--SINDYK----
A partir de la Constitución de 1991 para ser alcalde en Colombia solo basta tener la cédula de ciudadanía, que es entregada a quienes alcanzan la mayoría de edad, es decir, a los 18 años, lo que no sucede con otros cargos en la administración pública, que exigen otros requisitos adicionales a la edad, como […]
A partir de la Constitución de 1991 para ser alcalde en Colombia solo basta tener la cédula de ciudadanía, que es entregada a quienes alcanzan la mayoría de edad, es decir, a los 18 años, lo que no sucede con otros cargos en la administración pública, que exigen otros requisitos adicionales a la edad, como por ejemplo, ser profesionales con estudios de posgrados y un mínimo de experiencia laboral.
Tal previsión constitucional ha llevado a que muchos jóvenes hoy tengan aspiraciones electorales para llegar a las alcaldías locales, como muestra de esa apertura democrática; yo no digo que eso sea malo, pues la misma evolución del hombre impone la necesidad del relevo generacional y está demostrado que los jóvenes son emprendedores, entusiastas, generadores de ideas nuevas, creadores de propuestas novedosas, amén de su energía desbocada. Es así como hoy en nuestro país el elector puede escoger entre muchachos y muchachas que aún no están contaminados con la vieja política tradicional.
Lo que sí preocupa del asunto, es que muchos de estos jóvenes adolecen de experiencia; pues para nadie es un secreto que la inexperiencia es enemiga de la gestión pública, pues esta impone unos deberes constitucionales y legales que se hacen presumibles en los funcionarios públicos bajo la idea de “idoneidad y pericia” que no admiten error a la hora de ejercer las funciones del cargo, y así lo entendió la Corte Constitucional cuando en una oportunidad dijera que absurdo sería pensar que los empleados públicos pudieran excusar sus faltas en la ignorancia de la ley o la impericia frente a un ámbito de saber específico y en las actividades desplegadas por la administración y que no es admisible presumir la ignorancia de la misma con el sólo argumento de la ausencia de saber especializado del burgomaestre (Sentencia T-1143/03).
De manera que la juventud per se no garantiza una buena gestión en el ámbito público, pues hay que acompañarla de la experiencia y del conocimiento de la cosa pública, de no ser así la inexperiencia que encarnan hoy los jóvenes aspirantes a ser alcaldes podrían destruir e inutilizar una muy buena oportunidad hacia el cambio de cualquier ciudad o municipio. La historia constitucional de Colombia y sobre todo, la de sus localidades, ha demostrado que gobernar es difícil, hasta más difícil creo que se hace en las pequeñas ciudades que como Valledupar, afrontan un sinnúmero de problemáticas sociales que cada día se hacen más inmanejables (movilidad, inseguridad, seguridad alimentaria, servicios públicos, desempleo), por lo tanto, el tratamiento de estos temas presuponen aquella madurez del gobernante que solo se adquiere con la experiencia de la vida.
Como nunca antes hoy el futuro de nuestra ciudad seguramente va aquedar en manos de un Alcalde joven, puesto que varios de los candidatos opcionados para llegar al primer cargo del Municipio tienen esa condición, solo queda rogarle a Dios para que se rompa la regla que dice que los inexpertos hacen mal gobierno y que Valledupar no entre en la lista que encabeza Bogotá, que hoy padece ese mal en cabeza de Petro, quien pese a ser maduro, se le cuestiona precisamente por su inexperiencia.
A partir de la Constitución de 1991 para ser alcalde en Colombia solo basta tener la cédula de ciudadanía, que es entregada a quienes alcanzan la mayoría de edad, es decir, a los 18 años, lo que no sucede con otros cargos en la administración pública, que exigen otros requisitos adicionales a la edad, como […]
A partir de la Constitución de 1991 para ser alcalde en Colombia solo basta tener la cédula de ciudadanía, que es entregada a quienes alcanzan la mayoría de edad, es decir, a los 18 años, lo que no sucede con otros cargos en la administración pública, que exigen otros requisitos adicionales a la edad, como por ejemplo, ser profesionales con estudios de posgrados y un mínimo de experiencia laboral.
Tal previsión constitucional ha llevado a que muchos jóvenes hoy tengan aspiraciones electorales para llegar a las alcaldías locales, como muestra de esa apertura democrática; yo no digo que eso sea malo, pues la misma evolución del hombre impone la necesidad del relevo generacional y está demostrado que los jóvenes son emprendedores, entusiastas, generadores de ideas nuevas, creadores de propuestas novedosas, amén de su energía desbocada. Es así como hoy en nuestro país el elector puede escoger entre muchachos y muchachas que aún no están contaminados con la vieja política tradicional.
Lo que sí preocupa del asunto, es que muchos de estos jóvenes adolecen de experiencia; pues para nadie es un secreto que la inexperiencia es enemiga de la gestión pública, pues esta impone unos deberes constitucionales y legales que se hacen presumibles en los funcionarios públicos bajo la idea de “idoneidad y pericia” que no admiten error a la hora de ejercer las funciones del cargo, y así lo entendió la Corte Constitucional cuando en una oportunidad dijera que absurdo sería pensar que los empleados públicos pudieran excusar sus faltas en la ignorancia de la ley o la impericia frente a un ámbito de saber específico y en las actividades desplegadas por la administración y que no es admisible presumir la ignorancia de la misma con el sólo argumento de la ausencia de saber especializado del burgomaestre (Sentencia T-1143/03).
De manera que la juventud per se no garantiza una buena gestión en el ámbito público, pues hay que acompañarla de la experiencia y del conocimiento de la cosa pública, de no ser así la inexperiencia que encarnan hoy los jóvenes aspirantes a ser alcaldes podrían destruir e inutilizar una muy buena oportunidad hacia el cambio de cualquier ciudad o municipio. La historia constitucional de Colombia y sobre todo, la de sus localidades, ha demostrado que gobernar es difícil, hasta más difícil creo que se hace en las pequeñas ciudades que como Valledupar, afrontan un sinnúmero de problemáticas sociales que cada día se hacen más inmanejables (movilidad, inseguridad, seguridad alimentaria, servicios públicos, desempleo), por lo tanto, el tratamiento de estos temas presuponen aquella madurez del gobernante que solo se adquiere con la experiencia de la vida.
Como nunca antes hoy el futuro de nuestra ciudad seguramente va aquedar en manos de un Alcalde joven, puesto que varios de los candidatos opcionados para llegar al primer cargo del Municipio tienen esa condición, solo queda rogarle a Dios para que se rompa la regla que dice que los inexpertos hacen mal gobierno y que Valledupar no entre en la lista que encabeza Bogotá, que hoy padece ese mal en cabeza de Petro, quien pese a ser maduro, se le cuestiona precisamente por su inexperiencia.