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Editorial - 20 marzo, 2011

La incertidumbre por la crisis Libia

La Organización de las Naciones Unidas (ONU), la institución más importante del andamiaje de la burocracia internacional, y en particular su Consejo de Seguridad, del cual hace parte Colombia, afrontará en los próximos días una verdadera prueba de fuego, a raíz de su decisión de intervenir en la crisis política de Libia. En efecto, a […]

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La Organización de las Naciones Unidas (ONU), la institución más importante del andamiaje de la burocracia internacional, y en particular su Consejo de Seguridad, del cual hace parte Colombia, afrontará en los próximos días una verdadera prueba de fuego, a raíz de su decisión de intervenir en la crisis política de Libia.
En efecto, a raíz de la crisis política interna que afronta este pequeño, pero rico país, ubicado al norte de África, y con el fin de evitar la represión del gobierno dictatorial de Muamar Gadafi contra su pueblo,  el Consejo de Seguridad de la ONU emplazó al gobierno de este país, a suspender sus ataques contra los grupos rebeldes que controlan algunas zonas de esa nación y en particular contra la población civil. La medida busca evitar esos atropellos contra los inconformes que se oponen al gobierno de Gadafi y prevenir  un baño de sangre.
Precisamente, ayer el propio Presidente Santos explicaba que la decisión de Colombia, como integrante del Consejo de Seguridad de la ONU, aprobando la resolución, se fundamente en el objetivo de buscar el respeto de los derechos humanos y la protección de la población civil.
Para ilustración de nuestros lectores, hay que decir que Libia es un pequeño país, gobernado hace más de cuarenta y un años por Gadafi. Esta nación vive, al igual que sucedió con Egipto hace varias semanas, un creciente malestar de la población contra su autoritario gobernante.
Esta nación tiene una población aproximada a los 6,5 millones de personas, con un ingreso per-cápita cercano a los $10.000 dólares mensuales, uno de los más altos de esa región del mundo, producto de la explotación y exportación de petróleo, que representa más del noventa por ciento de los ingresos del país.
Gadafi, un abogado y militar, ha sido Jefe de Estado por más de cuarenta años, durante los cual desarrolló una visión particular del socialismo, y del panarabismo, que le ha valido que lo llamen el “Che Árabe”, en referencia al ícono latino el Che Guevara. Con fundamento en los recursos fiscales del petróleo Gadafi ha gobernado de manera dictatorial y prácticamente sin problemas internos, hasta ahora, a su pueblo.
No obstante, durante muchos años fue acusado de promover el terrorismo internacional, es un enemigo abierto del Estado de Israel, y se le señala de apoyar muchos movimientos subversivos en distintas partes del mundo.
A pesar de su gran poderío militar dentro de su país, todo indica que ha perdido buena parte del apoyo de las bases populares y por eso las protestas, a la manera como las que vivió Mubarak, en Egipto, y que a la larga terminaron con su caída. Ese es el escenario más probable para Gadafi…
La eficacia de la decisión de la ONU, que es máximo organismo de la comunidad internacional, dependerá de la rapidez con la cual sea depuesto Gadafi, pero también de buscarle pronto un sucesor que permita realizar una transición pacífica a un nuevo gobierno. Ese no es un proceso fácil.
La crisis de Libia tendrá grandes repercusiones en la economía internacional: el precio del petróleo seguirá subiendo y se incrementará el nerviosismo en los mercados financieros internacionales. A Colombia, en parte, le conviene ese aumento en los precios del petróleo, pero si se demora el derrocamiento de Gadafi, esta situación de este país árabe agravará más la inestabilidad política en esa región del mundo y afectará, aún más,  a la economía internacional.
El escenario menos traumático, y es al que le ha apostado el gobierno del Presidente Santos, es a una intervención militar efectiva y corta que permita hacer esa transición en un país que no tiene partidos, ni tampoco tradición democrática. Un escenario opuesto significaría un nuevo frente de guerra para Estados Unidos, con todas las implicaciones políticas que esto conlleva. Amanecerá y veremos, dice el adagio…

Editorial
20 marzo, 2011

La incertidumbre por la crisis Libia

La Organización de las Naciones Unidas (ONU), la institución más importante del andamiaje de la burocracia internacional, y en particular su Consejo de Seguridad, del cual hace parte Colombia, afrontará en los próximos días una verdadera prueba de fuego, a raíz de su decisión de intervenir en la crisis política de Libia. En efecto, a […]


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La Organización de las Naciones Unidas (ONU), la institución más importante del andamiaje de la burocracia internacional, y en particular su Consejo de Seguridad, del cual hace parte Colombia, afrontará en los próximos días una verdadera prueba de fuego, a raíz de su decisión de intervenir en la crisis política de Libia.
En efecto, a raíz de la crisis política interna que afronta este pequeño, pero rico país, ubicado al norte de África, y con el fin de evitar la represión del gobierno dictatorial de Muamar Gadafi contra su pueblo,  el Consejo de Seguridad de la ONU emplazó al gobierno de este país, a suspender sus ataques contra los grupos rebeldes que controlan algunas zonas de esa nación y en particular contra la población civil. La medida busca evitar esos atropellos contra los inconformes que se oponen al gobierno de Gadafi y prevenir  un baño de sangre.
Precisamente, ayer el propio Presidente Santos explicaba que la decisión de Colombia, como integrante del Consejo de Seguridad de la ONU, aprobando la resolución, se fundamente en el objetivo de buscar el respeto de los derechos humanos y la protección de la población civil.
Para ilustración de nuestros lectores, hay que decir que Libia es un pequeño país, gobernado hace más de cuarenta y un años por Gadafi. Esta nación vive, al igual que sucedió con Egipto hace varias semanas, un creciente malestar de la población contra su autoritario gobernante.
Esta nación tiene una población aproximada a los 6,5 millones de personas, con un ingreso per-cápita cercano a los $10.000 dólares mensuales, uno de los más altos de esa región del mundo, producto de la explotación y exportación de petróleo, que representa más del noventa por ciento de los ingresos del país.
Gadafi, un abogado y militar, ha sido Jefe de Estado por más de cuarenta años, durante los cual desarrolló una visión particular del socialismo, y del panarabismo, que le ha valido que lo llamen el “Che Árabe”, en referencia al ícono latino el Che Guevara. Con fundamento en los recursos fiscales del petróleo Gadafi ha gobernado de manera dictatorial y prácticamente sin problemas internos, hasta ahora, a su pueblo.
No obstante, durante muchos años fue acusado de promover el terrorismo internacional, es un enemigo abierto del Estado de Israel, y se le señala de apoyar muchos movimientos subversivos en distintas partes del mundo.
A pesar de su gran poderío militar dentro de su país, todo indica que ha perdido buena parte del apoyo de las bases populares y por eso las protestas, a la manera como las que vivió Mubarak, en Egipto, y que a la larga terminaron con su caída. Ese es el escenario más probable para Gadafi…
La eficacia de la decisión de la ONU, que es máximo organismo de la comunidad internacional, dependerá de la rapidez con la cual sea depuesto Gadafi, pero también de buscarle pronto un sucesor que permita realizar una transición pacífica a un nuevo gobierno. Ese no es un proceso fácil.
La crisis de Libia tendrá grandes repercusiones en la economía internacional: el precio del petróleo seguirá subiendo y se incrementará el nerviosismo en los mercados financieros internacionales. A Colombia, en parte, le conviene ese aumento en los precios del petróleo, pero si se demora el derrocamiento de Gadafi, esta situación de este país árabe agravará más la inestabilidad política en esa región del mundo y afectará, aún más,  a la economía internacional.
El escenario menos traumático, y es al que le ha apostado el gobierno del Presidente Santos, es a una intervención militar efectiva y corta que permita hacer esa transición en un país que no tiene partidos, ni tampoco tradición democrática. Un escenario opuesto significaría un nuevo frente de guerra para Estados Unidos, con todas las implicaciones políticas que esto conlleva. Amanecerá y veremos, dice el adagio…