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Columnista - 22 junio, 2016

La pedagogía del miedo no es buena

Seis años de gobierno del presidente Santos han sido más que suficientes para conocer su estilo de gobierno y las dos caras de la moneda de su personalidad. De un lado hemos conocido un presidente sensible con algunos temas, apasionado y comprometido con otros. Del otro lado también hemos conocido su hipocresía y cinismo con […]

Seis años de gobierno del presidente Santos han sido más que suficientes para conocer su estilo de gobierno y las dos caras de la moneda de su personalidad. De un lado hemos conocido un presidente sensible con algunos temas, apasionado y comprometido con otros. Del otro lado también hemos conocido su hipocresía y cinismo con el país, sus mentiras, falta de personalidad y demagogia frente a muchos temas que van a quedar pendiente a su salida. De igual manera, hemos podido conocer hasta la saciedad su singular sosegado discurso parafraseado, cargado de ambigüedades con los que ha impulsado y orientado el proceso de paz; pero el que pronunció el pasado jueves en Medellín, durante la sesión del Foro Económico Mundial para América Latina, ha sido la máxima de su torpeza y metida de pata, aunque dicen que solo los borrachos, los niños y los torpes dicen la verdad, como lo dijera Fernando Londoño en su editorial del pasado lunes.

Verdad o no, lo cierto es que lo dicho por el presidente Santos, sin necesidad de ser filólogos o retóricos para dimensionar su significado, sembraron miedo al país ante un tema que se creía superado: el recrudecimiento del conflicto por parte de las Farc. Está bien y se le abona al Presidente que se la haya jugado toda para sacar avante este proceso de paz, que desde sus inicios ha sido duramente cuestionado, pero es inadmisible que a estas alturas el argumento para enarbolar las banderas de la paz frente a la defensa del plebiscito sea con advertencias de guerra, miedo y terror.

Claro está, si le ponemos un poco de simple lógica al asunto y dentro de las posibilidades el pueblo colombiano votará el polémico plebiscito por el no y por ende fracasara el acuerdo de paz, no se esperaría cosa distinta sino la continuidad del conflicto armado, es decir, pensándolo bien esa sería la consecuencia; pero no puede ser ese el discurso de campaña del Presidente de la República para conseguir la solidaridad del pueblo colombiano y ganar el plebiscito de la paz; pues ese razonamiento es torpe e insensato. Lo que se esperaría es que ese discurso de paz fuese esperanzador, tranquilizador y optimista y nunca fatídico y oscuro.

Ahora pienso que el proceso de paz no es solo del Presidente ni de sus ministros, es un proceso de todos y nuestros aportes como cuidadnos comunes y corrientes o como gremios también deben ser alentadores y motivadores, ya que tampoco es conveniente que le hagamos oposición al proceso de paz, también desde el desaliento y la pedagogía del miedo como lo han hecho los medios de comunicación que al polemizar, cuestionar e interpretar el desafortunado discurso de Santos, han terminado difundiendo la idea del miedo y el desaliento, creo que incluso a niveles más altos que los del propio presidente, generando todo un efecto contrario y un ambiente muy desalentador.

No olvidemos que la paz constituye un derecho inalienable de todos los colombianos y es condición indispensable para el desarrollo sostenible e incluyente de una sociedad democrática. No nos desanimemos ni perdamos la fe.

Dios guie y ampare nuestra Nación.

Columnista
22 junio, 2016

La pedagogía del miedo no es buena

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Carlos Guillermo Ramirez

Seis años de gobierno del presidente Santos han sido más que suficientes para conocer su estilo de gobierno y las dos caras de la moneda de su personalidad. De un lado hemos conocido un presidente sensible con algunos temas, apasionado y comprometido con otros. Del otro lado también hemos conocido su hipocresía y cinismo con […]


Seis años de gobierno del presidente Santos han sido más que suficientes para conocer su estilo de gobierno y las dos caras de la moneda de su personalidad. De un lado hemos conocido un presidente sensible con algunos temas, apasionado y comprometido con otros. Del otro lado también hemos conocido su hipocresía y cinismo con el país, sus mentiras, falta de personalidad y demagogia frente a muchos temas que van a quedar pendiente a su salida. De igual manera, hemos podido conocer hasta la saciedad su singular sosegado discurso parafraseado, cargado de ambigüedades con los que ha impulsado y orientado el proceso de paz; pero el que pronunció el pasado jueves en Medellín, durante la sesión del Foro Económico Mundial para América Latina, ha sido la máxima de su torpeza y metida de pata, aunque dicen que solo los borrachos, los niños y los torpes dicen la verdad, como lo dijera Fernando Londoño en su editorial del pasado lunes.

Verdad o no, lo cierto es que lo dicho por el presidente Santos, sin necesidad de ser filólogos o retóricos para dimensionar su significado, sembraron miedo al país ante un tema que se creía superado: el recrudecimiento del conflicto por parte de las Farc. Está bien y se le abona al Presidente que se la haya jugado toda para sacar avante este proceso de paz, que desde sus inicios ha sido duramente cuestionado, pero es inadmisible que a estas alturas el argumento para enarbolar las banderas de la paz frente a la defensa del plebiscito sea con advertencias de guerra, miedo y terror.

Claro está, si le ponemos un poco de simple lógica al asunto y dentro de las posibilidades el pueblo colombiano votará el polémico plebiscito por el no y por ende fracasara el acuerdo de paz, no se esperaría cosa distinta sino la continuidad del conflicto armado, es decir, pensándolo bien esa sería la consecuencia; pero no puede ser ese el discurso de campaña del Presidente de la República para conseguir la solidaridad del pueblo colombiano y ganar el plebiscito de la paz; pues ese razonamiento es torpe e insensato. Lo que se esperaría es que ese discurso de paz fuese esperanzador, tranquilizador y optimista y nunca fatídico y oscuro.

Ahora pienso que el proceso de paz no es solo del Presidente ni de sus ministros, es un proceso de todos y nuestros aportes como cuidadnos comunes y corrientes o como gremios también deben ser alentadores y motivadores, ya que tampoco es conveniente que le hagamos oposición al proceso de paz, también desde el desaliento y la pedagogía del miedo como lo han hecho los medios de comunicación que al polemizar, cuestionar e interpretar el desafortunado discurso de Santos, han terminado difundiendo la idea del miedo y el desaliento, creo que incluso a niveles más altos que los del propio presidente, generando todo un efecto contrario y un ambiente muy desalentador.

No olvidemos que la paz constituye un derecho inalienable de todos los colombianos y es condición indispensable para el desarrollo sostenible e incluyente de una sociedad democrática. No nos desanimemos ni perdamos la fe.

Dios guie y ampare nuestra Nación.