En un mundo hiperconectado, donde la inmediatez suele prevalecer sobre la profundidad, y las redes sociales amplifican más las mentiras que las verdades, nuestra misión es más crucial que nunca. Nos corresponde adaptarnos, innovar en las formas de comunicar y combatir la desinformación con un periodismo responsable que conserve o recupere la confianza del público.
Con ocasión de los 30 años de este medio de comunicación venimos dando algunas explicaciones al lector. En un mundo hiperconectado, donde la inmediatez suele prevalecer sobre la profundidad, y las redes sociales amplifican más las mentiras que las verdades, nuestra misión es más crucial que nunca. Nos corresponde adaptarnos, innovar en las formas de comunicar y combatir la desinformación con un periodismo responsable que conserve o recupere la confianza del público. Ese fue el propósito cuando hace 15 años la Junta Directiva aprobó ‘Las Políticas Editoriales’ que se propusieron promover la democracia, la paz y el cese de todo tipo de violencia, el desarrollo regional, la empresa privada y con responsabilidad social, los derechos humanos, la voz de las minorías y grupos débiles de la sociedad, el medio ambiente, el progreso regional, la relación independiente, de valoración y crítica, de los gobiernos, su carácter de no promoción de campañas políticas electorales, y el impulso a la cultura de Valledupar y el vallenato.
Desde entonces se dio pie a que el enfoque del medio sería local, de noticias locales y se destacarían aquellas noticias nacionales o internacionales pero relacionadas o con impacto en el territorio. También dejamos claro -porque en esto hay muchas confusiones- que una cosa es la información, la noticia, y, por otro lado, la opinión expresada con la diversidad y pluralismo de nuestros columnistas, y en la posición oficial de nuestro medio a través del Editorial.
Y esto nos lleva a resaltar la columna de Nicolás Aznárez, en El País, de España, este fin de semana (“Lugares donde promover ideas y debates…”). Se pregunta: “¿Qué hacer cuando muchas de las ideas que hemos dado por garantizadas se deterioran ante nuestros ojos y son objeto de múltiples ataques desde diferentes lados? Hasta los ciudadanos más despistados perciben que (…) se están moviendo conceptos tan aparentemente sólidos como el prestigio de la democracia, el respeto al derecho internacional y el Estado de derecho”.
Hace ver que no debemos olvidar dos claras obligaciones: “No normalizar la violación de las normas y no olvidar que si nuestro campo es prodemocracia, debe incluir muchas opiniones distintas”.
Es nuestra Política Editorial promover la democracia y no nos prestaremos a erosionarla atacando a sus instituciones, pero respetamos la pluralidad de opiniones expuestas en nuestras páginas. Aspecto distinto a la información.
“Normalizar la falta de independencia de sectores del poder judicial o propiciar la confusión entre medios de comunicación profesionales, que ajustan su trabajo a unas reglas conocidas, y redes y plataformas que se limitan a “mover” contenidos, son riesgos que deben ser combatidos, porque tanto el poder judicial independiente como los medios de comunicación profesionalizados sirven como “barandillas que impiden que las sociedades democráticas caigan por el precipicio hacia el autoritarismo”, dice Aznárez.
Concluye: “En un mundo en el que las plataformas han logrado algo tan extraño y novedoso como que no exista debate entre verdad y mentira, sino que sean realidades paralelas, “hechos alternativos” que se pretenden del mismo valor, es importante facilitar lugares donde se incluyan opiniones diversas, pero no se discutan los datos comprobados. Importante que los ciudadanos accedan a un pluralismo de ideas, pero donde no se permitan confundir las dos cosas. En el que no se normalice la violación de las normas democráticas como si fueran hechos alternativos, lógicos, naturales y razonables”.
En un mundo hiperconectado, donde la inmediatez suele prevalecer sobre la profundidad, y las redes sociales amplifican más las mentiras que las verdades, nuestra misión es más crucial que nunca. Nos corresponde adaptarnos, innovar en las formas de comunicar y combatir la desinformación con un periodismo responsable que conserve o recupere la confianza del público.
Con ocasión de los 30 años de este medio de comunicación venimos dando algunas explicaciones al lector. En un mundo hiperconectado, donde la inmediatez suele prevalecer sobre la profundidad, y las redes sociales amplifican más las mentiras que las verdades, nuestra misión es más crucial que nunca. Nos corresponde adaptarnos, innovar en las formas de comunicar y combatir la desinformación con un periodismo responsable que conserve o recupere la confianza del público. Ese fue el propósito cuando hace 15 años la Junta Directiva aprobó ‘Las Políticas Editoriales’ que se propusieron promover la democracia, la paz y el cese de todo tipo de violencia, el desarrollo regional, la empresa privada y con responsabilidad social, los derechos humanos, la voz de las minorías y grupos débiles de la sociedad, el medio ambiente, el progreso regional, la relación independiente, de valoración y crítica, de los gobiernos, su carácter de no promoción de campañas políticas electorales, y el impulso a la cultura de Valledupar y el vallenato.
Desde entonces se dio pie a que el enfoque del medio sería local, de noticias locales y se destacarían aquellas noticias nacionales o internacionales pero relacionadas o con impacto en el territorio. También dejamos claro -porque en esto hay muchas confusiones- que una cosa es la información, la noticia, y, por otro lado, la opinión expresada con la diversidad y pluralismo de nuestros columnistas, y en la posición oficial de nuestro medio a través del Editorial.
Y esto nos lleva a resaltar la columna de Nicolás Aznárez, en El País, de España, este fin de semana (“Lugares donde promover ideas y debates…”). Se pregunta: “¿Qué hacer cuando muchas de las ideas que hemos dado por garantizadas se deterioran ante nuestros ojos y son objeto de múltiples ataques desde diferentes lados? Hasta los ciudadanos más despistados perciben que (…) se están moviendo conceptos tan aparentemente sólidos como el prestigio de la democracia, el respeto al derecho internacional y el Estado de derecho”.
Hace ver que no debemos olvidar dos claras obligaciones: “No normalizar la violación de las normas y no olvidar que si nuestro campo es prodemocracia, debe incluir muchas opiniones distintas”.
Es nuestra Política Editorial promover la democracia y no nos prestaremos a erosionarla atacando a sus instituciones, pero respetamos la pluralidad de opiniones expuestas en nuestras páginas. Aspecto distinto a la información.
“Normalizar la falta de independencia de sectores del poder judicial o propiciar la confusión entre medios de comunicación profesionales, que ajustan su trabajo a unas reglas conocidas, y redes y plataformas que se limitan a “mover” contenidos, son riesgos que deben ser combatidos, porque tanto el poder judicial independiente como los medios de comunicación profesionalizados sirven como “barandillas que impiden que las sociedades democráticas caigan por el precipicio hacia el autoritarismo”, dice Aznárez.
Concluye: “En un mundo en el que las plataformas han logrado algo tan extraño y novedoso como que no exista debate entre verdad y mentira, sino que sean realidades paralelas, “hechos alternativos” que se pretenden del mismo valor, es importante facilitar lugares donde se incluyan opiniones diversas, pero no se discutan los datos comprobados. Importante que los ciudadanos accedan a un pluralismo de ideas, pero donde no se permitan confundir las dos cosas. En el que no se normalice la violación de las normas democráticas como si fueran hechos alternativos, lógicos, naturales y razonables”.