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Columnista - 3 julio, 2016

La era de la adaptación

Esta semana tuve la oportunidad de asistir a una serie de discusiones sobre el enfoque de crecimiento verde y ODS en Colombia, fue un interesante esfuerzo del DNP por elevar este tema dentro de la agenda pública. Lejos del calor del evento y en la calma de mi oficina, reflexionaba sobre cómo en el mundo […]

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Esta semana tuve la oportunidad de asistir a una serie de discusiones sobre el enfoque de crecimiento verde y ODS en Colombia, fue un interesante esfuerzo del DNP por elevar este tema dentro de la agenda pública.

Lejos del calor del evento y en la calma de mi oficina, reflexionaba sobre cómo en el mundo se promueve con intensidad la creación de una “economía verde”, que presuntamente libraría al mundo de la crisis ambiental y económica. Pero soy de los que piensa que en nuestro país este enfoque es más de lo mismo.

¿Será que reconciliar los imperativos ambientales y los económicos es más difícil de lo que pensamos? Yo creo que sí, sin embargo el cambio comienza por cada quien, luego por nuestros empresarios y gobernantes, allí está el nudo del asunto. La idea predominante es que la economía verde nos liberará de la dependencia de los combustibles fósiles sin sacrificar crecimiento. Pero por más atractiva que sea esta idea, no es realista.

No es que una economía auténticamente “verde” y próspera sea imposible. Pero el modelo de Colombia está centrado en soluciones rápidas y fáciles que ignoran la compleja interdependencia de los desafíos socioecológicos actuales. No es tan difícil detectar la situación, observemos los siguientes ejemplos: iniciativas de desarrollar minería en paramos, desarrollo de infraestructura que fragmenta ecosistemas estratégicos, soluciones de agua que se han dedicado a perforar pozos profundos (caso como La Guajira), con el riesgo que la cuña salina avance sobre estos acuíferos por una sobre explotación, ¿cuando se acabe el acuífero de dónde se echará mano?

En mi opinión lo que hemos hecho en el país es plantear un enfoque verde que busca redefinir la naturaleza para adaptarla a los sistemas económicos existentes, en vez de transformar los procesos económicos y productivos a los límites e imperativos ambientales. Es así como la ANLA, licencia proyectos bajo una visión adaptativa perversa, donde: los páramos deben adaptarse a las necesidades del modelo, los ríos se desvían para adaptarlos a las necesidades del modelo.

Esta adaptación del modelo a la colombiana tiene tantas falencias conceptuales que puede decirse que la economía verde es en gran medida pura cuestión de fe. El talismán más poderoso de sus fieles es la innovación tecnológica, que no es más que una justificación para quedarse esperando a que aparezca un invento que lo resolverá todo. Pero aunque la solución de desafíos complejos (ambientales o de otro tipo) demanda sin duda innovaciones e ideas nuevas, su aparición no es ni automática ni inevitable.

Finamente, debemos ver la transformación verde como una tarea individual, colectiva, política y empresarial.

 

Columnista
3 julio, 2016

La era de la adaptación

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Roberto Carlos Núñez Vega

Esta semana tuve la oportunidad de asistir a una serie de discusiones sobre el enfoque de crecimiento verde y ODS en Colombia, fue un interesante esfuerzo del DNP por elevar este tema dentro de la agenda pública. Lejos del calor del evento y en la calma de mi oficina, reflexionaba sobre cómo en el mundo […]


Esta semana tuve la oportunidad de asistir a una serie de discusiones sobre el enfoque de crecimiento verde y ODS en Colombia, fue un interesante esfuerzo del DNP por elevar este tema dentro de la agenda pública.

Lejos del calor del evento y en la calma de mi oficina, reflexionaba sobre cómo en el mundo se promueve con intensidad la creación de una “economía verde”, que presuntamente libraría al mundo de la crisis ambiental y económica. Pero soy de los que piensa que en nuestro país este enfoque es más de lo mismo.

¿Será que reconciliar los imperativos ambientales y los económicos es más difícil de lo que pensamos? Yo creo que sí, sin embargo el cambio comienza por cada quien, luego por nuestros empresarios y gobernantes, allí está el nudo del asunto. La idea predominante es que la economía verde nos liberará de la dependencia de los combustibles fósiles sin sacrificar crecimiento. Pero por más atractiva que sea esta idea, no es realista.

No es que una economía auténticamente “verde” y próspera sea imposible. Pero el modelo de Colombia está centrado en soluciones rápidas y fáciles que ignoran la compleja interdependencia de los desafíos socioecológicos actuales. No es tan difícil detectar la situación, observemos los siguientes ejemplos: iniciativas de desarrollar minería en paramos, desarrollo de infraestructura que fragmenta ecosistemas estratégicos, soluciones de agua que se han dedicado a perforar pozos profundos (caso como La Guajira), con el riesgo que la cuña salina avance sobre estos acuíferos por una sobre explotación, ¿cuando se acabe el acuífero de dónde se echará mano?

En mi opinión lo que hemos hecho en el país es plantear un enfoque verde que busca redefinir la naturaleza para adaptarla a los sistemas económicos existentes, en vez de transformar los procesos económicos y productivos a los límites e imperativos ambientales. Es así como la ANLA, licencia proyectos bajo una visión adaptativa perversa, donde: los páramos deben adaptarse a las necesidades del modelo, los ríos se desvían para adaptarlos a las necesidades del modelo.

Esta adaptación del modelo a la colombiana tiene tantas falencias conceptuales que puede decirse que la economía verde es en gran medida pura cuestión de fe. El talismán más poderoso de sus fieles es la innovación tecnológica, que no es más que una justificación para quedarse esperando a que aparezca un invento que lo resolverá todo. Pero aunque la solución de desafíos complejos (ambientales o de otro tipo) demanda sin duda innovaciones e ideas nuevas, su aparición no es ni automática ni inevitable.

Finamente, debemos ver la transformación verde como una tarea individual, colectiva, política y empresarial.