La operación colibrí tuvo lugar en la Alemania nazi, donde Adolf Hitler adelantaba una purga política dentro de su partido, la cual consistió en ejecutar una serie de asesinatos, cuyo principal blanco fue Ernst Röhm, principal jefe del grupo militarizado SA y su cúpula para consolidar su poder y hegemonía. En Colombia, aunque parezca dantesco […]
La operación colibrí tuvo lugar en la Alemania nazi, donde Adolf Hitler adelantaba una purga política dentro de su partido, la cual consistió en ejecutar una serie de asesinatos, cuyo principal blanco fue Ernst Röhm, principal jefe del grupo militarizado SA y su cúpula para consolidar su poder y hegemonía.
En Colombia, aunque parezca dantesco y guardando las proporciones, han ocurrido hechos que buscan garantizar la supremacía de una clase dirigente y negar la posibilidad de cambio y renovación que el pueblo añora. Para ello se han utilizado diversos mecanismos que conllevan a silenciar, desprestigiar y menoscabar al adversario con el único propósito de garantizar el fervor popular y el apoyo en las urnas.
Fuimos testigos del exterminio selectivo de los miembros de la UP, quienes fueron aniquilados de manera sistemática, donde 2 candidatos presidenciales, cientos de líderes regionales y locales perdieron la vida ante una dolorosa indiferencia de la sociedad e inoperante justicia, que permitió de manera cómplice la aniquilación de una fuerza política que se constituía en una amenaza contra la clase dirigente de la época.
En tiempos modernos hemos evidenciado cómo la agencia de inteligencia del Estado realizaba interceptaciones telefónicas y seguimientos ilegales a diferentes líderes de la oposición, magistrados, periodistas y funcionarios del Estado con el objetivo de realizar campañas de desprestigio de estos personajes para evitar sus posiciones, decisiones e investigaciones en contra del gobierno.
De la misma manera presenciamos cómo desde el ministerio público presuntamente se inhabilitaba o destituía funcionarios ajenos a sus ideales y doctrina con el pretexto de defender los intereses colectivos y velar por un diligente y eficiente ejercicio de las funciones administrativas.
Así mismo, es común encontrar que políticos o funcionarios instauren recusación contra los jueces que adelantan investigaciones en su contra, poniendo en tela de juicio su capacidad o imparcialidad dentro de la investigación, dilatando de esta manera el proceso y tratando de favorecerse dentro del mismo.
Además, es recurrente escuchar a las diferentes figuras políticas del país denigrar, injuriar y calumniar a sus adversarios, unos acusando de los males que padece el país a los que gozan las mieles del poder y los otros incriminando a las nuevas fuerzas políticas de pretender llevar al país a la destrucción si consiguen llegar a gobernar.
Ahora la nueva modalidad en la que se está incursionando es la de entutelar a los opositores de nuestros ideales, acciones y actuaciones, por eso quienes pretenden informar a la opinión pública de nuestro mal actuar lo obligamos a retractarse, rectificar o modificar su afirmación acudiendo a derechos fundamentales como el buen nombre, honra, dignidad o presunción de inocencia, aunque estas aseveraciones sean de conocimiento público.
Debemos poner punto final a este mecanismo de defensa utilizado para silenciar, desprestigiar y menoscabar a nuestros adversarios y no repetir la historia nazi que en la noche de los cuchillos largos inició un estallido de violencia y muerte que prosiguió con la noche de los cristales rotos, que llevaría a Colombia a la anarquía o dictadura que nos conduciría a una verdadera hecatombe.
Por Diógenes Pino
La operación colibrí tuvo lugar en la Alemania nazi, donde Adolf Hitler adelantaba una purga política dentro de su partido, la cual consistió en ejecutar una serie de asesinatos, cuyo principal blanco fue Ernst Röhm, principal jefe del grupo militarizado SA y su cúpula para consolidar su poder y hegemonía. En Colombia, aunque parezca dantesco […]
La operación colibrí tuvo lugar en la Alemania nazi, donde Adolf Hitler adelantaba una purga política dentro de su partido, la cual consistió en ejecutar una serie de asesinatos, cuyo principal blanco fue Ernst Röhm, principal jefe del grupo militarizado SA y su cúpula para consolidar su poder y hegemonía.
En Colombia, aunque parezca dantesco y guardando las proporciones, han ocurrido hechos que buscan garantizar la supremacía de una clase dirigente y negar la posibilidad de cambio y renovación que el pueblo añora. Para ello se han utilizado diversos mecanismos que conllevan a silenciar, desprestigiar y menoscabar al adversario con el único propósito de garantizar el fervor popular y el apoyo en las urnas.
Fuimos testigos del exterminio selectivo de los miembros de la UP, quienes fueron aniquilados de manera sistemática, donde 2 candidatos presidenciales, cientos de líderes regionales y locales perdieron la vida ante una dolorosa indiferencia de la sociedad e inoperante justicia, que permitió de manera cómplice la aniquilación de una fuerza política que se constituía en una amenaza contra la clase dirigente de la época.
En tiempos modernos hemos evidenciado cómo la agencia de inteligencia del Estado realizaba interceptaciones telefónicas y seguimientos ilegales a diferentes líderes de la oposición, magistrados, periodistas y funcionarios del Estado con el objetivo de realizar campañas de desprestigio de estos personajes para evitar sus posiciones, decisiones e investigaciones en contra del gobierno.
De la misma manera presenciamos cómo desde el ministerio público presuntamente se inhabilitaba o destituía funcionarios ajenos a sus ideales y doctrina con el pretexto de defender los intereses colectivos y velar por un diligente y eficiente ejercicio de las funciones administrativas.
Así mismo, es común encontrar que políticos o funcionarios instauren recusación contra los jueces que adelantan investigaciones en su contra, poniendo en tela de juicio su capacidad o imparcialidad dentro de la investigación, dilatando de esta manera el proceso y tratando de favorecerse dentro del mismo.
Además, es recurrente escuchar a las diferentes figuras políticas del país denigrar, injuriar y calumniar a sus adversarios, unos acusando de los males que padece el país a los que gozan las mieles del poder y los otros incriminando a las nuevas fuerzas políticas de pretender llevar al país a la destrucción si consiguen llegar a gobernar.
Ahora la nueva modalidad en la que se está incursionando es la de entutelar a los opositores de nuestros ideales, acciones y actuaciones, por eso quienes pretenden informar a la opinión pública de nuestro mal actuar lo obligamos a retractarse, rectificar o modificar su afirmación acudiendo a derechos fundamentales como el buen nombre, honra, dignidad o presunción de inocencia, aunque estas aseveraciones sean de conocimiento público.
Debemos poner punto final a este mecanismo de defensa utilizado para silenciar, desprestigiar y menoscabar a nuestros adversarios y no repetir la historia nazi que en la noche de los cuchillos largos inició un estallido de violencia y muerte que prosiguió con la noche de los cristales rotos, que llevaría a Colombia a la anarquía o dictadura que nos conduciría a una verdadera hecatombe.
Por Diógenes Pino