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Columnista - 8 abril, 2010

La liturgia de los combustibles.

Por: Juan Camilo Restrepo. Aprovechando el recogimiento de la liturgia de Semana Santa, el ministerio de minas y energía anunció que el precio de la gasolina aumentaba doscientos pesos, a partir del primero de abril. El famoso Fondo de Estabilización del Precio de los Combustibles – que con mas bulla que sustento jurídico organizó el […]

Por: Juan Camilo Restrepo.

Aprovechando el recogimiento de la liturgia de Semana Santa, el ministerio de minas y energía anunció que el precio de la gasolina aumentaba doscientos pesos, a partir del primero de abril.

El famoso Fondo de Estabilización del Precio de los Combustibles – que con mas bulla que sustento jurídico organizó el año pasado el gobierno- está a punto de agotarse. Y, como lo demuestra este nuevo aumento, no logró estabilizar el precio de los combustibles a nivel de los consumidores.

Desde 1999 se inició una valerosa política  consistente en ir acercando gradualmente los precios domésticos de los combustibles a los internacionales. A esta convergencia llegamos el año pasado luego de diez años de ajustes graduales. Pero cuando arribamos a ese punto de equivalencia  y con el tigre ya muerto a sus pies, el gobierno se asustó con el cuero.

De otro lado, el gobierno ha dicho que no hay condiciones fiscales para volver a montar en el  país un esquema de subsidios a los combustibles. Y en esto no le falta razón. Los nubarrones presupuestales que aparecen el horizonte, definitivamente no avalan el reencauche de un costoso mecanismo de subsidios a los precios de las gasolinas hacia el futuro.

Valdría la pena preguntar entonces: ¿no resultaría mucho más lógico aprovechar la actual coyuntura para liberar definitivamente el precio de la gasolina? Es decir, para que ya muerto el tigre no nos asustemos con su piel.

O en otras palabras: para que el precio de la gasolina suba o baje libremente de acuerdo con la evolución que vayan teniendo las cotizaciones internacionales y la tasa de cambio sin manipulaciones administrativas.
Para suavizar estos cambios periódicos podría establecerse un promedio móvil, por ejemplo para que cada dos o tres meses se protocolizaran automáticamente dichos cambios – ya sea al alza o a la baja- en  las bombas de gasolina.

La gran novedad consistiría en que estos cambios obedecerían a parámetros objetivos y no a pareceres subjetivos del ministerio de minas y energía. Esto configuraría un avance institucional monumental en el manejo de uno de los precios más importantes de la economía. Que se debe fijar por el mercado y no burocráticamente.

¿Por qué subió el primero de abril de este año 200 pesos el galón de gasolina en las bombas? Porque al ministerio le pareció que era lo correcto. Pero fue el mismo ministerio el que hace algunos meses consideró que no era correcto dejar bajar el precio del galón  en cerca de mil pesos (como pudo haber bajado), y resolvió ponerle administrativamente un piso que, en ese momento, perjudicó a los consumidores.

Y puede ser  también el mismo ministerio el que el día de mañana, por razones meramente políticas, resuelva que-debiendo subir los precios de los combustibles- no suban. Recreando así el esquema de subsidios que, como ha  quedado dicho, no hay espacio fiscal para hacerlo.

Deben existir reglas de juego claras y automáticas para que un precio tan importante en la economía como el de los combustibles suba o baje. Y no está bien que este precio se mueva a golpes de corazonadas o por caprichos de un ministerio.

Estamos en el momento ideal para liberar el precio de la gasolina en Colombia: Para cubrir del riesgo de que se politice su manejo el día de mañana; para que no se convierta en un fardo insostenible de la política fiscal; y para que cuando bajen las cotizaciones internacionales del crudo no se prive al consumidor (como se le privó injustamente el año pasado) de poder disfrutar de precios más baratos.

Columnista
8 abril, 2010

La liturgia de los combustibles.

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Juan Camilo Restrepo

Por: Juan Camilo Restrepo. Aprovechando el recogimiento de la liturgia de Semana Santa, el ministerio de minas y energía anunció que el precio de la gasolina aumentaba doscientos pesos, a partir del primero de abril. El famoso Fondo de Estabilización del Precio de los Combustibles – que con mas bulla que sustento jurídico organizó el […]


Por: Juan Camilo Restrepo.

Aprovechando el recogimiento de la liturgia de Semana Santa, el ministerio de minas y energía anunció que el precio de la gasolina aumentaba doscientos pesos, a partir del primero de abril.

El famoso Fondo de Estabilización del Precio de los Combustibles – que con mas bulla que sustento jurídico organizó el año pasado el gobierno- está a punto de agotarse. Y, como lo demuestra este nuevo aumento, no logró estabilizar el precio de los combustibles a nivel de los consumidores.

Desde 1999 se inició una valerosa política  consistente en ir acercando gradualmente los precios domésticos de los combustibles a los internacionales. A esta convergencia llegamos el año pasado luego de diez años de ajustes graduales. Pero cuando arribamos a ese punto de equivalencia  y con el tigre ya muerto a sus pies, el gobierno se asustó con el cuero.

De otro lado, el gobierno ha dicho que no hay condiciones fiscales para volver a montar en el  país un esquema de subsidios a los combustibles. Y en esto no le falta razón. Los nubarrones presupuestales que aparecen el horizonte, definitivamente no avalan el reencauche de un costoso mecanismo de subsidios a los precios de las gasolinas hacia el futuro.

Valdría la pena preguntar entonces: ¿no resultaría mucho más lógico aprovechar la actual coyuntura para liberar definitivamente el precio de la gasolina? Es decir, para que ya muerto el tigre no nos asustemos con su piel.

O en otras palabras: para que el precio de la gasolina suba o baje libremente de acuerdo con la evolución que vayan teniendo las cotizaciones internacionales y la tasa de cambio sin manipulaciones administrativas.
Para suavizar estos cambios periódicos podría establecerse un promedio móvil, por ejemplo para que cada dos o tres meses se protocolizaran automáticamente dichos cambios – ya sea al alza o a la baja- en  las bombas de gasolina.

La gran novedad consistiría en que estos cambios obedecerían a parámetros objetivos y no a pareceres subjetivos del ministerio de minas y energía. Esto configuraría un avance institucional monumental en el manejo de uno de los precios más importantes de la economía. Que se debe fijar por el mercado y no burocráticamente.

¿Por qué subió el primero de abril de este año 200 pesos el galón de gasolina en las bombas? Porque al ministerio le pareció que era lo correcto. Pero fue el mismo ministerio el que hace algunos meses consideró que no era correcto dejar bajar el precio del galón  en cerca de mil pesos (como pudo haber bajado), y resolvió ponerle administrativamente un piso que, en ese momento, perjudicó a los consumidores.

Y puede ser  también el mismo ministerio el que el día de mañana, por razones meramente políticas, resuelva que-debiendo subir los precios de los combustibles- no suban. Recreando así el esquema de subsidios que, como ha  quedado dicho, no hay espacio fiscal para hacerlo.

Deben existir reglas de juego claras y automáticas para que un precio tan importante en la economía como el de los combustibles suba o baje. Y no está bien que este precio se mueva a golpes de corazonadas o por caprichos de un ministerio.

Estamos en el momento ideal para liberar el precio de la gasolina en Colombia: Para cubrir del riesgo de que se politice su manejo el día de mañana; para que no se convierta en un fardo insostenible de la política fiscal; y para que cuando bajen las cotizaciones internacionales del crudo no se prive al consumidor (como se le privó injustamente el año pasado) de poder disfrutar de precios más baratos.