pero reaccionando rápidamente, casi que por instinto me pregunté, ¿desde cuándo el pequeño o mediano ganadero no tiene ‘vacas gordas’?, realmente no me acuerdo. Lo que sí tengo presente es la eterna conspiración contra el sector agrario, orquestada desde el gobierno nacional con masivas importaciones y escasa regulación de precios, protegiendoa los insensibles industriales de la leche y demás productos, arrodillándonos ante los costosos insumos veterinarios y de producción, imponiendolas inequitativas condiciones laborales del país y exponiéndonos al permanente temor frente a la campanteinseguridad de nuestros montes.
Solo que el complot se ha agudizado una vez más por fenómenos naturales, sin que los prolongados períodos de sequía o en su defecto inundaciones, eximan la responsabilidad oficial de brindar las herramientas y garantías para que el sector productivo se pueda desarrollar. No con ‘pañitos de agua tibia’,entregando toneladas de alimentos para el ganado y agua en carros cisterna, para aliviar el hambre y la sed de humanos y animales, sino planteando una verdadera política de Estado, impuesta desde la visión de la seguridad alimentaria.
Si cualquier niño con conocimientos elementales de supervivencia sabe que el agua es vida, no se necesita hacer especializados estudios para enfocar la inversión pública hacia la fertilidad de nuestras tierras, que no tiene nombre diferente al agua. No entendemos entonces, por qué si el departamento del Cesar tiene hace varios años un equipo perforador de pozos, seguimos sufriendo en la temporada de sequía. Solo piensen,¿cuántas soluciones se pueden hacer en un año para que ese mismo número sean los beneficiarios impermeables a la hambruna que nos nubla el futuro?
Mucho menos encuentro explicación en nuestros vecinos ‘guajiros’, nos llevan ventaja porque ya tienen construida la represa del Rio Ranchería, pero paradójicamente el rio aguas abajo sigue seco, dejando a su paso una estela de muerte y esterilidad, mientras el agua se evapora en el inmenso espejo de agua. Lastimosamente la respuesta en los últimos cuatro años del gobierno, fue que era un elefante blanco y muy costosa la implementación de los distritos de riego, como si el aumento de la producción no impactara en la calidad de vida. Con razón el senador Robledo dice que es preferible ser vaca en la Unión Europea que campesino colombiano, refiriéndose al nulo apoyo estatal.
Entonces mi amigo, toca hacer un verdadero juicio de responsabilidades y desde todos los flancos exigir soluciones de fondo para las comunidades que hoy sufren el rigor de la imprevisión.Un abrazo.-
[email protected]
Por Antonio María Araújo
Me decía un amigo que la calamidad del sector agropecuario, producto de la emergencia hídrica padecida por el departamento del Cesar y La Guajira se debía a la imprevisión de sus productores, quienes en época de las ‘vacas gordas’ no invertían en infraestructura para soportar las contingencias del factor climático, cada vez más frecuentes. Y […]
Me decía un amigo que la calamidad del sector agropecuario, producto de la emergencia hídrica padecida por el departamento del Cesar y La Guajira se debía a la imprevisión de sus productores, quienes en época de las ‘vacas gordas’ no invertían en infraestructura para soportar las contingencias del factor climático, cada vez más frecuentes.
Y confieso que me puso a pensar en las supuestas fallas de los pequeños productores, quienes en últimas son los que sufren, pero reaccionando rápidamente, casi que por instinto me pregunté, ¿desde cuándo el pequeño o mediano ganadero no tiene ‘vacas gordas’?, realmente no me acuerdo. Lo que sí tengo presente es la eterna conspiración contra el sector agrario, orquestada desde el gobierno nacional con masivas importaciones y escasa regulación de precios, protegiendoa los insensibles industriales de la leche y demás productos, arrodillándonos ante los costosos insumos veterinarios y de producción, imponiendolas inequitativas condiciones laborales del país y exponiéndonos al permanente temor frente a la campanteinseguridad de nuestros montes.
Solo que el complot se ha agudizado una vez más por fenómenos naturales, sin que los prolongados períodos de sequía o en su defecto inundaciones, eximan la responsabilidad oficial de brindar las herramientas y garantías para que el sector productivo se pueda desarrollar. No con ‘pañitos de agua tibia’,entregando toneladas de alimentos para el ganado y agua en carros cisterna, para aliviar el hambre y la sed de humanos y animales, sino planteando una verdadera política de Estado, impuesta desde la visión de la seguridad alimentaria.
Si cualquier niño con conocimientos elementales de supervivencia sabe que el agua es vida, no se necesita hacer especializados estudios para enfocar la inversión pública hacia la fertilidad de nuestras tierras, que no tiene nombre diferente al agua. No entendemos entonces, por qué si el departamento del Cesar tiene hace varios años un equipo perforador de pozos, seguimos sufriendo en la temporada de sequía. Solo piensen,¿cuántas soluciones se pueden hacer en un año para que ese mismo número sean los beneficiarios impermeables a la hambruna que nos nubla el futuro?
Mucho menos encuentro explicación en nuestros vecinos ‘guajiros’, nos llevan ventaja porque ya tienen construida la represa del Rio Ranchería, pero paradójicamente el rio aguas abajo sigue seco, dejando a su paso una estela de muerte y esterilidad, mientras el agua se evapora en el inmenso espejo de agua. Lastimosamente la respuesta en los últimos cuatro años del gobierno, fue que era un elefante blanco y muy costosa la implementación de los distritos de riego, como si el aumento de la producción no impactara en la calidad de vida. Con razón el senador Robledo dice que es preferible ser vaca en la Unión Europea que campesino colombiano, refiriéndose al nulo apoyo estatal.
Entonces mi amigo, toca hacer un verdadero juicio de responsabilidades y desde todos los flancos exigir soluciones de fondo para las comunidades que hoy sufren el rigor de la imprevisión.Un abrazo.-
[email protected]
Por Antonio María Araújo