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Columnista - 8 noviembre, 2021

La mariposa y las normas

A las normas legales les pasa como a las mariposas, primero son huevos, de los que eclosionan en forma de larva, conforme estas engordan se convierten en coloridas orugas, y luego una bolsa protectora las rodea, entran en la fase de crisálida y de allí pasan a ser adultos, es decir, las mariposas que vemos volar. […]

A las normas legales les pasa como a las mariposas, primero son huevos, de los que eclosionan en forma de larva, conforme estas engordan se convierten en coloridas orugas, y luego una bolsa protectora las rodea, entran en la fase de crisálida y de allí pasan a ser adultos, es decir, las mariposas que vemos volar. A ese insecto volador que es ya un nuevo ser no se le puede dar trato ni de huevo, ni de oruga ni de crisálida, pues es ya una mariposa.

Algo similar ocurre con las leyes en las que para formarlas es posible que hayan intervenido conceptos morales y religiosos y que la norma resultante posea la silueta de esos valores, pero una vez aprobadas son leyes y dejan atrás la influencia que las inspiraron y se convierten en providencias de imperativa y coercitiva aplicación y pasan a ser heterónomas, es decir, su vigencia no depende del gusto o aceptación de los sujetos a quienes van dirigidas.

Hans Kelsen fue un filósofo austríaco que elaboró ‘La teoría pura del Derecho’ con la que pretendió y  obtuvo que se trazaran unas líneas conceptuales,  separadoras y diferenciadoras  entre las  varias normas que rigen la conducta del ser humano en sociedad  como las  de la religión,   moral, el trato social y las del derecho, con lo que se dio uno de los pasos más trascendentales no solo en la ciencia del derecho, sino en la consolidación de las bases para la civilización,  precisando qué normas deben regir universal, obligatoria y coercitivamente,  y otras que mandan restringidamente  dentro  de los grupos de interés, reafirmando los valores que  nos dan identidad y unidad  y que reúnen y obligan políticamente. Aquí el símil entre el capullo y el proyecto de ley y la mariposa vale. 

Quien bien adhiere esta teoría pondrá cada cosa en su lugar, es así que un juez al fallar, por ejemplo, deberá dejar de lado sus convicciones morales y religiosas y atenerse a lo establecido en la ley, en su indiscutible soberanía y primacía. En la medida que así lo haga estaremos en presencia de un funcionario maduro y consecuente. Si la mayoría de sus colegas actúan en forman similar tendremos un confiable y sólido régimen de justicia.

La interpretación y aplicación de las normas del derecho no deben tener influencia de sentimientos de la moral y la religión de quien lo hace. Los juicios o apreciaciones diferentes a los estrictamente legales no caben, el mundo del derecho cual mariposa se despoja de todo lo que ayudó a crearla y entra a brillar con luz propia, sin ataduras.

Cuando se solicita el procedimiento de la eutanasia y se cumplen con todas las exigencias de ley, y al final el juez resuelve a favor del peticionario, aquí ya no caben razonamientos morales ni religiosos. Eso ya fue objeto de debate en el cual influyeron, a no dudarlo, estos sentimientos, pero lo resultante es una ley y tal como se expresa, la ley es dura, pero es la ley y debe ser aplicada tranquila y serenamente. El disenso con su contenido cabe, pero lo que no es aceptable son las maniobras torticeras para torcerle el pescuezo a la ley.

La oposición debe hacerse con una nueva ley al gusto de los inconformes, pero mientras se aprueba esta, rige la existente. Rasgar vestiduras y hacer exhibiciones no vale.

Columnista
8 noviembre, 2021

La mariposa y las normas

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Jaime García Chadid.

A las normas legales les pasa como a las mariposas, primero son huevos, de los que eclosionan en forma de larva, conforme estas engordan se convierten en coloridas orugas, y luego una bolsa protectora las rodea, entran en la fase de crisálida y de allí pasan a ser adultos, es decir, las mariposas que vemos volar. […]


A las normas legales les pasa como a las mariposas, primero son huevos, de los que eclosionan en forma de larva, conforme estas engordan se convierten en coloridas orugas, y luego una bolsa protectora las rodea, entran en la fase de crisálida y de allí pasan a ser adultos, es decir, las mariposas que vemos volar. A ese insecto volador que es ya un nuevo ser no se le puede dar trato ni de huevo, ni de oruga ni de crisálida, pues es ya una mariposa.

Algo similar ocurre con las leyes en las que para formarlas es posible que hayan intervenido conceptos morales y religiosos y que la norma resultante posea la silueta de esos valores, pero una vez aprobadas son leyes y dejan atrás la influencia que las inspiraron y se convierten en providencias de imperativa y coercitiva aplicación y pasan a ser heterónomas, es decir, su vigencia no depende del gusto o aceptación de los sujetos a quienes van dirigidas.

Hans Kelsen fue un filósofo austríaco que elaboró ‘La teoría pura del Derecho’ con la que pretendió y  obtuvo que se trazaran unas líneas conceptuales,  separadoras y diferenciadoras  entre las  varias normas que rigen la conducta del ser humano en sociedad  como las  de la religión,   moral, el trato social y las del derecho, con lo que se dio uno de los pasos más trascendentales no solo en la ciencia del derecho, sino en la consolidación de las bases para la civilización,  precisando qué normas deben regir universal, obligatoria y coercitivamente,  y otras que mandan restringidamente  dentro  de los grupos de interés, reafirmando los valores que  nos dan identidad y unidad  y que reúnen y obligan políticamente. Aquí el símil entre el capullo y el proyecto de ley y la mariposa vale. 

Quien bien adhiere esta teoría pondrá cada cosa en su lugar, es así que un juez al fallar, por ejemplo, deberá dejar de lado sus convicciones morales y religiosas y atenerse a lo establecido en la ley, en su indiscutible soberanía y primacía. En la medida que así lo haga estaremos en presencia de un funcionario maduro y consecuente. Si la mayoría de sus colegas actúan en forman similar tendremos un confiable y sólido régimen de justicia.

La interpretación y aplicación de las normas del derecho no deben tener influencia de sentimientos de la moral y la religión de quien lo hace. Los juicios o apreciaciones diferentes a los estrictamente legales no caben, el mundo del derecho cual mariposa se despoja de todo lo que ayudó a crearla y entra a brillar con luz propia, sin ataduras.

Cuando se solicita el procedimiento de la eutanasia y se cumplen con todas las exigencias de ley, y al final el juez resuelve a favor del peticionario, aquí ya no caben razonamientos morales ni religiosos. Eso ya fue objeto de debate en el cual influyeron, a no dudarlo, estos sentimientos, pero lo resultante es una ley y tal como se expresa, la ley es dura, pero es la ley y debe ser aplicada tranquila y serenamente. El disenso con su contenido cabe, pero lo que no es aceptable son las maniobras torticeras para torcerle el pescuezo a la ley.

La oposición debe hacerse con una nueva ley al gusto de los inconformes, pero mientras se aprueba esta, rige la existente. Rasgar vestiduras y hacer exhibiciones no vale.