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Columnista - 23 noviembre, 2021

La humanidad no espera

Hace poco escuchaba y centraba mi atención en una serie de conferencias en donde se daban someras explicaciones que concluían en esta frase: “El mundo se está agotando…”. ¡Qué sabias y preocupantes conclusiones! Quedé dubitativo y triste con solo pensar que la naturaleza misma, esa construcción perfecta del ingenio de los dioses universales, podría desaparecer […]

Boton Wpp

Hace poco escuchaba y centraba mi atención en una serie de conferencias en donde se daban someras explicaciones que concluían en esta frase: “El mundo se está agotando…”. ¡Qué sabias y preocupantes conclusiones!

Quedé dubitativo y triste con solo pensar que la naturaleza misma, esa construcción perfecta del ingenio de los dioses universales, podría desaparecer de un momento a otro y lo más vergonzoso e inhumano: por causa misma del hombre objeto fundamental de la propia creación.

“¡Qué desgracia!”, pronuncié cabizbajo y con un dolor profundo en el alma. Pero no me enfrasqué en escuchar y escuchar, sino que de inmediato me di a la tarea de promulgar esta advertencia.

En la vida los problemas solo te dan la pauta para buscar soluciones, por lo tanto no debemos enfrascarnos en los problemas ni mucho menos en sus soluciones, debemos entrar de inmediato con procesos preventivos, pues estos casos ya no tienen más espera.

También pensé de inmediato, después de un rápido y profundo análisis, que el equilibrio social a través de la redistribución de las riquezas, no para entregar el poder económico a falsos ideólogos, sino a la gente cuerda y filantrópica que redistribuya el capital y el trabajo de acuerdo con las condiciones de vida de cada comunidad con base en su educación, cultura y capacidad de producción y bajo el respeto a sus ideologías y costumbres, podría ser una solución coherente. 

Clasificar al incapaz es importante para luego enseñarlo a producir riquezas, ya que esta radica, no en acumular dividendos, sino reconvirtiéndolos en activos nuevos para aumentar utilidades, que a su vez generen más y más trabajo, que es lo único que mitiga y calma el malestar social. 

Invertir recursos que a la vez de suplir las necesidades básicas, en especial las producidas por el hambre y la miseria, ayuden a propagar que los valores como la lealtad, hermandad, caridad, sensatez, modestia y respeto, entre otras, produzcan los efectos necesarios para alcanzar una paz duradera y refrescante.

El dinero como movimiento corriente del capital debe estar en manos de los que manejan la equidad con sensibilidad social, para que se convierta en una herramienta de progreso; nunca en manos de insensatos pues estos no existirían si antes ya hemos derrotados a todos los detractores de la especie humana: aquellos que solo piensan en sí mismos.

 Estos los hay en todos las actividades sociales, económicas, políticas, culturales, ambientales y aquí está el dilema: darles la oportunidad de regeneración o apartarlos; creo que esta opción última es la mejor, pues las soluciones ya son inmediatas si hemos de pensar en el futuro de la vida y que para no perder tiempo el futuro debe empezar hoy.

Qué tan importante para la humanidad ha sido el poder de la Iglesia, que si ella no existiera, con toda seguridad hoy estaríamos en peores condiciones de vida, pero parece que la iglesia estuviera cayendo bajo el peso de la conformidad.

¡Nadie hace nada! Parece ser…. Pero sí, hay algunos ricos, muy ricos, otros pobres, muy pobres, que en todas las latitudes ya han tomado las armas para evitar la autodestrucción, acompañémoslos ya, antes que se resienta el Universo.

No hay nada peor que un universo resentido y en llanto, sus solas lágrimas desatan tempestades incontrolables como ya suele estar sucediendo en nuestro pequeño mundo.

Luchemos por su recuperación, ya es tiempo, ¡la humanidad no espera!

Entusiasmémonos, ya que nadie compone un mundo si no existe poesía en su interior y dignidad en su corazón y de esto hay mayoría en el planeta tierra.

Columnista
23 noviembre, 2021

La humanidad no espera

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Fausto Cotes

Hace poco escuchaba y centraba mi atención en una serie de conferencias en donde se daban someras explicaciones que concluían en esta frase: “El mundo se está agotando…”. ¡Qué sabias y preocupantes conclusiones! Quedé dubitativo y triste con solo pensar que la naturaleza misma, esa construcción perfecta del ingenio de los dioses universales, podría desaparecer […]


Hace poco escuchaba y centraba mi atención en una serie de conferencias en donde se daban someras explicaciones que concluían en esta frase: “El mundo se está agotando…”. ¡Qué sabias y preocupantes conclusiones!

Quedé dubitativo y triste con solo pensar que la naturaleza misma, esa construcción perfecta del ingenio de los dioses universales, podría desaparecer de un momento a otro y lo más vergonzoso e inhumano: por causa misma del hombre objeto fundamental de la propia creación.

“¡Qué desgracia!”, pronuncié cabizbajo y con un dolor profundo en el alma. Pero no me enfrasqué en escuchar y escuchar, sino que de inmediato me di a la tarea de promulgar esta advertencia.

En la vida los problemas solo te dan la pauta para buscar soluciones, por lo tanto no debemos enfrascarnos en los problemas ni mucho menos en sus soluciones, debemos entrar de inmediato con procesos preventivos, pues estos casos ya no tienen más espera.

También pensé de inmediato, después de un rápido y profundo análisis, que el equilibrio social a través de la redistribución de las riquezas, no para entregar el poder económico a falsos ideólogos, sino a la gente cuerda y filantrópica que redistribuya el capital y el trabajo de acuerdo con las condiciones de vida de cada comunidad con base en su educación, cultura y capacidad de producción y bajo el respeto a sus ideologías y costumbres, podría ser una solución coherente. 

Clasificar al incapaz es importante para luego enseñarlo a producir riquezas, ya que esta radica, no en acumular dividendos, sino reconvirtiéndolos en activos nuevos para aumentar utilidades, que a su vez generen más y más trabajo, que es lo único que mitiga y calma el malestar social. 

Invertir recursos que a la vez de suplir las necesidades básicas, en especial las producidas por el hambre y la miseria, ayuden a propagar que los valores como la lealtad, hermandad, caridad, sensatez, modestia y respeto, entre otras, produzcan los efectos necesarios para alcanzar una paz duradera y refrescante.

El dinero como movimiento corriente del capital debe estar en manos de los que manejan la equidad con sensibilidad social, para que se convierta en una herramienta de progreso; nunca en manos de insensatos pues estos no existirían si antes ya hemos derrotados a todos los detractores de la especie humana: aquellos que solo piensan en sí mismos.

 Estos los hay en todos las actividades sociales, económicas, políticas, culturales, ambientales y aquí está el dilema: darles la oportunidad de regeneración o apartarlos; creo que esta opción última es la mejor, pues las soluciones ya son inmediatas si hemos de pensar en el futuro de la vida y que para no perder tiempo el futuro debe empezar hoy.

Qué tan importante para la humanidad ha sido el poder de la Iglesia, que si ella no existiera, con toda seguridad hoy estaríamos en peores condiciones de vida, pero parece que la iglesia estuviera cayendo bajo el peso de la conformidad.

¡Nadie hace nada! Parece ser…. Pero sí, hay algunos ricos, muy ricos, otros pobres, muy pobres, que en todas las latitudes ya han tomado las armas para evitar la autodestrucción, acompañémoslos ya, antes que se resienta el Universo.

No hay nada peor que un universo resentido y en llanto, sus solas lágrimas desatan tempestades incontrolables como ya suele estar sucediendo en nuestro pequeño mundo.

Luchemos por su recuperación, ya es tiempo, ¡la humanidad no espera!

Entusiasmémonos, ya que nadie compone un mundo si no existe poesía en su interior y dignidad en su corazón y de esto hay mayoría en el planeta tierra.