Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 21 diciembre, 2013

La palabra convence. La valentía deslumbra

Por Leonardo José Maya El cuadro Pínteme un atardecer después de la lluvia, le dije al pintor. El sol debe estar medio oculto entre las nubes pero se adivina su ubicación por sus halos entre oro y plata, las hojas verdes deben recibir la caricia del rocío que mece la suave brisa húmeda, por supuesto […]

Por Leonardo José Maya

El cuadro

Pínteme un atardecer después de la lluvia, le dije al pintor.

El sol debe estar medio oculto entre las nubes pero se adivina su ubicación por sus halos entre oro y plata, las hojas verdes deben recibir la caricia del rocío que mece la suave brisa húmeda, por supuesto muchas mariposas de colores y las flores deben estar recientemente abiertas. No se olvide de los pájaros felices, el olor a tierra mojada y esos ruidos que se escuchan en la distancia después de la lluvia.

– No puedo, me dijo, su cuadro hiperrealista, yo no puedo pintar ruidos ni olores, las flores no germinan al atardecer, además las mariposas salen es en la mañana.

Lo sé, le dije, pero usted no va a pintar para mí. Lo que quiero es que me pinte el atardecer que le gusta a ella.

Sueños

En el sueño de Efigenia yo era un hombre venerado y de modales distinguidísimos: no fumaba, no tomaba tragos, no decía palabrotas ni me acechaban malos pensamientos, no me trasnochaban las mujeres ni amanecía en parrandas. En su sueño yo era un sacerdote.

En ese sueño feliz de mi madre yo era casi un santo, que vergüenza con ella. Mi madre se equivocó de sueño, o tal vez se equivocó de hijo.

Enamorado

El pintor dibujó una mujer desnuda a su entero gusto. Era la más hermosa del universo, el cabello perfecto, los ojos hermosos, le puso una sonrisa impecable y una mirada insinuante. Le dibujó piernas largas y magníficas, caderas de diosa y pecho abultado, todo lo hizo con una perfección asombrosa pero olvidó algo importantísimo en una mujer. ¡No le puso corazón!

El hombre vivía feliz con su obra, se quedaba días enteros contemplándola hermosa hasta que un día se sintió tan atraído hacia ella que le suplicó al creador que le diera vida a cambio de amarla por siempre. Y Dios lo hizo.

Ella, inmediatamente sintió pudor y se abrigó su cuerpo exuberante y tentador. El pintor ya estaba profundamente enamorado de aquella dama prodigiosa y sin pensarlo dos veces le juró amor eterno. Todos los hombres lo envidian pero él padece la peor tragedia de un enamorado.

¡Vive con una mujer sin corazón!

Postdata Felicitaciones a Wilson Sierra y Amparo de Sierra, empresarios al frente de la galería y marquetería Picasso por el primer puesto al mérito microempresarial 2013 otorgado recientemente por la Cámara de Comercio de Valledupar. 31 años haciendo empresa.

 

 

Columnista
21 diciembre, 2013

La palabra convence. La valentía deslumbra

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Leonardo Maya Amaya

Por Leonardo José Maya El cuadro Pínteme un atardecer después de la lluvia, le dije al pintor. El sol debe estar medio oculto entre las nubes pero se adivina su ubicación por sus halos entre oro y plata, las hojas verdes deben recibir la caricia del rocío que mece la suave brisa húmeda, por supuesto […]


Por Leonardo José Maya

El cuadro

Pínteme un atardecer después de la lluvia, le dije al pintor.

El sol debe estar medio oculto entre las nubes pero se adivina su ubicación por sus halos entre oro y plata, las hojas verdes deben recibir la caricia del rocío que mece la suave brisa húmeda, por supuesto muchas mariposas de colores y las flores deben estar recientemente abiertas. No se olvide de los pájaros felices, el olor a tierra mojada y esos ruidos que se escuchan en la distancia después de la lluvia.

– No puedo, me dijo, su cuadro hiperrealista, yo no puedo pintar ruidos ni olores, las flores no germinan al atardecer, además las mariposas salen es en la mañana.

Lo sé, le dije, pero usted no va a pintar para mí. Lo que quiero es que me pinte el atardecer que le gusta a ella.

Sueños

En el sueño de Efigenia yo era un hombre venerado y de modales distinguidísimos: no fumaba, no tomaba tragos, no decía palabrotas ni me acechaban malos pensamientos, no me trasnochaban las mujeres ni amanecía en parrandas. En su sueño yo era un sacerdote.

En ese sueño feliz de mi madre yo era casi un santo, que vergüenza con ella. Mi madre se equivocó de sueño, o tal vez se equivocó de hijo.

Enamorado

El pintor dibujó una mujer desnuda a su entero gusto. Era la más hermosa del universo, el cabello perfecto, los ojos hermosos, le puso una sonrisa impecable y una mirada insinuante. Le dibujó piernas largas y magníficas, caderas de diosa y pecho abultado, todo lo hizo con una perfección asombrosa pero olvidó algo importantísimo en una mujer. ¡No le puso corazón!

El hombre vivía feliz con su obra, se quedaba días enteros contemplándola hermosa hasta que un día se sintió tan atraído hacia ella que le suplicó al creador que le diera vida a cambio de amarla por siempre. Y Dios lo hizo.

Ella, inmediatamente sintió pudor y se abrigó su cuerpo exuberante y tentador. El pintor ya estaba profundamente enamorado de aquella dama prodigiosa y sin pensarlo dos veces le juró amor eterno. Todos los hombres lo envidian pero él padece la peor tragedia de un enamorado.

¡Vive con una mujer sin corazón!

Postdata Felicitaciones a Wilson Sierra y Amparo de Sierra, empresarios al frente de la galería y marquetería Picasso por el primer puesto al mérito microempresarial 2013 otorgado recientemente por la Cámara de Comercio de Valledupar. 31 años haciendo empresa.