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Columnista - 17 junio, 2014

La paz como valor supremo

La historia de América Latina ha estado signada por conflictos y procesos de paz que han involucrado sacrificios y sacrificados en la mayoría de los países, entre ellos Brasil, Venezuela, Perú, Uruguay, Nicaragua, Guatemala, México, El Salvador y Chile entre otros, donde el sueño revolucionario empezó a desaparecer paralelamente al fracaso de todo el proyecto […]

La historia de América Latina ha estado signada por conflictos y procesos de paz que han involucrado sacrificios y sacrificados en la mayoría de los países, entre ellos Brasil, Venezuela, Perú, Uruguay, Nicaragua, Guatemala, México, El Salvador y Chile entre otros, donde el sueño revolucionario empezó a desaparecer paralelamente al fracaso de todo el proyecto comunista que mostró con la caída del muro de Berlín, la Perestroikay el Glásnot una necesidad de reformarse.

Casi todos los países avanzaron en su necesidad de llegar a un entendimiento para poder renovarse y progresar.

Colombia, durante muchas décadas ha hecho parte de ese casi, que excluye la totalidad, porque jamás hubo un proceso de paz serio que involucrara a la sociedad como parte activa, que estableciera su mandato popular para exigirle a las partes en conflicto que cesaran. Tanto el Estado como las fuerzas subversivas, que luego se convirtierion en delincuentes sin ninguna ideología, dejaron pasar el tiempo, y con los años la guerra se convirtió en un monstruo que seguía matando mucha gente, pero que a la vez generaba dividendos económicos en aquellos que se acostumbraron a vivir de la industria de la guerra y la muerte.

Más de cincuenta años de conflicto han hecho que mucha gente pierda su esperanza en la paz, que otros se acostumbren tanto a la guerra, hasta el punto de mirar con morbo la violencia nacional que ha originado tantos muertos como los que produce la desigualdad y la injusticia, y otros más reaccionen contundentemente diciéndole a las FARC y al ELN que dejen de etiquetar su lucha como representantes del pueblo, diciéndole a través de más de siete millones de votos que es tiempo de pactar la paz, de que haya una diálogo serio, honesto y definitivo.

Colombia dio un paso decidido este domingo, demostrando que por encima de insultos y descréditos, de violencia verbal, ambiciones políticas, soberbia y odio, es necesario poner la paz como valor absoluto, por eso con los más de siete millones de votos que respaldaron la propuesta de paz del Presidente Santos,se está definiendo una nueva ruta, una cercana esperanza de ver a nuestros niños desarrollarse en un ambiente de paz como tiene derecho todo ciudadano de cualquier Estado del mundo.

Necesitamos educación sólida y eficiente, salud digna de la condición humana, necesitamos justicia, equidad y respeto por la diferencia, anhelamos un fin del conflicto para que nuestros hijos aprendan a mirar atrás y encontrar que guerrilleros y paramilitares depusieron sus armas, mientras la clase política y la gente del común desarmaba también su corazón; necesitamos una segunda oportunidad para que nuestra historia se construya desde una realidad que supere la ficción del tratado de Neerlandia en Cien Años de soledad, requerimos la voluntad de cambio de toda la clase política que debe ser parte activa y garante del proceso de paz, sin atizar el fogón con el que se calientan las balas de plomo y las verbales que tanto destruyen la estabilidad del país.

Columnista
17 junio, 2014

La paz como valor supremo

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Oscar Ariza Daza

La historia de América Latina ha estado signada por conflictos y procesos de paz que han involucrado sacrificios y sacrificados en la mayoría de los países, entre ellos Brasil, Venezuela, Perú, Uruguay, Nicaragua, Guatemala, México, El Salvador y Chile entre otros, donde el sueño revolucionario empezó a desaparecer paralelamente al fracaso de todo el proyecto […]


La historia de América Latina ha estado signada por conflictos y procesos de paz que han involucrado sacrificios y sacrificados en la mayoría de los países, entre ellos Brasil, Venezuela, Perú, Uruguay, Nicaragua, Guatemala, México, El Salvador y Chile entre otros, donde el sueño revolucionario empezó a desaparecer paralelamente al fracaso de todo el proyecto comunista que mostró con la caída del muro de Berlín, la Perestroikay el Glásnot una necesidad de reformarse.

Casi todos los países avanzaron en su necesidad de llegar a un entendimiento para poder renovarse y progresar.

Colombia, durante muchas décadas ha hecho parte de ese casi, que excluye la totalidad, porque jamás hubo un proceso de paz serio que involucrara a la sociedad como parte activa, que estableciera su mandato popular para exigirle a las partes en conflicto que cesaran. Tanto el Estado como las fuerzas subversivas, que luego se convirtierion en delincuentes sin ninguna ideología, dejaron pasar el tiempo, y con los años la guerra se convirtió en un monstruo que seguía matando mucha gente, pero que a la vez generaba dividendos económicos en aquellos que se acostumbraron a vivir de la industria de la guerra y la muerte.

Más de cincuenta años de conflicto han hecho que mucha gente pierda su esperanza en la paz, que otros se acostumbren tanto a la guerra, hasta el punto de mirar con morbo la violencia nacional que ha originado tantos muertos como los que produce la desigualdad y la injusticia, y otros más reaccionen contundentemente diciéndole a las FARC y al ELN que dejen de etiquetar su lucha como representantes del pueblo, diciéndole a través de más de siete millones de votos que es tiempo de pactar la paz, de que haya una diálogo serio, honesto y definitivo.

Colombia dio un paso decidido este domingo, demostrando que por encima de insultos y descréditos, de violencia verbal, ambiciones políticas, soberbia y odio, es necesario poner la paz como valor absoluto, por eso con los más de siete millones de votos que respaldaron la propuesta de paz del Presidente Santos,se está definiendo una nueva ruta, una cercana esperanza de ver a nuestros niños desarrollarse en un ambiente de paz como tiene derecho todo ciudadano de cualquier Estado del mundo.

Necesitamos educación sólida y eficiente, salud digna de la condición humana, necesitamos justicia, equidad y respeto por la diferencia, anhelamos un fin del conflicto para que nuestros hijos aprendan a mirar atrás y encontrar que guerrilleros y paramilitares depusieron sus armas, mientras la clase política y la gente del común desarmaba también su corazón; necesitamos una segunda oportunidad para que nuestra historia se construya desde una realidad que supere la ficción del tratado de Neerlandia en Cien Años de soledad, requerimos la voluntad de cambio de toda la clase política que debe ser parte activa y garante del proceso de paz, sin atizar el fogón con el que se calientan las balas de plomo y las verbales que tanto destruyen la estabilidad del país.