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Columnista - 19 agosto, 2013

La Paz

Viví mi niñez en dos mundos diametralmente opuestos, el primero junto a mi madre y mis hermanos en la fría y grande capital del país mientras estudiaba y el otro junto a mi padre y mis primos en la cálida provincia cuando disfrutaba de mis vacaciones.

Boton Wpp

Por Jaime Palmera Pineda

Viví mi niñez en dos mundos diametralmente opuestos, el primero junto a mi madre y mis hermanos en la fría y grande capital del país mientras estudiaba y el otro junto a mi padre y mis primos en la cálida provincia cuando disfrutaba de mis vacaciones.

De ambos tengo muchos recuerdos pero indudablemente los mejores y más gratos son aquellos  de mis días en Valledupar y por extensión en Urumita, cuna de mis ancestros por parte de mi abuela paterna.

Entre esos recuerdos está aquel en que subía con amigos y primos al campanario de la Iglesia de la Concepción solo para ver a lo lejos la silueta de La Paz que en ese entonces estaba bastante lejos para mí.

Ahora esta ciudad, que ya es parte de la conurbación con Valledupar, la percibo tan cerca que difícilmente las veo separadas, por el contrario, cada día están llegando a ser una sola, separadas únicamente por el accidente geográfico del río Cesar y de la división geopolítica. 

Por razones de mi ejercicio profesional e información de mis colegas, sé que se están planteando nuevos desarrollos urbanos que afectarán ambas ciudades en especial en lo que se refiere a la comunicación vial.

Hoy las dos ciudades están unidas por una obsoleta carretera de alto tráfico que con una calzada por sentido y sin separador se hace muy peligrosa para quienes la transitan.

Esta vía será mas congestionada cuando la Universidad Nacional empiece a funcionar, eso es claro, pero tendremos que sumarle el tráfico de los nuevos propietarios de los terrenos que pronto saldrán a la venta para vivienda y comercio. Entonces habremos llegado al caos definitivo si desde ahora no se piensa en su solución.

Alternativas hay varias y las autoridades deben preveer la más conveniente, yo solo enumeraré dos posibilidades entre las tantas que puedan estudiarse, sin pensar en costo, solo en los beneficios para ambas ciudades.

Una es ampliar la actual carretera construyéndola con separador y de tres carriles por calzada. La otra es conservarla como está, rectificando la curva del Salguero, y a la vez  construir la prolongación de la Avenida Simón Bolívar de Valledupar y que continúe  después del río como una nueva avenida de La Paz.

Esta última permite pensar en que la carretera existente sea de doble carril y de un solo sentido, pero con las correspondientes vías conectoras de las dos, a manera de futuros anillos viales.

La  sede de la Universidad Nacional es un hito que hay que tener en cuenta cuando se defina una solución pues los estudiantes, en su mayoría, pueden vivir indistintamente en una de las dos ciudades y ellos marcarán un flujo constante que habrá que tener en cuenta.

Columnista
19 agosto, 2013

La Paz

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jaime Palmera Pineda

Viví mi niñez en dos mundos diametralmente opuestos, el primero junto a mi madre y mis hermanos en la fría y grande capital del país mientras estudiaba y el otro junto a mi padre y mis primos en la cálida provincia cuando disfrutaba de mis vacaciones.


Por Jaime Palmera Pineda

Viví mi niñez en dos mundos diametralmente opuestos, el primero junto a mi madre y mis hermanos en la fría y grande capital del país mientras estudiaba y el otro junto a mi padre y mis primos en la cálida provincia cuando disfrutaba de mis vacaciones.

De ambos tengo muchos recuerdos pero indudablemente los mejores y más gratos son aquellos  de mis días en Valledupar y por extensión en Urumita, cuna de mis ancestros por parte de mi abuela paterna.

Entre esos recuerdos está aquel en que subía con amigos y primos al campanario de la Iglesia de la Concepción solo para ver a lo lejos la silueta de La Paz que en ese entonces estaba bastante lejos para mí.

Ahora esta ciudad, que ya es parte de la conurbación con Valledupar, la percibo tan cerca que difícilmente las veo separadas, por el contrario, cada día están llegando a ser una sola, separadas únicamente por el accidente geográfico del río Cesar y de la división geopolítica. 

Por razones de mi ejercicio profesional e información de mis colegas, sé que se están planteando nuevos desarrollos urbanos que afectarán ambas ciudades en especial en lo que se refiere a la comunicación vial.

Hoy las dos ciudades están unidas por una obsoleta carretera de alto tráfico que con una calzada por sentido y sin separador se hace muy peligrosa para quienes la transitan.

Esta vía será mas congestionada cuando la Universidad Nacional empiece a funcionar, eso es claro, pero tendremos que sumarle el tráfico de los nuevos propietarios de los terrenos que pronto saldrán a la venta para vivienda y comercio. Entonces habremos llegado al caos definitivo si desde ahora no se piensa en su solución.

Alternativas hay varias y las autoridades deben preveer la más conveniente, yo solo enumeraré dos posibilidades entre las tantas que puedan estudiarse, sin pensar en costo, solo en los beneficios para ambas ciudades.

Una es ampliar la actual carretera construyéndola con separador y de tres carriles por calzada. La otra es conservarla como está, rectificando la curva del Salguero, y a la vez  construir la prolongación de la Avenida Simón Bolívar de Valledupar y que continúe  después del río como una nueva avenida de La Paz.

Esta última permite pensar en que la carretera existente sea de doble carril y de un solo sentido, pero con las correspondientes vías conectoras de las dos, a manera de futuros anillos viales.

La  sede de la Universidad Nacional es un hito que hay que tener en cuenta cuando se defina una solución pues los estudiantes, en su mayoría, pueden vivir indistintamente en una de las dos ciudades y ellos marcarán un flujo constante que habrá que tener en cuenta.