Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 10 febrero, 2022

La nueva Teología de la Liberación

Desde sus inicios, con el concilio de Nicea (siglo IV), el cristianismo fue cooptado por una élite político-religiosa que impulsó intereses diferentes a los que Jesús el nazareno predicaba. Los contenidos de la Biblia, durante mil años, toda la edad media, solo los podían leer los clérigos, como si algo faltara; parece que se necesitara una acomodación de textos. 

Boton Wpp

Desde sus inicios, con el concilio de Nicea (siglo IV), el cristianismo fue cooptado por una élite político-religiosa que impulsó intereses diferentes a los que Jesús el nazareno predicaba. Los contenidos de la Biblia, durante mil años, toda la edad media, solo los podían leer los clérigos, como si algo faltara; parece que se necesitara una acomodación de textos. 

Es un largo periodo oscurantista no suficientemente aclarado por el Vaticano. Las primeras revisiones las pidió Lutero, quizás por los excesos mercantilistas del papa León X y por las extravagancias de otros papas cuyas conductas son dignas de examinar: Leones, Silvestres, Clementes, Inocencios, Píos, Benedictos y otros más; incluso, Juan XXIII, el llamado “papa bueno”, firmó el documento “Crimen Solicitations”, mediante el cual se ordenaba mantener en secreto los abusos sexuales cometidos por clérigos. 

Al final de la década del 60 del siglo pasado, surgió en América, en especial en Brasil, Colombia y Argentina, el concepto de Teología de la Liberación, un movimiento revisionista que pedía actualizar conceptos y prácticas cristianas. 

Fue aplastado por el sector más conservador del Vaticano en cabeza del cardenal Ratzinger, después papa Benedicto XVI. Muchos de los promotores de este movimiento restaurador fueron baleados como monseñor Romero en Salvador, Camilo Torres el nuestro, el padre Carlos Mejía en Argentina y otros más que fueron condenados al ostracismo; fue una especie de cruzada contra supuestas nuevas herejías, bautizadas ahora bajo el epíteto peyorativo de ateísmo. 

Hoy surge una nueva Teología de la Liberación, un nuevo intento de evangelización y actualización del cristianismo en manos de un argentino, el papa Francisco, quien cree en una iglesia más incluyente, en pro de los más necesitados. 

Bergoglio ha dicho que el concepto de Dios no está actualizado, que una persona puede ir al cielo siendo atea, que algunas de las mejores personas de la historia fueron ateas mientras que otros cometieron grandes crímenes en nombre de Dios, hoy sacralizados. 

Con este criterio, Camilo Torres hubiera tenido tiempo de enviarnos un nuevo mensaje de paz sin que lo hubieran empujado prematuramente a empuñar las armas. Este es un renacer espiritual esperanzador. Sin embargo, muchos han criticado la audiencia que Francisco le concedió a Petro tras su propuesta de un pacto por la paz y por la vida, desdeñando las estigmatizaciones que lo muestran como un ateo porque no comulga todos los domingos, no invoca a la virgen de Chiquinquirá, ni visita la tumba del padre Marianito y porque propone cosas que se apartan del sentir de los farsantes escondidos en un credo religioso; muchos, pretenden ocultar sus crímenes detrás de una hostia. 

El presidente Duque dijo que “ojalá Petro haya confesado sus pecados ante el papa”. Quienes tengan responsabilidad histórica con el país  deben confesar sus pecados comenzando con el mismo Duque y para eso está la JEP, que este gobierno ha obstaculizado y tratado de eliminar, pese a que hay muchos crímenes por confesar. ¿Cuáles temas le interesan al papa? La paz, el cambio climático y la equidad, esto es, la vida. Precisamente, estas son las preocupaciones de Petro. No creo que a Bergoglio le interese hablar con quiénes quieran bañar de glifosato los campos colombianos, ni con quiénes coopten los poderes del Estado, ni con quiénes chucen a la oposición. Amén.

Por Luis Napoleón de Armas P.

Columnista
10 febrero, 2022

La nueva Teología de la Liberación

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

Desde sus inicios, con el concilio de Nicea (siglo IV), el cristianismo fue cooptado por una élite político-religiosa que impulsó intereses diferentes a los que Jesús el nazareno predicaba. Los contenidos de la Biblia, durante mil años, toda la edad media, solo los podían leer los clérigos, como si algo faltara; parece que se necesitara una acomodación de textos. 


Desde sus inicios, con el concilio de Nicea (siglo IV), el cristianismo fue cooptado por una élite político-religiosa que impulsó intereses diferentes a los que Jesús el nazareno predicaba. Los contenidos de la Biblia, durante mil años, toda la edad media, solo los podían leer los clérigos, como si algo faltara; parece que se necesitara una acomodación de textos. 

Es un largo periodo oscurantista no suficientemente aclarado por el Vaticano. Las primeras revisiones las pidió Lutero, quizás por los excesos mercantilistas del papa León X y por las extravagancias de otros papas cuyas conductas son dignas de examinar: Leones, Silvestres, Clementes, Inocencios, Píos, Benedictos y otros más; incluso, Juan XXIII, el llamado “papa bueno”, firmó el documento “Crimen Solicitations”, mediante el cual se ordenaba mantener en secreto los abusos sexuales cometidos por clérigos. 

Al final de la década del 60 del siglo pasado, surgió en América, en especial en Brasil, Colombia y Argentina, el concepto de Teología de la Liberación, un movimiento revisionista que pedía actualizar conceptos y prácticas cristianas. 

Fue aplastado por el sector más conservador del Vaticano en cabeza del cardenal Ratzinger, después papa Benedicto XVI. Muchos de los promotores de este movimiento restaurador fueron baleados como monseñor Romero en Salvador, Camilo Torres el nuestro, el padre Carlos Mejía en Argentina y otros más que fueron condenados al ostracismo; fue una especie de cruzada contra supuestas nuevas herejías, bautizadas ahora bajo el epíteto peyorativo de ateísmo. 

Hoy surge una nueva Teología de la Liberación, un nuevo intento de evangelización y actualización del cristianismo en manos de un argentino, el papa Francisco, quien cree en una iglesia más incluyente, en pro de los más necesitados. 

Bergoglio ha dicho que el concepto de Dios no está actualizado, que una persona puede ir al cielo siendo atea, que algunas de las mejores personas de la historia fueron ateas mientras que otros cometieron grandes crímenes en nombre de Dios, hoy sacralizados. 

Con este criterio, Camilo Torres hubiera tenido tiempo de enviarnos un nuevo mensaje de paz sin que lo hubieran empujado prematuramente a empuñar las armas. Este es un renacer espiritual esperanzador. Sin embargo, muchos han criticado la audiencia que Francisco le concedió a Petro tras su propuesta de un pacto por la paz y por la vida, desdeñando las estigmatizaciones que lo muestran como un ateo porque no comulga todos los domingos, no invoca a la virgen de Chiquinquirá, ni visita la tumba del padre Marianito y porque propone cosas que se apartan del sentir de los farsantes escondidos en un credo religioso; muchos, pretenden ocultar sus crímenes detrás de una hostia. 

El presidente Duque dijo que “ojalá Petro haya confesado sus pecados ante el papa”. Quienes tengan responsabilidad histórica con el país  deben confesar sus pecados comenzando con el mismo Duque y para eso está la JEP, que este gobierno ha obstaculizado y tratado de eliminar, pese a que hay muchos crímenes por confesar. ¿Cuáles temas le interesan al papa? La paz, el cambio climático y la equidad, esto es, la vida. Precisamente, estas son las preocupaciones de Petro. No creo que a Bergoglio le interese hablar con quiénes quieran bañar de glifosato los campos colombianos, ni con quiénes coopten los poderes del Estado, ni con quiénes chucen a la oposición. Amén.

Por Luis Napoleón de Armas P.