Por: NURIS PARDO CONRADO El sábado anterior, fue vilmente asesinado Freddy Naranjo Bayona, en el municipio de Aguachica – Cesar, delante de su esposa, quien según este augusto periódico, al ver el cruel ataque agarró por las ropas al sicario, que como pudo logró zafarse y huir en una motocicleta que lo esperaba cerca del […]
Por: NURIS PARDO CONRADO
El sábado anterior, fue vilmente asesinado Freddy Naranjo Bayona, en el municipio de Aguachica – Cesar, delante de su esposa, quien según este augusto periódico, al ver el cruel ataque agarró por las ropas al sicario, que como pudo logró zafarse y huir en una motocicleta que lo esperaba cerca del lugar del homicidio.
Si no fuera porque Naranjo Bayona era el único vocal de control social de los servicios públicos domiciliarios que quedaba en esa ciudad, éste execrable hecho hubiera sido casi que intranscendente, o uno más, de los múltiples que a diario ocurren impunemente en el departamento del Cesar, al extremo que los ciudadanos tristemente se han acostumbrado a estas lamentables noticias, casi que sin inmutarse y sin que las autoridades competentes hagan lo apropiado para afrontar la ola de criminalidad que hace mucho rato azota esta región del país, sin que los esfuerzos que se han realizado, muchos de ellos equivocados, hayan logrado disminuir la ascendente criminalidad en el Cesar.
Naranjo Bayona era una persona de bien, seria, respetuosa, responsable, desinteresada, libre y de buenas costumbres, con quien intercambié muchos momentos en su calidad de defensor de los derechos de los usuarios de los servicios públicos domiciliarios, siempre en defensa del bien común y de los más necesitados. Se mató a un símbolo, desde la trinchera oscura del sicarito para acallar y amedrentar aún más a la sufrida sociedad civil, en una nación donde se mata por que sí y por qué no y donde alzar la voz frente al poder por muy altruista que sea su finalidad, la recompensa en la mayoría de los casos, es la amenaza y el aniquilamiento, sin que haya temor a nada ni a nadie, a pesar que nos cataloguemos de democráticos y cristianos, por cuanto nos encontramos ante un estado incapaz, paquidérmico, que no defiende la vida y ante una justicia casi que arrodillada frente al delito, autoridades desentendidas de sus congéneres, victimas de toda clase de delitos, vejámenes y atropellos, los cuales casi siempre quedan en la impunidad, aunque la gente sepa a voz populi quien o quienes son los responsables, los que después caminan orondos pavoneándose de sus acciones desalmadas.
Se dice que Naranjo Bayona había denunciado amenazas contra su vida, por lo que las autoridades lo protegían a través del plan padrino, lo que deja mucho que desear ya que minutos antes habían estado en su residencia.
Los habitantes de Aguachica, la mayoría de ellos, gente buena, han sufrido estoicamente los embates de la violencia y el delito, tal vez, por su riqueza, su posición estratégica, la fertilidad de sus tierras y lo aguerrido de su gente, ha sido presa apetecida de la delincuencia y el terror, ahora, para colmo de males, esa sociedad tan necesitada y vilipendiada, se queda sin quien los defienda de los atropellos de las empresas de los servicios públicos domiciliarios; en una ciudad que, como en tantas otras del departamento, existen muchos problemas en la prestación de éstos.
Claro, no podemos seguir siendo ingenuos y pedir peras al olmo, por lo que los ciudadanos no podemos esperar mucho de las autoridades en el cumplimiento de su obligación de garantizarnos unos servicios públicos eficientes, con derechos y deberes, pues, si no defienden la vida de sus habitantes – bastión vertebral de todo estado social de derecho, mucho menos, lo van hacer de los atropellos que sufrimos como usuarios de los servicios públicos domiciliarios.
Van mis votos de solidaridad y condolencias al pueblo de Aguachica y particularmente a los familiares de este líder popular, gran amigo y gran señor, y hago un llamado a las autoridades para que este crimen no quede en la impunidad.
[email protected]
Por: NURIS PARDO CONRADO El sábado anterior, fue vilmente asesinado Freddy Naranjo Bayona, en el municipio de Aguachica – Cesar, delante de su esposa, quien según este augusto periódico, al ver el cruel ataque agarró por las ropas al sicario, que como pudo logró zafarse y huir en una motocicleta que lo esperaba cerca del […]
Por: NURIS PARDO CONRADO
El sábado anterior, fue vilmente asesinado Freddy Naranjo Bayona, en el municipio de Aguachica – Cesar, delante de su esposa, quien según este augusto periódico, al ver el cruel ataque agarró por las ropas al sicario, que como pudo logró zafarse y huir en una motocicleta que lo esperaba cerca del lugar del homicidio.
Si no fuera porque Naranjo Bayona era el único vocal de control social de los servicios públicos domiciliarios que quedaba en esa ciudad, éste execrable hecho hubiera sido casi que intranscendente, o uno más, de los múltiples que a diario ocurren impunemente en el departamento del Cesar, al extremo que los ciudadanos tristemente se han acostumbrado a estas lamentables noticias, casi que sin inmutarse y sin que las autoridades competentes hagan lo apropiado para afrontar la ola de criminalidad que hace mucho rato azota esta región del país, sin que los esfuerzos que se han realizado, muchos de ellos equivocados, hayan logrado disminuir la ascendente criminalidad en el Cesar.
Naranjo Bayona era una persona de bien, seria, respetuosa, responsable, desinteresada, libre y de buenas costumbres, con quien intercambié muchos momentos en su calidad de defensor de los derechos de los usuarios de los servicios públicos domiciliarios, siempre en defensa del bien común y de los más necesitados. Se mató a un símbolo, desde la trinchera oscura del sicarito para acallar y amedrentar aún más a la sufrida sociedad civil, en una nación donde se mata por que sí y por qué no y donde alzar la voz frente al poder por muy altruista que sea su finalidad, la recompensa en la mayoría de los casos, es la amenaza y el aniquilamiento, sin que haya temor a nada ni a nadie, a pesar que nos cataloguemos de democráticos y cristianos, por cuanto nos encontramos ante un estado incapaz, paquidérmico, que no defiende la vida y ante una justicia casi que arrodillada frente al delito, autoridades desentendidas de sus congéneres, victimas de toda clase de delitos, vejámenes y atropellos, los cuales casi siempre quedan en la impunidad, aunque la gente sepa a voz populi quien o quienes son los responsables, los que después caminan orondos pavoneándose de sus acciones desalmadas.
Se dice que Naranjo Bayona había denunciado amenazas contra su vida, por lo que las autoridades lo protegían a través del plan padrino, lo que deja mucho que desear ya que minutos antes habían estado en su residencia.
Los habitantes de Aguachica, la mayoría de ellos, gente buena, han sufrido estoicamente los embates de la violencia y el delito, tal vez, por su riqueza, su posición estratégica, la fertilidad de sus tierras y lo aguerrido de su gente, ha sido presa apetecida de la delincuencia y el terror, ahora, para colmo de males, esa sociedad tan necesitada y vilipendiada, se queda sin quien los defienda de los atropellos de las empresas de los servicios públicos domiciliarios; en una ciudad que, como en tantas otras del departamento, existen muchos problemas en la prestación de éstos.
Claro, no podemos seguir siendo ingenuos y pedir peras al olmo, por lo que los ciudadanos no podemos esperar mucho de las autoridades en el cumplimiento de su obligación de garantizarnos unos servicios públicos eficientes, con derechos y deberes, pues, si no defienden la vida de sus habitantes – bastión vertebral de todo estado social de derecho, mucho menos, lo van hacer de los atropellos que sufrimos como usuarios de los servicios públicos domiciliarios.
Van mis votos de solidaridad y condolencias al pueblo de Aguachica y particularmente a los familiares de este líder popular, gran amigo y gran señor, y hago un llamado a las autoridades para que este crimen no quede en la impunidad.
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