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Columnista - 14 junio, 2010

La gula Santista

Visión Universal Por: Luis Mendoza Sierra El triunfo en primera vuelta y la sensación de que son invencibles en segunda, ha obnubilado y enfermado de grandeza a ciertos elementos de la campaña de Juan Manuel Santos. Creen, por lo que percibo, haber ganado el cielo sin ni siquiera tener los pies en la tierra. Las […]

Visión Universal

Por: Luis Mendoza Sierra

El triunfo en primera vuelta y la sensación de que son invencibles en segunda, ha obnubilado y enfermado de grandeza a ciertos elementos de la campaña de Juan Manuel Santos. Creen, por lo que percibo, haber ganado el cielo sin ni siquiera tener los pies en la tierra.

Las oportunidades se ganan con trabajo y con inversión, pero también con prudencia, con humildad, sensatez y madurez, mucho más en estas lides electorales, pues el voto es una expresión libérrima y secreta de los ciudadanos. Nadie tiene votos amarrados y mucho menos cuando en procesos electorales recientes, algunos de ellos no sólo fueron derrotados sino que, de paso, gozan de un reconocimiento restringido como dirigentes porque han dejado resquebrajar su credibilidad.

Se, porque lo se, que existe una puja entre sectores representados en la campaña. Los celos por las oportunidades que puedan desprenderse del triunfo de Juan Manuel Santos, han envilecido a varios, entre ellos, con respeto lo digo, a Alfonso Mattos, quien menosprecia a los pigüas, como él mismo llama a quienes desarrollan la humilde labor de ordeñador, olvidando que el voto, sea de rico o de pobre, tiene el mismo valor.

Aprecio mucho a Mattos. Conozco parte de su trayectoria, pero para nada es extraño el que asuma comportamientos propios de los hombres petulantes, ni mucho menos que un acto de grandeza, valor y hombría, rectifique su estilo, a veces, irritante. Al señor Santos, ni ahora como candidato ni luego como Presidente, le convienen las tensiones que se perciben entre sus cuadros directivos ni aquí, allá o acullá.

Creo, aún es tiempo, recomendar un grado ponderado de serenidad y prudencia. Si alguna vez dije que muchos mokcusianos se creían dueños de la verdad, la honorabilidad, la honestidad, percibo que la infección pudo haberse transmitido a ciertos líderes y directivos de Juan Manuel, en donde tampoco es raro encontrar, damas que sienten levitar porque la sensación de poder las eleva a una esfera de inconciencia y no se percatan de que mangonean, regañan y menosprecian.

Si nos pusiéramos en la tarea de despeluzar uno a uno a los directivos de la campaña de Santos en el Cesar, nos toparíamos con varias coincidencias entre quienes solo tienen su voto y el de su familia. Muchos otros no han aportado un solo centavo para la campaña y muchos más carecen, absolutamente, de poder de convocatoria.

Bien les viene, señores Santistas, una sobredosis de humildad y de pueblo. Flaco servicio le prestan a la campaña de un hombre que si algo tiene en su contra, es el hacer parte de las élites de este país que han disfrutado las mieles del poder y la fama, pero que no saben cómo vive y come el pobre, lo que dificulta su interpretación de las políticas y acciones recomendadas para grandes sectores sociales del país.

Si así lo manifiestan y se comportan ahora que ni siquiera han ganado, me los imagino con el triunfo en la mano. La prepotencia y la vanidad no son buenas consejeras de nadie, mucho menos cuando, como en esta ocasión, se genera un resultado de auténtica determinación popular porque nadie es dueño de la voluntad popular. Gran equivocación cometen, máxime cuando buena parte de ellos, ni siquiera tienen votos para un concejal, un diputado o un parlamentario, como acaba de ocurrirle al mismo Mattos o Fredys Socarrás, por ejemplo.

Comer mucho indigesta, lo saben. En la antigüedad, los pecadores de gula preferían el vomitorio, un lugar indeseable en el que devolvían hasta las entrañas, eso sí, para llenarse nuevamente. El objetivo era desocupar el estómago para comer más y más, porque quien sufre este mal, traga más con los ojos que con la boca, luego entonces, jamás pueden saciar su deseo de comer.
Por favor, vayan por lo menos al vomitorio, lo que no expande el estómago, pero permite volver a consumir dando la sensación, me imagino, de que le cupo más de lo que había tragado.
SABLAZO
A propósito de Juan Manuel, la semana pasada visitó Valledupar a repetirnos como loro sus diez puntos. Personalmente, hubiera querido escuchar de sus labios, sus compromisos con el Cesar. Uribe, con el Consejo Comunal de aquel 8 de agosto, los cargos de Rodolfo Campo y el de Álvaro José Soto, y la Cancillería de Conchi, que no se qué tanto pudieron concretar para su tierra; la seguridad en las carreteras y el compromiso del CONPES del Sistema Estratégico, hizo lo mínimo que debió hacer por nosotros.

Mejor dicho, Uribe se nos fue con el rejo en los cachos. Ojalá el señor Santos no haga lo mismo, lo cual es mucho más posible si algunos de los que rondan su campaña en el Cesar pierden los estribos y, corriendo detrás de su interés, descuidan el interés colectivo que es el supremo.

Columnista
14 junio, 2010

La gula Santista

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Mendoza S.

Visión Universal Por: Luis Mendoza Sierra El triunfo en primera vuelta y la sensación de que son invencibles en segunda, ha obnubilado y enfermado de grandeza a ciertos elementos de la campaña de Juan Manuel Santos. Creen, por lo que percibo, haber ganado el cielo sin ni siquiera tener los pies en la tierra. Las […]


Visión Universal

Por: Luis Mendoza Sierra

El triunfo en primera vuelta y la sensación de que son invencibles en segunda, ha obnubilado y enfermado de grandeza a ciertos elementos de la campaña de Juan Manuel Santos. Creen, por lo que percibo, haber ganado el cielo sin ni siquiera tener los pies en la tierra.

Las oportunidades se ganan con trabajo y con inversión, pero también con prudencia, con humildad, sensatez y madurez, mucho más en estas lides electorales, pues el voto es una expresión libérrima y secreta de los ciudadanos. Nadie tiene votos amarrados y mucho menos cuando en procesos electorales recientes, algunos de ellos no sólo fueron derrotados sino que, de paso, gozan de un reconocimiento restringido como dirigentes porque han dejado resquebrajar su credibilidad.

Se, porque lo se, que existe una puja entre sectores representados en la campaña. Los celos por las oportunidades que puedan desprenderse del triunfo de Juan Manuel Santos, han envilecido a varios, entre ellos, con respeto lo digo, a Alfonso Mattos, quien menosprecia a los pigüas, como él mismo llama a quienes desarrollan la humilde labor de ordeñador, olvidando que el voto, sea de rico o de pobre, tiene el mismo valor.

Aprecio mucho a Mattos. Conozco parte de su trayectoria, pero para nada es extraño el que asuma comportamientos propios de los hombres petulantes, ni mucho menos que un acto de grandeza, valor y hombría, rectifique su estilo, a veces, irritante. Al señor Santos, ni ahora como candidato ni luego como Presidente, le convienen las tensiones que se perciben entre sus cuadros directivos ni aquí, allá o acullá.

Creo, aún es tiempo, recomendar un grado ponderado de serenidad y prudencia. Si alguna vez dije que muchos mokcusianos se creían dueños de la verdad, la honorabilidad, la honestidad, percibo que la infección pudo haberse transmitido a ciertos líderes y directivos de Juan Manuel, en donde tampoco es raro encontrar, damas que sienten levitar porque la sensación de poder las eleva a una esfera de inconciencia y no se percatan de que mangonean, regañan y menosprecian.

Si nos pusiéramos en la tarea de despeluzar uno a uno a los directivos de la campaña de Santos en el Cesar, nos toparíamos con varias coincidencias entre quienes solo tienen su voto y el de su familia. Muchos otros no han aportado un solo centavo para la campaña y muchos más carecen, absolutamente, de poder de convocatoria.

Bien les viene, señores Santistas, una sobredosis de humildad y de pueblo. Flaco servicio le prestan a la campaña de un hombre que si algo tiene en su contra, es el hacer parte de las élites de este país que han disfrutado las mieles del poder y la fama, pero que no saben cómo vive y come el pobre, lo que dificulta su interpretación de las políticas y acciones recomendadas para grandes sectores sociales del país.

Si así lo manifiestan y se comportan ahora que ni siquiera han ganado, me los imagino con el triunfo en la mano. La prepotencia y la vanidad no son buenas consejeras de nadie, mucho menos cuando, como en esta ocasión, se genera un resultado de auténtica determinación popular porque nadie es dueño de la voluntad popular. Gran equivocación cometen, máxime cuando buena parte de ellos, ni siquiera tienen votos para un concejal, un diputado o un parlamentario, como acaba de ocurrirle al mismo Mattos o Fredys Socarrás, por ejemplo.

Comer mucho indigesta, lo saben. En la antigüedad, los pecadores de gula preferían el vomitorio, un lugar indeseable en el que devolvían hasta las entrañas, eso sí, para llenarse nuevamente. El objetivo era desocupar el estómago para comer más y más, porque quien sufre este mal, traga más con los ojos que con la boca, luego entonces, jamás pueden saciar su deseo de comer.
Por favor, vayan por lo menos al vomitorio, lo que no expande el estómago, pero permite volver a consumir dando la sensación, me imagino, de que le cupo más de lo que había tragado.
SABLAZO
A propósito de Juan Manuel, la semana pasada visitó Valledupar a repetirnos como loro sus diez puntos. Personalmente, hubiera querido escuchar de sus labios, sus compromisos con el Cesar. Uribe, con el Consejo Comunal de aquel 8 de agosto, los cargos de Rodolfo Campo y el de Álvaro José Soto, y la Cancillería de Conchi, que no se qué tanto pudieron concretar para su tierra; la seguridad en las carreteras y el compromiso del CONPES del Sistema Estratégico, hizo lo mínimo que debió hacer por nosotros.

Mejor dicho, Uribe se nos fue con el rejo en los cachos. Ojalá el señor Santos no haga lo mismo, lo cual es mucho más posible si algunos de los que rondan su campaña en el Cesar pierden los estribos y, corriendo detrás de su interés, descuidan el interés colectivo que es el supremo.