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Columnista - 11 abril, 2016

La hora de la verdad para los Gobiernos

Ya se cumplieron 100 días para los nuevos mandatarios, existe un dicho popular que dice: “se llegó la hora de ver la mano del gobernante”. El tiempo de empalme, libro blanco, formulación de plan de desarrollo, se acabó y llegó la hora de la verdad. Ahora es cuando muchos mandatarios se van a dar cuenta […]

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Ya se cumplieron 100 días para los nuevos mandatarios, existe un dicho popular que dice: “se llegó la hora de ver la mano del gobernante”. El tiempo de empalme, libro blanco, formulación de plan de desarrollo, se acabó y llegó la hora de la verdad.

Ahora es cuando muchos mandatarios se van a dar cuenta que están en un ejercicio de gobierno cimentado sobre organizaciones que no son un monolito, como equivocadamente se establece en la gestión pública colombiana. Esto significa que las organizaciones no actúan de manera lineal, de una manera siempre lógica e integrada, como si hubiera una mente maestra unitaria detrás de todos los actos gubernamentales.
No es posible, simplemente, suponer que se trata de un actor racional unificado, ya que el gobierno lo componen individuos, grupos y sectoriales que trazan intereses específicos, que no siempre están perfectamente alineados sobre las prioridades de un plan de desarrollo. ¿Pregúntenle a un secretario sobre que es más importante para su gestión, cumplir con los indicadores de la Nación o cumplir con las metas de su plan de desarrollo? Es increíble, pero sucede en el día a día de la administración.

Es en las organizaciones donde las acciones de los actores y grupos adquieren sentido. Donde los recursos se movilizan y se aplican. Donde las políticas se generan y luego se implementan. Donde las reglas, leyes y normas operan en la práctica. Donde los marcos de interacción y de regulación dan sentido y cierto nivel de certidumbre para la interpretación de las personas.

De esta manera el gobierno puede ser visto como un conjunto de organizaciones que, supuestamente, deberían tener una lógica integral, común y congruente. Su actuación, idealmente, no puede ser heterogénea, autónoma, debido a que forma parte de una red compleja de intereses externos e internos. A esta red se le pretende dar cierta homogeneidad de actuación, discurso y resultado, bajo el supuesto que se debe cumplir con un Plan de Desarrollo.

En síntesis, el Plan de Desarrollo puede quedar con el número de metas óptima y presupuesto proyectado, el tema está en que la organización encargada de producir las acciones para desarrollarlo y ejecutarlo, sea capaz de hacerlo sin que se interpongan los intereses particulares de cada sectorial y de cada funcionario por cazar una renta u obtener un incentivo.

Esta incomprensión es la que de alguna manera explica por qué cada cuatro año los gobiernos de turnos terminan en la estrategia de inaugurar más sueños, que realidades, como por ejemplo: dos millones viviendas que terminaron en cien mil; acabar con la guerrilla y ahí están, el túnel de la línea y sigue allí, 300 kilómetros de dobles calzadas y solo van 100 y sin terminar.

Columnista
11 abril, 2016

La hora de la verdad para los Gobiernos

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Roberto Carlos Núñez Vega

Ya se cumplieron 100 días para los nuevos mandatarios, existe un dicho popular que dice: “se llegó la hora de ver la mano del gobernante”. El tiempo de empalme, libro blanco, formulación de plan de desarrollo, se acabó y llegó la hora de la verdad. Ahora es cuando muchos mandatarios se van a dar cuenta […]


Ya se cumplieron 100 días para los nuevos mandatarios, existe un dicho popular que dice: “se llegó la hora de ver la mano del gobernante”. El tiempo de empalme, libro blanco, formulación de plan de desarrollo, se acabó y llegó la hora de la verdad.

Ahora es cuando muchos mandatarios se van a dar cuenta que están en un ejercicio de gobierno cimentado sobre organizaciones que no son un monolito, como equivocadamente se establece en la gestión pública colombiana. Esto significa que las organizaciones no actúan de manera lineal, de una manera siempre lógica e integrada, como si hubiera una mente maestra unitaria detrás de todos los actos gubernamentales.
No es posible, simplemente, suponer que se trata de un actor racional unificado, ya que el gobierno lo componen individuos, grupos y sectoriales que trazan intereses específicos, que no siempre están perfectamente alineados sobre las prioridades de un plan de desarrollo. ¿Pregúntenle a un secretario sobre que es más importante para su gestión, cumplir con los indicadores de la Nación o cumplir con las metas de su plan de desarrollo? Es increíble, pero sucede en el día a día de la administración.

Es en las organizaciones donde las acciones de los actores y grupos adquieren sentido. Donde los recursos se movilizan y se aplican. Donde las políticas se generan y luego se implementan. Donde las reglas, leyes y normas operan en la práctica. Donde los marcos de interacción y de regulación dan sentido y cierto nivel de certidumbre para la interpretación de las personas.

De esta manera el gobierno puede ser visto como un conjunto de organizaciones que, supuestamente, deberían tener una lógica integral, común y congruente. Su actuación, idealmente, no puede ser heterogénea, autónoma, debido a que forma parte de una red compleja de intereses externos e internos. A esta red se le pretende dar cierta homogeneidad de actuación, discurso y resultado, bajo el supuesto que se debe cumplir con un Plan de Desarrollo.

En síntesis, el Plan de Desarrollo puede quedar con el número de metas óptima y presupuesto proyectado, el tema está en que la organización encargada de producir las acciones para desarrollarlo y ejecutarlo, sea capaz de hacerlo sin que se interpongan los intereses particulares de cada sectorial y de cada funcionario por cazar una renta u obtener un incentivo.

Esta incomprensión es la que de alguna manera explica por qué cada cuatro año los gobiernos de turnos terminan en la estrategia de inaugurar más sueños, que realidades, como por ejemplo: dos millones viviendas que terminaron en cien mil; acabar con la guerrilla y ahí están, el túnel de la línea y sigue allí, 300 kilómetros de dobles calzadas y solo van 100 y sin terminar.