Si hay algo que exija la mayor pulcritud e integridad en un líder empresarial es poder anteponer los intereses generales sobre los particulares puesto que en sus manos no solo tiene la responsabilidad de desarrollar la empresa en todos los ejes sino responderles a los accionistas por su inversión y es aquí donde nuestra ciudad […]
Si hay algo que exija la mayor pulcritud e integridad en un líder empresarial es poder anteponer los intereses generales sobre los particulares puesto que en sus manos no solo tiene la responsabilidad de desarrollar la empresa en todos los ejes sino responderles a los accionistas por su inversión y es aquí donde nuestra ciudad tiene dificultades, por supuesto con contadas excepciones de éxito.
Como es casi seguro que los lectores de esta columna son personas mayores de cuarenta años, entonces pueden recordar que por allá en los años setenta y ochenta la mayoría de los bancos comerciales tenían sede en Valledupar al igual que otras empresas de carácter nacional; sin embargo, a inicios de los noventa ya la mayoría de éstas habían cerrado operaciones y otras habían centralizado sus decisiones en Barranquilla y las demás directamente en sus casas matriz en Bogotá, el motivo: malos manejos, indelicadezas de los gerentes y otros terminaron entregando malas cuentas a sus superiores y por supuesto a los accionistas; ni más faltaba no mencionar que otros salieron en hombros inclusive pensionados con excepcionales resultados de gestión, otros, terminaron señalados por el dedo acusador de la sanción social, cuando valía.
Lo que estoy diciendo no es un invento mío, insisto, todos lo saben y solo es cuestión de remover un poquito las aguas de la historia para que afloren los recuerdos de aquella época gloriosa donde los gerentes de los bancos (no todos) hacían fiesta con los créditos los cuales colocaban a sus amigotes sin mayores garantías, como olvidar la gloriosa Caja Agraria, Cicolac, Federaltex, la antigua “zona de carreteras”, las cooperativas algodoneras, La Vallenata, el hospital Rosario Pumarejo de López solo por mencionar algunas, pero no solo fueron sus gerentes y directores (no todos), recordemos que los sindicatos también tienen en su haber la quiebra de muchas de esas empresas. Cómo olvidar aquel episodio de un petardo que explotó en la fábrica de la entonces Coca Cola en medio de una negociación de pliego de peticiones o el saboteo hecho a la entonces planta de Borden (Hoy DPA), pero esto tiene otro capítulo.
Nuestro problema es cultural, y está arraigado casi que en la psiquis y en el ADN, creemos ciegamente que cuando tenemos el manejo de una organización tenemos patente para aplicar la cultura del saqueo o de tierra quemada, y conste que estoy usando un verbo incluyente porque a pesar que mis valores son totalmente contrarios a los que estoy expresando, soy de esta tierra y me da urticaria este tipo de prácticas; esa actitud de ventaja sobre los demás, la imposición de marrullas para saltarme la norma y sacar provecho, enterrar por completo la ética, la moral, incluso la ley para aprovecharme, es un tumor maligno que ya hizo metástasis, pero lo grave es que ya fue incorporado como una práctica normal, en otras palabras más castizas: “marica el último” .
La cultura empresarial, incluso de otras regiones por no citar la de otros países, tienen especial cuidado en el diseño de las estructuras jurídicas de las sociedades y particularmente se esfuerzan muchísimo en que los gobiernos corporativos queden meticulosamente blindados contra prácticas deshonestas y así evitar que de excepción en excepción se generen reglas y, por esa vía, culturas nefastas que terminan enterrando a las empresas y, en nuestro medio, pareciese que nos da igual que éstas se vayan a pique con todo lo que eso implica, creo que la más reciente y sobre la cual escribí es prueba de ello.
Finalmente debemos recordar que lo que es de todos termina siendo de nadie, cuando una empresa cae en este tipo de prácticas se genera una cultura peligrosa pues todo el mundo actúa bajo criterio propio y casi siempre busca la manera de dañarla, clientes, proveedores, empleados, el Estado, y hasta sus accionistas, puesto que aquí aplica perfectamente el refrán de que, en río revuelto, ganancia de pescadores.
Dato de cierre: el relevo generacional de las empresas de Valledupar está escandalosamente amenazado, puesto que son muy contadas las empresas que tienen garantizado este relevo; la migración de capitales hacia otras ciudades en busca de otros nichos de negocios como la propiedad raíz va en aumento e inversamente proporcional a los capitales vampiro y empresas de papel que se pegan al tubo llamado contratación.
Por: Eloy Gutiérrez Anaya
Si hay algo que exija la mayor pulcritud e integridad en un líder empresarial es poder anteponer los intereses generales sobre los particulares puesto que en sus manos no solo tiene la responsabilidad de desarrollar la empresa en todos los ejes sino responderles a los accionistas por su inversión y es aquí donde nuestra ciudad […]
Si hay algo que exija la mayor pulcritud e integridad en un líder empresarial es poder anteponer los intereses generales sobre los particulares puesto que en sus manos no solo tiene la responsabilidad de desarrollar la empresa en todos los ejes sino responderles a los accionistas por su inversión y es aquí donde nuestra ciudad tiene dificultades, por supuesto con contadas excepciones de éxito.
Como es casi seguro que los lectores de esta columna son personas mayores de cuarenta años, entonces pueden recordar que por allá en los años setenta y ochenta la mayoría de los bancos comerciales tenían sede en Valledupar al igual que otras empresas de carácter nacional; sin embargo, a inicios de los noventa ya la mayoría de éstas habían cerrado operaciones y otras habían centralizado sus decisiones en Barranquilla y las demás directamente en sus casas matriz en Bogotá, el motivo: malos manejos, indelicadezas de los gerentes y otros terminaron entregando malas cuentas a sus superiores y por supuesto a los accionistas; ni más faltaba no mencionar que otros salieron en hombros inclusive pensionados con excepcionales resultados de gestión, otros, terminaron señalados por el dedo acusador de la sanción social, cuando valía.
Lo que estoy diciendo no es un invento mío, insisto, todos lo saben y solo es cuestión de remover un poquito las aguas de la historia para que afloren los recuerdos de aquella época gloriosa donde los gerentes de los bancos (no todos) hacían fiesta con los créditos los cuales colocaban a sus amigotes sin mayores garantías, como olvidar la gloriosa Caja Agraria, Cicolac, Federaltex, la antigua “zona de carreteras”, las cooperativas algodoneras, La Vallenata, el hospital Rosario Pumarejo de López solo por mencionar algunas, pero no solo fueron sus gerentes y directores (no todos), recordemos que los sindicatos también tienen en su haber la quiebra de muchas de esas empresas. Cómo olvidar aquel episodio de un petardo que explotó en la fábrica de la entonces Coca Cola en medio de una negociación de pliego de peticiones o el saboteo hecho a la entonces planta de Borden (Hoy DPA), pero esto tiene otro capítulo.
Nuestro problema es cultural, y está arraigado casi que en la psiquis y en el ADN, creemos ciegamente que cuando tenemos el manejo de una organización tenemos patente para aplicar la cultura del saqueo o de tierra quemada, y conste que estoy usando un verbo incluyente porque a pesar que mis valores son totalmente contrarios a los que estoy expresando, soy de esta tierra y me da urticaria este tipo de prácticas; esa actitud de ventaja sobre los demás, la imposición de marrullas para saltarme la norma y sacar provecho, enterrar por completo la ética, la moral, incluso la ley para aprovecharme, es un tumor maligno que ya hizo metástasis, pero lo grave es que ya fue incorporado como una práctica normal, en otras palabras más castizas: “marica el último” .
La cultura empresarial, incluso de otras regiones por no citar la de otros países, tienen especial cuidado en el diseño de las estructuras jurídicas de las sociedades y particularmente se esfuerzan muchísimo en que los gobiernos corporativos queden meticulosamente blindados contra prácticas deshonestas y así evitar que de excepción en excepción se generen reglas y, por esa vía, culturas nefastas que terminan enterrando a las empresas y, en nuestro medio, pareciese que nos da igual que éstas se vayan a pique con todo lo que eso implica, creo que la más reciente y sobre la cual escribí es prueba de ello.
Finalmente debemos recordar que lo que es de todos termina siendo de nadie, cuando una empresa cae en este tipo de prácticas se genera una cultura peligrosa pues todo el mundo actúa bajo criterio propio y casi siempre busca la manera de dañarla, clientes, proveedores, empleados, el Estado, y hasta sus accionistas, puesto que aquí aplica perfectamente el refrán de que, en río revuelto, ganancia de pescadores.
Dato de cierre: el relevo generacional de las empresas de Valledupar está escandalosamente amenazado, puesto que son muy contadas las empresas que tienen garantizado este relevo; la migración de capitales hacia otras ciudades en busca de otros nichos de negocios como la propiedad raíz va en aumento e inversamente proporcional a los capitales vampiro y empresas de papel que se pegan al tubo llamado contratación.
Por: Eloy Gutiérrez Anaya