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Columnista - 15 junio, 2011

La prueba de consistencia

Por: Pedro Medellín No era una decisión fácil. Se trataba de renunciar a la dirección de un partido político, como el Partido Verde, que logró movilizar a millones de colombianos para que depositaran su voto en busca de un cambio. Y, más grave todavía, si la renuncia implicaba un cisma que pudiera dejar a la […]

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Por: Pedro Medellín
No era una decisión fácil. Se trataba de renunciar a la dirección de un partido político, como el Partido Verde, que logró movilizar a millones de colombianos para que depositaran su voto en busca de un cambio. Y, más grave todavía, si la renuncia implicaba un cisma que pudiera dejar a la organización al borde de la quiebra política.
Sin embargo, era peor la perspectiva que ofrecía una campaña electoral que tenía como aliado principal a aquel que encarnaba los valores exactamente contrarios a los que se promovían como alternativa de cambio. Aceptar ese apoyo implicaba sacrificar los principios que habían justificado la creación del Partido. En un país acostumbrado a ver cómo los enemigos políticos terminan compartiendo el botín burocrático, alguien tenía que dar el primer paso para forzar la ruptura de esas prácticas. Y ese le tocó darlo a Antanas Mockus.
Desde el inicio, la alianza entre los verdes y el uribismo se manejó de manera ambigua. Unas veces se presentó como un apoyo de Uribe para que Peñalosa ganara la Alcaldía, y otras, como una alianza programática con el partido de ‘la U’ para asegurar la gobernabilidad de la ciudad.
El asunto no daba para una crisis. Si se trataba de un acuerdo político con Uribe, era claro que el aporte del ex presidente tenía más costos que beneficios. La experiencia ha demostrado que los votos de Uribe no son transferibles y el legado de corrupción e ilegalidad de su gobierno lo ha golpeado duramente. Pero si se trataba de una alianza con el partido de ‘la U’ para asegurar la gobernabilidad, entonces, la fórmula estaba inventada: los que ganan gobiernan y sus aliados se dedican a sacar adelante la agenda legislativa en el Concejo y a garantizar un control político serio sobre el gobierno de la ciudad.
La primera crisis estalla cuando, al tiempo que se habla de la alianza con ‘la U’, Uribe anuncia que su apoyo se concretará acompañando personalmente al candidato verde en los distintos actos de campaña en Bogotá. Salvo Mockus, nadie dijo nada. La confusión se convirtió en tensión. Ya no se sabía si la alianza era con Uribe o con ‘la U’. En esa ambigüedad se produce la renuncia de Mockus.
Pero la crisis para el Partido Verde no se resuelve con la salida de Mockus. ¿Qué pasará cuando el partido de ‘la U’ diga que no es la gobernabilidad lo que quiere, sino el co-gobierno? ¿Qué van a hacer los promotores de la alianza cuando les digan que el poder electoral de ‘la U’ justifica participación en el gabinete del Alcalde (y, por tanto, control de puestos y burocracia)? Aquí el asunto será a otro precio.
Es aquí donde las reglas de juego de las alianzas adquieren todo el sentido. Por su naturaleza, se trata de una decisión que debía someterse a las bases del partido. ¿Será que los votantes verdes estarán de acuerdo con un cogobierno de los uribistas? Sin consultar a los votantes, las alianzas no son más que mecanismos antidemocráticos. Son arreglos electorales que, cuando no afectan la libertad de los ciudadanos de ejercer su voto (al limitar la oferta electoral a unos pocos candidatos), dinamitan la propia identidad partidista.
Las alianzas son características de los sistemas y los partidos débiles. En el caso del partido de ‘la U’, son bien ilustrativas. Este necesita llegar a un acuerdo en Bogotá. Es la única posibilidad que tiene para evitar la derrota en las grandes ciudades del país, en las que no tiene candidatos con opciones. Y particularmente para Uribe, que ni siquiera logró imponer su candidato a la Alcaldía de Medellín.
Para el Partido Verde, la renuncia de Mockus fue apenas un primer cisma que ya dejó sobre la mesa el saldo pedagógico: no se gana a cualquier precio, ni aliados con cualquiera. Y eso ya lo saben los ciudadanos. La verdadera prueba de consistencia vendrá para los verdes cuando decidan si su alianza con el partido de ‘la U’ es para la gobernabilidad o el cogobierno.

Columnista
15 junio, 2011

La prueba de consistencia

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Pedro Medellín Torres

Por: Pedro Medellín No era una decisión fácil. Se trataba de renunciar a la dirección de un partido político, como el Partido Verde, que logró movilizar a millones de colombianos para que depositaran su voto en busca de un cambio. Y, más grave todavía, si la renuncia implicaba un cisma que pudiera dejar a la […]


Por: Pedro Medellín
No era una decisión fácil. Se trataba de renunciar a la dirección de un partido político, como el Partido Verde, que logró movilizar a millones de colombianos para que depositaran su voto en busca de un cambio. Y, más grave todavía, si la renuncia implicaba un cisma que pudiera dejar a la organización al borde de la quiebra política.
Sin embargo, era peor la perspectiva que ofrecía una campaña electoral que tenía como aliado principal a aquel que encarnaba los valores exactamente contrarios a los que se promovían como alternativa de cambio. Aceptar ese apoyo implicaba sacrificar los principios que habían justificado la creación del Partido. En un país acostumbrado a ver cómo los enemigos políticos terminan compartiendo el botín burocrático, alguien tenía que dar el primer paso para forzar la ruptura de esas prácticas. Y ese le tocó darlo a Antanas Mockus.
Desde el inicio, la alianza entre los verdes y el uribismo se manejó de manera ambigua. Unas veces se presentó como un apoyo de Uribe para que Peñalosa ganara la Alcaldía, y otras, como una alianza programática con el partido de ‘la U’ para asegurar la gobernabilidad de la ciudad.
El asunto no daba para una crisis. Si se trataba de un acuerdo político con Uribe, era claro que el aporte del ex presidente tenía más costos que beneficios. La experiencia ha demostrado que los votos de Uribe no son transferibles y el legado de corrupción e ilegalidad de su gobierno lo ha golpeado duramente. Pero si se trataba de una alianza con el partido de ‘la U’ para asegurar la gobernabilidad, entonces, la fórmula estaba inventada: los que ganan gobiernan y sus aliados se dedican a sacar adelante la agenda legislativa en el Concejo y a garantizar un control político serio sobre el gobierno de la ciudad.
La primera crisis estalla cuando, al tiempo que se habla de la alianza con ‘la U’, Uribe anuncia que su apoyo se concretará acompañando personalmente al candidato verde en los distintos actos de campaña en Bogotá. Salvo Mockus, nadie dijo nada. La confusión se convirtió en tensión. Ya no se sabía si la alianza era con Uribe o con ‘la U’. En esa ambigüedad se produce la renuncia de Mockus.
Pero la crisis para el Partido Verde no se resuelve con la salida de Mockus. ¿Qué pasará cuando el partido de ‘la U’ diga que no es la gobernabilidad lo que quiere, sino el co-gobierno? ¿Qué van a hacer los promotores de la alianza cuando les digan que el poder electoral de ‘la U’ justifica participación en el gabinete del Alcalde (y, por tanto, control de puestos y burocracia)? Aquí el asunto será a otro precio.
Es aquí donde las reglas de juego de las alianzas adquieren todo el sentido. Por su naturaleza, se trata de una decisión que debía someterse a las bases del partido. ¿Será que los votantes verdes estarán de acuerdo con un cogobierno de los uribistas? Sin consultar a los votantes, las alianzas no son más que mecanismos antidemocráticos. Son arreglos electorales que, cuando no afectan la libertad de los ciudadanos de ejercer su voto (al limitar la oferta electoral a unos pocos candidatos), dinamitan la propia identidad partidista.
Las alianzas son características de los sistemas y los partidos débiles. En el caso del partido de ‘la U’, son bien ilustrativas. Este necesita llegar a un acuerdo en Bogotá. Es la única posibilidad que tiene para evitar la derrota en las grandes ciudades del país, en las que no tiene candidatos con opciones. Y particularmente para Uribe, que ni siquiera logró imponer su candidato a la Alcaldía de Medellín.
Para el Partido Verde, la renuncia de Mockus fue apenas un primer cisma que ya dejó sobre la mesa el saldo pedagógico: no se gana a cualquier precio, ni aliados con cualquiera. Y eso ya lo saben los ciudadanos. La verdadera prueba de consistencia vendrá para los verdes cuando decidan si su alianza con el partido de ‘la U’ es para la gobernabilidad o el cogobierno.