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Columnista - 24 mayo, 2016

La política en la UPC

Es posible que cuando esta columna sea publicada, ya hayan ocurrido las elecciones para escoger los representantes a los diferentes cuerpos colegiados de la Universidad Popular del Cesar, UPC, ojalá obedeciendo la decisión libre y espontánea de estudiantes, docentes y egresados. Así debe ser y así debieran entenderlo los políticos, sobre todo los que deforman […]

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Es posible que cuando esta columna sea publicada, ya hayan ocurrido las elecciones para escoger los representantes a los diferentes cuerpos colegiados de la Universidad Popular del Cesar, UPC, ojalá obedeciendo la decisión libre y espontánea de estudiantes, docentes y egresados.

Así debe ser y así debieran entenderlo los políticos, sobre todo los que deforman ese noble ejercicio con prácticas carentes de todo recato ético o moral y que infortunadamente hoy constituyen los deshonestos tentáculos que intentan arrodillar a la academia, tras la exclusiva satisfacción de su sed de poder e imposición de sus intereses.

Es así que los vemos recorriendo el claustro educativo apoyando candidatos, corrompiendo y sembrando la semilla del clientelismo para torcer voluntades, promoviendo coaliciones de último momento, cuando paradójicamente no alzan la voz a favor de la cobertura y calidad universitaria y mucho menos luchan frente al gobierno nacional para aumentar la transferencia por matrícula de cada estudiante.

La universidad es un espacio de formación académica e intelectual sin límites en la transformación del conocimiento, el cual se constituye en el único elemento al que se le rinde culto y que, de acuerdo con lo acertado en su difusión, evitará que por cuenta de la ignorancia se sigan manipulando ‘democráticamente’ masas a favor de personajes sin talento, cuyo único atributo lo constituyen sus colosales dineros invertidos en suntuosas campañas políticas, que luego recuperan con creces mediante el saqueo al erario.

En este espacio de formación, cuyos límites superan los muros del espacio físico, tienen las directivas y cuerpos colegiados la inmensa responsabilidad de establecer prácticas transparentes en la toma de decisiones y manejo del presupuesto. El motivo es simple, los programas académicos representan apenas un porcentaje en la formación del profesional que la universidad le entrega con el grado a la sociedad, lo fundamental van a ser los valores inducidos a ese profesional para constituirse en un buen ser humano.

Es decir, que el señor rector y cada uno de los estamentos universitarios están obligados a cumplir exclusivamente con el cometido para el que fueron elegidos, sin vicios politiqueros, mercenarias trapisondas, viáticos irreales, publicaciones amañadas, ejecución de proyectos fantasmas y todo tipo de peripecias corruptas, porque tienen como testigo el lente silencioso de la comunidad estudiantil, la cual tiende a imitar las conductas de sus formadores, alimentando la incredulidad propia de los procesos colectivos.

Entonces la sociedad civil no puede seguir siendo convidada de piedra en un proceso democrático que nos concierne a todos. Comencemos por apoyar a personas que realmente quieren trabajar por la universidad y la connotación que esta tiene dentro de la comunidad, protejámosla de la jauría politiquera y exijamos a las autoridades universitarias eficiencia en la inversión de sus recursos, solo así tendremos un Alma Máter competitiva para el desarrollo de este pueblo. Votemos a conciencia. Un abrazo.

Columnista
24 mayo, 2016

La política en la UPC

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Antonio María Araujo

Es posible que cuando esta columna sea publicada, ya hayan ocurrido las elecciones para escoger los representantes a los diferentes cuerpos colegiados de la Universidad Popular del Cesar, UPC, ojalá obedeciendo la decisión libre y espontánea de estudiantes, docentes y egresados. Así debe ser y así debieran entenderlo los políticos, sobre todo los que deforman […]


Es posible que cuando esta columna sea publicada, ya hayan ocurrido las elecciones para escoger los representantes a los diferentes cuerpos colegiados de la Universidad Popular del Cesar, UPC, ojalá obedeciendo la decisión libre y espontánea de estudiantes, docentes y egresados.

Así debe ser y así debieran entenderlo los políticos, sobre todo los que deforman ese noble ejercicio con prácticas carentes de todo recato ético o moral y que infortunadamente hoy constituyen los deshonestos tentáculos que intentan arrodillar a la academia, tras la exclusiva satisfacción de su sed de poder e imposición de sus intereses.

Es así que los vemos recorriendo el claustro educativo apoyando candidatos, corrompiendo y sembrando la semilla del clientelismo para torcer voluntades, promoviendo coaliciones de último momento, cuando paradójicamente no alzan la voz a favor de la cobertura y calidad universitaria y mucho menos luchan frente al gobierno nacional para aumentar la transferencia por matrícula de cada estudiante.

La universidad es un espacio de formación académica e intelectual sin límites en la transformación del conocimiento, el cual se constituye en el único elemento al que se le rinde culto y que, de acuerdo con lo acertado en su difusión, evitará que por cuenta de la ignorancia se sigan manipulando ‘democráticamente’ masas a favor de personajes sin talento, cuyo único atributo lo constituyen sus colosales dineros invertidos en suntuosas campañas políticas, que luego recuperan con creces mediante el saqueo al erario.

En este espacio de formación, cuyos límites superan los muros del espacio físico, tienen las directivas y cuerpos colegiados la inmensa responsabilidad de establecer prácticas transparentes en la toma de decisiones y manejo del presupuesto. El motivo es simple, los programas académicos representan apenas un porcentaje en la formación del profesional que la universidad le entrega con el grado a la sociedad, lo fundamental van a ser los valores inducidos a ese profesional para constituirse en un buen ser humano.

Es decir, que el señor rector y cada uno de los estamentos universitarios están obligados a cumplir exclusivamente con el cometido para el que fueron elegidos, sin vicios politiqueros, mercenarias trapisondas, viáticos irreales, publicaciones amañadas, ejecución de proyectos fantasmas y todo tipo de peripecias corruptas, porque tienen como testigo el lente silencioso de la comunidad estudiantil, la cual tiende a imitar las conductas de sus formadores, alimentando la incredulidad propia de los procesos colectivos.

Entonces la sociedad civil no puede seguir siendo convidada de piedra en un proceso democrático que nos concierne a todos. Comencemos por apoyar a personas que realmente quieren trabajar por la universidad y la connotación que esta tiene dentro de la comunidad, protejámosla de la jauría politiquera y exijamos a las autoridades universitarias eficiencia en la inversión de sus recursos, solo así tendremos un Alma Máter competitiva para el desarrollo de este pueblo. Votemos a conciencia. Un abrazo.