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Columnista - 7 abril, 2025

La otra guerra: los aranceles

No se necesita más que unos conocimientos básicos y un poco de sentido común para entender qué es un arancel y por qué se exige o pone como un impuesto o tarifa que un gobierno tasa a los bienes que se importan o exportan y que tienen su base normal en la protección de la industria nacional para que, al aumentar el precio de los productos importados,  los productos nacionales sean más competitivos.

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No se necesita más que unos conocimientos básicos y un poco de sentido común para entender qué es un arancel y por qué se exige o pone como un impuesto o tarifa que un gobierno tasa a los bienes que se importan o exportan y que tienen su base normal en la protección de la industria nacional para que, al aumentar el precio de los productos importados,  los productos nacionales sean más competitivos.

Desde luego, la recaudación de ingresos, debe mejorar; el comercio se regula para favorecer o restringir ciertos productos y, con el equilibrio de la balanza comercial, se puede ayudar a reducir el déficit comercial de un país.

En resumen, los aranceles se imponen para controlar el comercio exterior y proteger los intereses económicos de un país.

Subir los aranceles sobre las importaciones puede tener varias consecuencias negativas para un país, porque afectando el aumento de precios para con los consumidores, se reduce el poder adquisitivo y se genera una inflación, reduciendo por consiguiente el consumo y sin querer queriendo, aparecen las represalias comerciales ya que otros países pueden responder imponiendo aranceles a las exportaciones del país que inició la medida, afectando a sus industrias y reduciendo sus ventas en el extranjero, dando lugar a una menor competitividad y eficiencia que desmejora, y que como consecuencia trae la reducción del comercio y crecimiento económico, desacelerando la economía, afectando el empleo y la inversión extranjera.

En conclusión, aunque los aranceles pueden proteger ciertas industrias locales a corto plazo, a largo plazo pueden generar más perjuicios que beneficios.

La propensión marginal a consumir, que no es otra cosa que, la variación del consumo en relación con la variación del ingreso, en sentido sociológico, se refleja en patrones de comportamiento influenciados por la cultura, la clase social y las expectativas de futuro. 

Es una expresión de hábitos de consumo, aspiraciones y desigualdades, pero la presión social, el acceso al crédito y la percepción de estabilidad económica afectan el ingreso adicional que se destina al consumo y que afecta a los individuos y empresas que gastan ingresos adicionales en lugar de invertir o ahorrar.

En sentido político, influye en decisiones de tipo económico, como impuestos y subsidios. También afecta debates sobre redistribución, ya que sectores con menor ingreso suelen gastar más de su ingreso adicional.

Cuando los aranceles suben, la propensión a consumir de un producto tiende a disminuir, ya que los bienes importados se encarecen, y el poder adquisitivo de los consumidores cae. En general, el efecto depende de la estructura económica, la sustitución de importaciones y la capacidad de la industria local para responder.

En Colombia, las importaciones de productos básicos de consumo superan a las exportaciones en este sector. Esto indica que, aunque tengamos alguna ventaja absoluta en ciertos productos básicos, como café y banano, también padecemos de una cantidad significativa de alimentos y bebidas para satisfacer la demanda interna que necesariamente nos obliga a importar o incentivar su producción si las condiciones lo permiten, pero en un país azotado por la violencia permanente, nada está al alcance de la mano, si no se trabaja primero en los temas de la paz y reconciliación.

Desde luego que, ante un alza de aranceles en importaciones, Colombia debe fortalecer la producción nacional, diversificar mercados, fomentar acuerdos comerciales y promover incentivos a la industria local. También es clave apoyar la innovación.

Eso sí, hacer respetar la soberanía de un país es más importante para la dignidad de la vida de sus habitantes que las calamidades que se hayan de soportar ante el tipo de conflictos económicos y sociales que se sucedan por los enfrentamientos con el poder dominante de los países poderosos y sus imposiciones rebeldes ante la incapacidad en los manejos de sus problemas internos y sus soluciones, presionando a otros, sin la intermediación de los sanos raciocinios donde las emociones entren en sus debidas proporciones.

En fin, nada de pleitos con enfrentamientos  apasionados y demostraciones machistas, si lo hacemos estaremos perdiendo todas las batallas cuando no gozamos de ventajas absolutas en muchos campos de la economía. Aquí es aconsejable la discreción.

Cuando David venció a Goliath, demostró que quien posee la inteligencia emocional gana todas las batallas. De esta forma se ganó la guerra a los Filisteos, se armó el camino hacia la libertad, que no es sentirse libre, sino en hacer lo correcto.

Por: Fausto Cotes N. 

Columnista
7 abril, 2025

La otra guerra: los aranceles

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Fausto Cotes

No se necesita más que unos conocimientos básicos y un poco de sentido común para entender qué es un arancel y por qué se exige o pone como un impuesto o tarifa que un gobierno tasa a los bienes que se importan o exportan y que tienen su base normal en la protección de la industria nacional para que, al aumentar el precio de los productos importados,  los productos nacionales sean más competitivos.


No se necesita más que unos conocimientos básicos y un poco de sentido común para entender qué es un arancel y por qué se exige o pone como un impuesto o tarifa que un gobierno tasa a los bienes que se importan o exportan y que tienen su base normal en la protección de la industria nacional para que, al aumentar el precio de los productos importados,  los productos nacionales sean más competitivos.

Desde luego, la recaudación de ingresos, debe mejorar; el comercio se regula para favorecer o restringir ciertos productos y, con el equilibrio de la balanza comercial, se puede ayudar a reducir el déficit comercial de un país.

En resumen, los aranceles se imponen para controlar el comercio exterior y proteger los intereses económicos de un país.

Subir los aranceles sobre las importaciones puede tener varias consecuencias negativas para un país, porque afectando el aumento de precios para con los consumidores, se reduce el poder adquisitivo y se genera una inflación, reduciendo por consiguiente el consumo y sin querer queriendo, aparecen las represalias comerciales ya que otros países pueden responder imponiendo aranceles a las exportaciones del país que inició la medida, afectando a sus industrias y reduciendo sus ventas en el extranjero, dando lugar a una menor competitividad y eficiencia que desmejora, y que como consecuencia trae la reducción del comercio y crecimiento económico, desacelerando la economía, afectando el empleo y la inversión extranjera.

En conclusión, aunque los aranceles pueden proteger ciertas industrias locales a corto plazo, a largo plazo pueden generar más perjuicios que beneficios.

La propensión marginal a consumir, que no es otra cosa que, la variación del consumo en relación con la variación del ingreso, en sentido sociológico, se refleja en patrones de comportamiento influenciados por la cultura, la clase social y las expectativas de futuro. 

Es una expresión de hábitos de consumo, aspiraciones y desigualdades, pero la presión social, el acceso al crédito y la percepción de estabilidad económica afectan el ingreso adicional que se destina al consumo y que afecta a los individuos y empresas que gastan ingresos adicionales en lugar de invertir o ahorrar.

En sentido político, influye en decisiones de tipo económico, como impuestos y subsidios. También afecta debates sobre redistribución, ya que sectores con menor ingreso suelen gastar más de su ingreso adicional.

Cuando los aranceles suben, la propensión a consumir de un producto tiende a disminuir, ya que los bienes importados se encarecen, y el poder adquisitivo de los consumidores cae. En general, el efecto depende de la estructura económica, la sustitución de importaciones y la capacidad de la industria local para responder.

En Colombia, las importaciones de productos básicos de consumo superan a las exportaciones en este sector. Esto indica que, aunque tengamos alguna ventaja absoluta en ciertos productos básicos, como café y banano, también padecemos de una cantidad significativa de alimentos y bebidas para satisfacer la demanda interna que necesariamente nos obliga a importar o incentivar su producción si las condiciones lo permiten, pero en un país azotado por la violencia permanente, nada está al alcance de la mano, si no se trabaja primero en los temas de la paz y reconciliación.

Desde luego que, ante un alza de aranceles en importaciones, Colombia debe fortalecer la producción nacional, diversificar mercados, fomentar acuerdos comerciales y promover incentivos a la industria local. También es clave apoyar la innovación.

Eso sí, hacer respetar la soberanía de un país es más importante para la dignidad de la vida de sus habitantes que las calamidades que se hayan de soportar ante el tipo de conflictos económicos y sociales que se sucedan por los enfrentamientos con el poder dominante de los países poderosos y sus imposiciones rebeldes ante la incapacidad en los manejos de sus problemas internos y sus soluciones, presionando a otros, sin la intermediación de los sanos raciocinios donde las emociones entren en sus debidas proporciones.

En fin, nada de pleitos con enfrentamientos  apasionados y demostraciones machistas, si lo hacemos estaremos perdiendo todas las batallas cuando no gozamos de ventajas absolutas en muchos campos de la economía. Aquí es aconsejable la discreción.

Cuando David venció a Goliath, demostró que quien posee la inteligencia emocional gana todas las batallas. De esta forma se ganó la guerra a los Filisteos, se armó el camino hacia la libertad, que no es sentirse libre, sino en hacer lo correcto.

Por: Fausto Cotes N.