Publicidad
Categorías
Categorías
Columnista - 3 marzo, 2016

¿Es La Guajira un departamento fallido?

El oscuro panorama actual de La Guajira está agudizado por la sequía de más de tres años, la ubicación geográfica estratégica en la ruta de las mafias, el silencio mudo de su clase dirigente, la corrupción inocultable y desbordada, los factores culturales que propician la inversión de valores y la inoperancia de la justicia. Si […]

Boton Wpp

El oscuro panorama actual de La Guajira está agudizado por la sequía de más de tres años, la ubicación geográfica estratégica en la ruta de las mafias, el silencio mudo de su clase dirigente, la corrupción inocultable y desbordada, los factores culturales que propician la inversión de valores y la inoperancia de la justicia. Si a lo anterior le agregamos la falta de vías de acceso a las comunidades de la alta y media Guajira, la desviación de los recursos económicos para la alimentación de los niños y especialmente la falta de presencia efectiva del Estado, están convirtiendo a La Guajira en una fuerte amenaza de departamento fallido donde todos sus indicadores de eficiencia se encuentran en rojo.

Son muchos los actores tanto secundarios como protagonistas que tienen que dar explicaciones ciertas sobre las millonarias partidas que ha recibido su departamento y no se han visto materializadas en el bienestar y mejor nivel de vida de vida de su gente. A pesar de que no hay dudas que los wayuu son las principales víctimas de la miseria en que viven, también se les atribuye parte de la responsabilidad de lo que sucede. Algunas de las ayudas humanitarias destinadas a las rancherías no llegan a su destino y se convierten en negocios irregulares y lucrativos de unos grupos minoritarios.

Los wayuu son reacios a separar sus hijos de sus madres y las acciones de asistencia integral a estas comunidades deberían hacerse en su entorno y los centros médicos especiales serían solo para los casos extremos. Un niño desnutrido, en cualquier grado, es un niño infectado y está sometido a riego de muerte. Es una vergüenza que la corrupción sea una de las causas de estos casos extremos.

El Gobierno nacional y departamental están tomado acciones de choque frente a esta calamidad, pero no son suficientes, no son de fondo. Se necesita una planeación cuidadosa, con inteligencia y eficacia donde no quepan los paños de aguas tibias y las soluciones a medias. No se trata de matizar los problemas. El fenómeno es recurrente y dentro de tres años podemos tener una mezcla y una suma de factores negativos que puede resultar fatales. Es necesario actuar y aprender de estas duras lecciones, donde la culpa no es solo del clima, también ayuda la desidia estatal y la evidencia que La Guajira es el departamento del país donde más se pierden dineros de las regalías.

Todo lo anterior son voces de alerta para el gobierno actual. Los wayuu no son los únicos pueblos indígenas donde los niños mueren de desnutrición. Tenemos otras poblaciones vulnerables y abandonadas que están con las luces encendidas y el corazón caliente-

Columnista
3 marzo, 2016

¿Es La Guajira un departamento fallido?

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Gustavo Cotez Medina

El oscuro panorama actual de La Guajira está agudizado por la sequía de más de tres años, la ubicación geográfica estratégica en la ruta de las mafias, el silencio mudo de su clase dirigente, la corrupción inocultable y desbordada, los factores culturales que propician la inversión de valores y la inoperancia de la justicia. Si […]


El oscuro panorama actual de La Guajira está agudizado por la sequía de más de tres años, la ubicación geográfica estratégica en la ruta de las mafias, el silencio mudo de su clase dirigente, la corrupción inocultable y desbordada, los factores culturales que propician la inversión de valores y la inoperancia de la justicia. Si a lo anterior le agregamos la falta de vías de acceso a las comunidades de la alta y media Guajira, la desviación de los recursos económicos para la alimentación de los niños y especialmente la falta de presencia efectiva del Estado, están convirtiendo a La Guajira en una fuerte amenaza de departamento fallido donde todos sus indicadores de eficiencia se encuentran en rojo.

Son muchos los actores tanto secundarios como protagonistas que tienen que dar explicaciones ciertas sobre las millonarias partidas que ha recibido su departamento y no se han visto materializadas en el bienestar y mejor nivel de vida de vida de su gente. A pesar de que no hay dudas que los wayuu son las principales víctimas de la miseria en que viven, también se les atribuye parte de la responsabilidad de lo que sucede. Algunas de las ayudas humanitarias destinadas a las rancherías no llegan a su destino y se convierten en negocios irregulares y lucrativos de unos grupos minoritarios.

Los wayuu son reacios a separar sus hijos de sus madres y las acciones de asistencia integral a estas comunidades deberían hacerse en su entorno y los centros médicos especiales serían solo para los casos extremos. Un niño desnutrido, en cualquier grado, es un niño infectado y está sometido a riego de muerte. Es una vergüenza que la corrupción sea una de las causas de estos casos extremos.

El Gobierno nacional y departamental están tomado acciones de choque frente a esta calamidad, pero no son suficientes, no son de fondo. Se necesita una planeación cuidadosa, con inteligencia y eficacia donde no quepan los paños de aguas tibias y las soluciones a medias. No se trata de matizar los problemas. El fenómeno es recurrente y dentro de tres años podemos tener una mezcla y una suma de factores negativos que puede resultar fatales. Es necesario actuar y aprender de estas duras lecciones, donde la culpa no es solo del clima, también ayuda la desidia estatal y la evidencia que La Guajira es el departamento del país donde más se pierden dineros de las regalías.

Todo lo anterior son voces de alerta para el gobierno actual. Los wayuu no son los únicos pueblos indígenas donde los niños mueren de desnutrición. Tenemos otras poblaciones vulnerables y abandonadas que están con las luces encendidas y el corazón caliente-