En mis largos años de experiencia docente e incitador a la epifanía de las palabras, he tenido la fortuna de vivir reconfortantes momentos cuando los estudiantes enaltecen con acertada participación los eventos académicos y culturales. Ahora que disfruto del tiempo, libre de horarios de clases, repaso en las páginas de mi memoria los nombres de […]
En mis largos años de experiencia docente e incitador a la epifanía de las palabras, he tenido la fortuna de vivir reconfortantes momentos cuando los estudiantes enaltecen con acertada participación los eventos académicos y culturales.
Ahora que disfruto del tiempo, libre de horarios de clases, repaso en las páginas de mi memoria los nombres de esos estudiantes soñadores, que al tiempo que destacaban en actividades creativas, me ayudaron a crecer en la escritura. Están también en mi memoria los profesores que, con el conocimiento del secreto de la metáfora, fueron importantes para fortalecer mi decisión de caminante por la ruta inagotable de la poesía.
Estas páginas memorables siguen abiertas, porque activa sigue mi agenda cultural. La semana anterior, por invitación de la doctora Amparo Bello, directora del área cultural del Banco de la República, sede Valledupar, orienté el desarrollo de dos talleres de poesía con sendos grupos de estudiantes que tienen vocación por la escritura. El primero fue en la Normal Superior “María Inmaculada” de Manaure, con un grupo que orienta el profesor Dickson Ballesteros. El segundo en Valledupar, en la Biblioteca del Banco de la República, con la presencia de un selecto grupo de estudiantes del Liceo Moderno, que coordina la profesora Janny Barahona; además de unos estudiantes de la UPC y otros adultos amantes de las letras.
El objetivo del taller era fortalecer el proceso de lectura y escritura a través de la poesía. Se leyeron poemas de reconocidos autores y algunas reflexiones del arte poético. La poesía es el bello arte de la palabra, es la palabra interpretando la vida, leyendo los rostros, los colores de las calles, los sonidos del silencio, los secretos de la noche, los colores del amor y el olvido, las cicatrices en la piel de la nostalgia, los laberintos del camino, el dolor de los que no regresan de la guerra o de los que regresan con el peso del terror.
“Mediante la poesía yo siento, trato de hacer un exorcismo contra la muerte, me propongo permanecer, hasta donde sea posible, a través de la expresión poética”. Diomedes Daza (poeta colombiano).
“El ser humano me ha parecido siempre demasiado patético, demasiado desamparado. La poesía es, por ello, la urgencia del consuelo. En medio de tanto desamparo, sólo queda la honda compañía de la palabra”. Héctor Rojas Herazo (poeta colombiano).
Con el brasileño, Ledo Ivo, compartimos el criterio de que la función social del poeta es escribir poesía, y la función social del que asiste a una reunión de poetas es escuchar leer a los poetas. El arte poético es más para sentirlo que entenderlo. Hay versos que por su musicalidad y sus imágenes producen asombro, estremecimiento, placer a los sentidos, sin que en realidad hayamos comprendido la intención real del autor.
En mis largos años de experiencia docente e incitador a la epifanía de las palabras, he tenido la fortuna de vivir reconfortantes momentos cuando los estudiantes enaltecen con acertada participación los eventos académicos y culturales. Ahora que disfruto del tiempo, libre de horarios de clases, repaso en las páginas de mi memoria los nombres de […]
En mis largos años de experiencia docente e incitador a la epifanía de las palabras, he tenido la fortuna de vivir reconfortantes momentos cuando los estudiantes enaltecen con acertada participación los eventos académicos y culturales.
Ahora que disfruto del tiempo, libre de horarios de clases, repaso en las páginas de mi memoria los nombres de esos estudiantes soñadores, que al tiempo que destacaban en actividades creativas, me ayudaron a crecer en la escritura. Están también en mi memoria los profesores que, con el conocimiento del secreto de la metáfora, fueron importantes para fortalecer mi decisión de caminante por la ruta inagotable de la poesía.
Estas páginas memorables siguen abiertas, porque activa sigue mi agenda cultural. La semana anterior, por invitación de la doctora Amparo Bello, directora del área cultural del Banco de la República, sede Valledupar, orienté el desarrollo de dos talleres de poesía con sendos grupos de estudiantes que tienen vocación por la escritura. El primero fue en la Normal Superior “María Inmaculada” de Manaure, con un grupo que orienta el profesor Dickson Ballesteros. El segundo en Valledupar, en la Biblioteca del Banco de la República, con la presencia de un selecto grupo de estudiantes del Liceo Moderno, que coordina la profesora Janny Barahona; además de unos estudiantes de la UPC y otros adultos amantes de las letras.
El objetivo del taller era fortalecer el proceso de lectura y escritura a través de la poesía. Se leyeron poemas de reconocidos autores y algunas reflexiones del arte poético. La poesía es el bello arte de la palabra, es la palabra interpretando la vida, leyendo los rostros, los colores de las calles, los sonidos del silencio, los secretos de la noche, los colores del amor y el olvido, las cicatrices en la piel de la nostalgia, los laberintos del camino, el dolor de los que no regresan de la guerra o de los que regresan con el peso del terror.
“Mediante la poesía yo siento, trato de hacer un exorcismo contra la muerte, me propongo permanecer, hasta donde sea posible, a través de la expresión poética”. Diomedes Daza (poeta colombiano).
“El ser humano me ha parecido siempre demasiado patético, demasiado desamparado. La poesía es, por ello, la urgencia del consuelo. En medio de tanto desamparo, sólo queda la honda compañía de la palabra”. Héctor Rojas Herazo (poeta colombiano).
Con el brasileño, Ledo Ivo, compartimos el criterio de que la función social del poeta es escribir poesía, y la función social del que asiste a una reunión de poetas es escuchar leer a los poetas. El arte poético es más para sentirlo que entenderlo. Hay versos que por su musicalidad y sus imágenes producen asombro, estremecimiento, placer a los sentidos, sin que en realidad hayamos comprendido la intención real del autor.