Albeaba la vida y la claridad observaba la alegría, pero luego se entristecía porque el mal aparecía; desde entonces data la moral natural universal; ratificada por el derecho divino positivo, con el precepto no mataras. El presidente de la Republica puede y debe desconocer y no aplicar la sentencia de la Corte Constitucional en la […]
Albeaba la vida y la claridad observaba la alegría, pero luego se entristecía porque el mal aparecía; desde entonces data la moral natural universal; ratificada por el derecho divino positivo, con el precepto no mataras.
El presidente de la Republica puede y debe desconocer y no aplicar la sentencia de la Corte Constitucional en la que esta ordena reglamentar la práctica del aborto de los niños nasciturus inocentes, porque el aborto no es una simple interrupción del embarazo, como eufemísticamente se ha querido ocultar el crimen, sino un acto delictuoso per se; y porque una orden o ley, deben ser desobedecidas, por los particulares y por las autoridades, cuando impliquen la comisión de un delito de lesa humanidad.
Esta es una acertada doctrina jurídica, humanista y humanitaria proclamada por el medieval filosofo teólogo Santo Tomas de Aquino, confirmada por los sacerdotes renacentistas Victoria, Suarez, Juan de Mariana.
Ha causado una justa protesta nacional la pretendía resolución del Ministerio de Salud, en el sentido de buscar reglamentar dicha sentencia, porque, en primer lugar, este se atribuye una facultad de la que carece, pues ese infundio le correspondería al Congreso de la Republica, y en segundo lugar, porque el aborto es un acto reprochable y criminoso que una sociedad enferma lo puede patrocinar, pero no una sociedad sana, como en principio hay que considerar es Colombia; por tanto, tal insanidad no recairia sobre esta, sino sobre unos sedicentes miembros mayoritarios de dicha corte.
La contemporaneidad delicuencente, pero antes la modernidad decadente, han producido hasta nuestros días una mentalidad contraria a las buenas costumbres y a la moral tradicional, revolucionándolas, atacándolas, como a enemigos jurados, porque quiere arrasar con el orden establecido y reemplazarlo por una moral y un derecho nuevos, que no están generando una convivencia pacífica sino una ideología utilitaria deconstructivista (léase destructora), para imponer sus ideas anárquicas (léase ideología de género, nihilistas, totalitarias, etcétera). Se trata de construir un nuevo constitucionalismo y un nuevo orden caprichosos, no propiamente racional. Son remanentes de las ideologías materialistas y reduccionistas europeas de la segunda parte del siglo XIX, que llegan a Colombia de manera trasnochada y obnubilante; las cuales debemos rechazar decididamente como lo viene haciendo, por lo menos, la mayoría del pueblo colombiano.
Desde Pueblo Bello, donde se piensa mejor.
Albeaba la vida y la claridad observaba la alegría, pero luego se entristecía porque el mal aparecía; desde entonces data la moral natural universal; ratificada por el derecho divino positivo, con el precepto no mataras. El presidente de la Republica puede y debe desconocer y no aplicar la sentencia de la Corte Constitucional en la […]
Albeaba la vida y la claridad observaba la alegría, pero luego se entristecía porque el mal aparecía; desde entonces data la moral natural universal; ratificada por el derecho divino positivo, con el precepto no mataras.
El presidente de la Republica puede y debe desconocer y no aplicar la sentencia de la Corte Constitucional en la que esta ordena reglamentar la práctica del aborto de los niños nasciturus inocentes, porque el aborto no es una simple interrupción del embarazo, como eufemísticamente se ha querido ocultar el crimen, sino un acto delictuoso per se; y porque una orden o ley, deben ser desobedecidas, por los particulares y por las autoridades, cuando impliquen la comisión de un delito de lesa humanidad.
Esta es una acertada doctrina jurídica, humanista y humanitaria proclamada por el medieval filosofo teólogo Santo Tomas de Aquino, confirmada por los sacerdotes renacentistas Victoria, Suarez, Juan de Mariana.
Ha causado una justa protesta nacional la pretendía resolución del Ministerio de Salud, en el sentido de buscar reglamentar dicha sentencia, porque, en primer lugar, este se atribuye una facultad de la que carece, pues ese infundio le correspondería al Congreso de la Republica, y en segundo lugar, porque el aborto es un acto reprochable y criminoso que una sociedad enferma lo puede patrocinar, pero no una sociedad sana, como en principio hay que considerar es Colombia; por tanto, tal insanidad no recairia sobre esta, sino sobre unos sedicentes miembros mayoritarios de dicha corte.
La contemporaneidad delicuencente, pero antes la modernidad decadente, han producido hasta nuestros días una mentalidad contraria a las buenas costumbres y a la moral tradicional, revolucionándolas, atacándolas, como a enemigos jurados, porque quiere arrasar con el orden establecido y reemplazarlo por una moral y un derecho nuevos, que no están generando una convivencia pacífica sino una ideología utilitaria deconstructivista (léase destructora), para imponer sus ideas anárquicas (léase ideología de género, nihilistas, totalitarias, etcétera). Se trata de construir un nuevo constitucionalismo y un nuevo orden caprichosos, no propiamente racional. Son remanentes de las ideologías materialistas y reduccionistas europeas de la segunda parte del siglo XIX, que llegan a Colombia de manera trasnochada y obnubilante; las cuales debemos rechazar decididamente como lo viene haciendo, por lo menos, la mayoría del pueblo colombiano.
Desde Pueblo Bello, donde se piensa mejor.