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Columnista - 13 diciembre, 2016

La indiferencia nos hace cómplices

Mientras la mayoría de nosotros ocupamos nuestro tiempo en distintas labores u oficios que emanan de la libertad contenida en la formalidad de nuestra Constitución Política, existen otras personas que día a día incansablemente trabajan en diferentes espacios para lograr un desarrollo humano que se traduzca en mejorar las condiciones y situaciones por las que […]

Mientras la mayoría de nosotros ocupamos nuestro tiempo en distintas labores u oficios que emanan de la libertad contenida en la formalidad de nuestra Constitución Política, existen otras personas que día a día incansablemente trabajan en diferentes espacios para lograr un desarrollo humano que se traduzca en mejorar las condiciones y situaciones por las que atraviesan diferentes grupos poblacionales, históricamente marginados y excluidos de nuestro país.

Es sin duda una labor que este sistema político no retribuye económicamente, Ad honoren pero que implica niveles tan alto de riesgo como la exposición de su integridad física y la de su familia en un país donde actuar y pensar diferente no es sano; quiere decir que su única satisfacción es la de conseguir o al menos materializar todo aquello por lo que se trabaje o gestione, no obstante parece ser que las personas quienes nos beneficiamos de una labor titánica hoy cerremos la vista hacia el genocidio, estigmatización que sufren los líderes y lideresas en las regiones, tanto así que se muestra un matiz de complicidad, el silencio al respecto evidencia posturas de acuerdo con el uso de la fuerza para resolver las dificultades que planteé la vida pública, además de ello en un momento trascendental como es instaurar bases para la consolidación de procesos de reconciliación política en el país; al no aceptar estas nuevas tendencias políticas es como si estuviéramos legitimando capítulos de nuestra triste historia como el exterminio de la Unión Patriótica, producto de la indiferencia de la sociedad, así como la aquiescencia del Estado en no proteger ni garantizar los derechos humanos de esas personas, hoy nos mostramos igual o aún más indiferentes de una realidad que nos toca, pero que no conmueve.

Nuestra insensibilidad legítima y autoriza a los autores para la comisión sistemática de esas violaciones a los derechos humanos de nuestros defensores y líderes campesinos, demostrando una tendencia opresiva, de las clases sociales que han ostentado el poder en Colombia. Esta sociedad no puede pretender que existan cambios estructurales en la distribución del poder, ni en la forma de llegar a él, sino permitimos o toleramos que nuevas voces que han estado oculta por miedo, violencia, impunidad, amenazas, se escuchen y que además lideren y generen procesos de cambios a nivel político y social.

En honra de las personas que han tenido que caer por servir de altavoz en defensa de los derechos de los demás, celebro un año más de la declaración Universal y reconocimiento de los Derechos Humanos, en los cuales se consagran los principios de libertad y dignidad que son bases dentro de cualquier Estado Social de Derecho, aunque en la a veces parezcan quedarse en la formalidad.

*Especialista en Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario

Por José Luis Blanco Calderón

Columnista
13 diciembre, 2016

La indiferencia nos hace cómplices

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Luis Blanco Calderón

Mientras la mayoría de nosotros ocupamos nuestro tiempo en distintas labores u oficios que emanan de la libertad contenida en la formalidad de nuestra Constitución Política, existen otras personas que día a día incansablemente trabajan en diferentes espacios para lograr un desarrollo humano que se traduzca en mejorar las condiciones y situaciones por las que […]


Mientras la mayoría de nosotros ocupamos nuestro tiempo en distintas labores u oficios que emanan de la libertad contenida en la formalidad de nuestra Constitución Política, existen otras personas que día a día incansablemente trabajan en diferentes espacios para lograr un desarrollo humano que se traduzca en mejorar las condiciones y situaciones por las que atraviesan diferentes grupos poblacionales, históricamente marginados y excluidos de nuestro país.

Es sin duda una labor que este sistema político no retribuye económicamente, Ad honoren pero que implica niveles tan alto de riesgo como la exposición de su integridad física y la de su familia en un país donde actuar y pensar diferente no es sano; quiere decir que su única satisfacción es la de conseguir o al menos materializar todo aquello por lo que se trabaje o gestione, no obstante parece ser que las personas quienes nos beneficiamos de una labor titánica hoy cerremos la vista hacia el genocidio, estigmatización que sufren los líderes y lideresas en las regiones, tanto así que se muestra un matiz de complicidad, el silencio al respecto evidencia posturas de acuerdo con el uso de la fuerza para resolver las dificultades que planteé la vida pública, además de ello en un momento trascendental como es instaurar bases para la consolidación de procesos de reconciliación política en el país; al no aceptar estas nuevas tendencias políticas es como si estuviéramos legitimando capítulos de nuestra triste historia como el exterminio de la Unión Patriótica, producto de la indiferencia de la sociedad, así como la aquiescencia del Estado en no proteger ni garantizar los derechos humanos de esas personas, hoy nos mostramos igual o aún más indiferentes de una realidad que nos toca, pero que no conmueve.

Nuestra insensibilidad legítima y autoriza a los autores para la comisión sistemática de esas violaciones a los derechos humanos de nuestros defensores y líderes campesinos, demostrando una tendencia opresiva, de las clases sociales que han ostentado el poder en Colombia. Esta sociedad no puede pretender que existan cambios estructurales en la distribución del poder, ni en la forma de llegar a él, sino permitimos o toleramos que nuevas voces que han estado oculta por miedo, violencia, impunidad, amenazas, se escuchen y que además lideren y generen procesos de cambios a nivel político y social.

En honra de las personas que han tenido que caer por servir de altavoz en defensa de los derechos de los demás, celebro un año más de la declaración Universal y reconocimiento de los Derechos Humanos, en los cuales se consagran los principios de libertad y dignidad que son bases dentro de cualquier Estado Social de Derecho, aunque en la a veces parezcan quedarse en la formalidad.

*Especialista en Derechos Humanos y Derecho Internacional Humanitario

Por José Luis Blanco Calderón