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Columnista - 29 septiembre, 2013

La madurez política

Es una perogrullada: ‘hay que comenzar por el principio’, pero válida. Hasta la vida tiene un principio y un fin; con ese tema, al revés, se hizo la película ‘El curioso caso de Benjamín Button’, el que nació viejo y murió bebé, así es la ficción.

Por Mary Daza Orozco

Es una perogrullada: ‘hay que comenzar por el principio’, pero válida. Hasta la vida tiene un principio y un fin; con ese tema, al revés, se hizo  la película ‘El curioso caso de Benjamín Button’, el que nació viejo y murió bebé, así es la ficción.

Colombia no es ficción, es un país con realidades duras, con adversidades, con un futuro abierto, desde hace tiempo, en  espera de que alguien con madurez y sapiencia lo lleve a la  tranquilidad, honradez y progreso que se merece; pero parece que va a tener que esperar mucho tiempo para lograrlo, porque además de haberse enfrascado en discusiones, encuestas, ofensas entre los que aspiran a llegar a corporaciones y a la presidencia, se conforman lista de aspirantes con nombres de jovencitos que si no han definido o cimentado sus vidas, menos van a hacerlo con la realidad del país.

Quieren comenzar por el fin, por donde deberían terminar luego de que conozcan, sirvan, consoliden un programa social antes que político, o político-social  que puedan presentar a su electores y que le sirva de verdad a su región y a la nación. 

Eso de conformar listas para ganar una curul no es un reinado de belleza en el que  solo se necesita salir del colegio o universidad para ir a ceñir una corona y congelar una sonrisa mientras dure la gloria; sin embargo, hay nombre de jovencitos, que fueron mis alumnos, todavía sin lucidez y enjundia evidentes, que están aspirando a ocupar puestos que deben ser sagrados porque del respeto que se les tenga depende el bienestar del país complejo y adolorido. Ese respeto se traduce en madurez, en tener conciencia de ¿por qué quiere llegar a un alto cargo lleno de responsabilidades?, de ¿qué va a hacer y cómo? Para lograr las repuestas se necesita preparación, no me refiero a una carrera, o sí a la carrera política que es llevar al país o a la región en la cabeza con sus necesidades, con sus esperanzas y saber con honradez si se es capaz de llenar las expectativas de los que los elijan. 

Hay nombres que suenan, que nunca han pisado un concejo municipal ni como curiosos, que no conocen los barrios tristes, que no han sido víctimas de la inseguridad, que no saben lo que es no tener ni para un transporte; que no han sudado la camiseta.

El país no está para improvisaciones, ni para ensayos, necesita manos duras, pero limpias; mentes ágiles y lúcidas; actitudes compasivas, pero indeclinables ante lo que dañe a la sociedad; no jovencitos que comiencen su hoja de vida sentados en una curul sin saber que allá en el barrio alejado de su pueblo hay hambre, calles que son barrizales, juventud que se entrena para  figurar en el hampa, en fin, necesidades infinitas.

¿Y los viejos? Que si no han dado ejemplo de madurez política que comiencen, para que  los jovencitos los puedan emular. 

 

Columnista
29 septiembre, 2013

La madurez política

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Mary Daza Orozco

Es una perogrullada: ‘hay que comenzar por el principio’, pero válida. Hasta la vida tiene un principio y un fin; con ese tema, al revés, se hizo la película ‘El curioso caso de Benjamín Button’, el que nació viejo y murió bebé, así es la ficción.


Por Mary Daza Orozco

Es una perogrullada: ‘hay que comenzar por el principio’, pero válida. Hasta la vida tiene un principio y un fin; con ese tema, al revés, se hizo  la película ‘El curioso caso de Benjamín Button’, el que nació viejo y murió bebé, así es la ficción.

Colombia no es ficción, es un país con realidades duras, con adversidades, con un futuro abierto, desde hace tiempo, en  espera de que alguien con madurez y sapiencia lo lleve a la  tranquilidad, honradez y progreso que se merece; pero parece que va a tener que esperar mucho tiempo para lograrlo, porque además de haberse enfrascado en discusiones, encuestas, ofensas entre los que aspiran a llegar a corporaciones y a la presidencia, se conforman lista de aspirantes con nombres de jovencitos que si no han definido o cimentado sus vidas, menos van a hacerlo con la realidad del país.

Quieren comenzar por el fin, por donde deberían terminar luego de que conozcan, sirvan, consoliden un programa social antes que político, o político-social  que puedan presentar a su electores y que le sirva de verdad a su región y a la nación. 

Eso de conformar listas para ganar una curul no es un reinado de belleza en el que  solo se necesita salir del colegio o universidad para ir a ceñir una corona y congelar una sonrisa mientras dure la gloria; sin embargo, hay nombre de jovencitos, que fueron mis alumnos, todavía sin lucidez y enjundia evidentes, que están aspirando a ocupar puestos que deben ser sagrados porque del respeto que se les tenga depende el bienestar del país complejo y adolorido. Ese respeto se traduce en madurez, en tener conciencia de ¿por qué quiere llegar a un alto cargo lleno de responsabilidades?, de ¿qué va a hacer y cómo? Para lograr las repuestas se necesita preparación, no me refiero a una carrera, o sí a la carrera política que es llevar al país o a la región en la cabeza con sus necesidades, con sus esperanzas y saber con honradez si se es capaz de llenar las expectativas de los que los elijan. 

Hay nombres que suenan, que nunca han pisado un concejo municipal ni como curiosos, que no conocen los barrios tristes, que no han sido víctimas de la inseguridad, que no saben lo que es no tener ni para un transporte; que no han sudado la camiseta.

El país no está para improvisaciones, ni para ensayos, necesita manos duras, pero limpias; mentes ágiles y lúcidas; actitudes compasivas, pero indeclinables ante lo que dañe a la sociedad; no jovencitos que comiencen su hoja de vida sentados en una curul sin saber que allá en el barrio alejado de su pueblo hay hambre, calles que son barrizales, juventud que se entrena para  figurar en el hampa, en fin, necesidades infinitas.

¿Y los viejos? Que si no han dado ejemplo de madurez política que comiencen, para que  los jovencitos los puedan emular.