Arriba el departamento de La Guajira el primero de julio a los cincuenta años de su creación como tal; hasta entonces había sido Intendencia y hacía parte del Magdalena grande, el cual terminó de desintegrarse dos años después cuando se creó el departamento del Cesar, segregándose del mismo. Durante el período del Presidente Guillermo León […]
Arriba el departamento de La Guajira el primero de julio a los cincuenta años de su creación como tal; hasta entonces había sido Intendencia y hacía parte del Magdalena grande, el cual terminó de desintegrarse dos años después cuando se creó el departamento del Cesar, segregándose del mismo. Durante el período del Presidente Guillermo León Valencia (1962 – 1966) proliferaron los nuevos departamentos, llegándose a hablar de una “departamentalitis”. En dicho lapso se desintegró también el Viejo Caldas, dando nacimiento a otros dos departamentos, Risaralda y Quindío.
Nuestro Departamento es la muestra perfecta de la caracterización que hace la Constitución Política de nuestro país: es biodiverso y multiétnico. Y su ubicación geográfica no puede ser más envidiable, enclavada en el Caribe, es la región más septentrional de Colombia y constituye la esquina oceánica de Suramérica. Dotada, además, por la naturaleza de una gran riqueza en recursos naturales no renovables, tan variados como abundantes, gracias a la cual se le reconoce como la principal despensa minero-energética con que cuenta el país.
Pero, también es cierto que La Guajira es una región rica habitada por gente pobre, ello salta a la vista cuando constatamos que sus indicadores en necesidades básicas insatisfechas (NBI), pobreza, analfabetismo y desigualdad son de los más altos de la región Caribe, la cual a su vez acusa los más altos niveles entre las regiones de Colombia. Esto es aberrante y se explica en gran medida por los desajustes sociales tan protuberantes en el país, producto del desarrollo desigual a que ha estado expuesto Colombia y que dan lugar a unas enormes brechas interregionales e intrarregionales.
Uno de los hechos que ha suscitado mayor controversia y cuestionamientos es el relativo al alto grado de desnutrición que agobia a la población infantil en La Guajira y los decesos por causas asociadas a la misma. Resulta patético el hecho de que “en 2005, la región Atlántica desplazó a la región Pacífica como el lugar geográfico con mayor presencia de desnutrición infantil; especialmente preocupante es la situación de niños residentes en La Guajira en términos de baja estatura y bajo peso para su edad”.
En un estudio realizado por Karina Acosta Ordóñez para el Banco de la República se pudo establecer que La Guajira en la región Caribe y el Vaupés en la región amazónica tienen alrededor de una tercera parte de niños en edad escolar que sufren de desnutrición. Esta situación es intolerable y amerita correctivos prontos y eficaces para evitar males mayores.
Primero fue el gas y luego el carbón, cuyas mayores reservas probadas en el país se encontraban en La Guajira, los dos renglones que empezaron a tener prominencia en su actividad económica y a ganar participación en el PIB del Departamento hasta representar el 59.7%. El Departamento pasó a ser junto con el departamento del Cesar el mayor productor de carbón con destino a la exportación y de contera el mayor productor de gas. Muchas fueron las expectativas que se generaron en la región por estos nuevos desarrollos y se fincaron las esperanzas de salir del atraso secular a partir de los mismos. Varias fueron las iniciativas que se plantearon en su momento tendientes a externalizar sus beneficios a partir de encadenamientos productivos que permitieran incorporarle un valor agregado a nuestras materias primas, pero todo fue en vano.
Pero, a todas esas cabe preguntarse qué se hicieron los ingentes recursos que se recibieron por cuenta de las regalías del carbón, el gas y también de la sal. Muchos se preguntan y con razón, cómo es posible que La Guajira aún esté en semejante postración económica y social, con tantas carencias y precariedades después de haber recibido en los últimos 25 años algo así como US $1.461 millones.
Hemos sido particularmente críticos sobre el manejo ineficaz e ineficiente que se le han dado a los recursos provenientes de las regalías, he hecho denuncias públicas concretas sobre el desgreño administrativo y los desmanes de los cuales han sido objeto. No obstante el codirector del Banco de la República, Adolfo Meisel Roca, un investigador serio y ponderado, luego de hacer un análisis riguroso sobre la realidad de La Guajira, llegó a la siguiente conclusión: “la magnitud del rezago de La Guajira, antes de la era de la minería, era tan grande que aun si las regalías se hubieran invertido en forma eficiente y con cero corrupción, éstas no eran suficientemente grandes como para cerrar esa brecha”. Ello, ni más faltaba, no exime de responsabilidad a la dirigencia de nuestro Departamento, pues no pocos de quienes han hecho parte de ella no han estado a la altura de sus responsabilidades.
www.fnd.org.co
Por Amylkar D. Acosta Medina
Arriba el departamento de La Guajira el primero de julio a los cincuenta años de su creación como tal; hasta entonces había sido Intendencia y hacía parte del Magdalena grande, el cual terminó de desintegrarse dos años después cuando se creó el departamento del Cesar, segregándose del mismo. Durante el período del Presidente Guillermo León […]
Arriba el departamento de La Guajira el primero de julio a los cincuenta años de su creación como tal; hasta entonces había sido Intendencia y hacía parte del Magdalena grande, el cual terminó de desintegrarse dos años después cuando se creó el departamento del Cesar, segregándose del mismo. Durante el período del Presidente Guillermo León Valencia (1962 – 1966) proliferaron los nuevos departamentos, llegándose a hablar de una “departamentalitis”. En dicho lapso se desintegró también el Viejo Caldas, dando nacimiento a otros dos departamentos, Risaralda y Quindío.
Nuestro Departamento es la muestra perfecta de la caracterización que hace la Constitución Política de nuestro país: es biodiverso y multiétnico. Y su ubicación geográfica no puede ser más envidiable, enclavada en el Caribe, es la región más septentrional de Colombia y constituye la esquina oceánica de Suramérica. Dotada, además, por la naturaleza de una gran riqueza en recursos naturales no renovables, tan variados como abundantes, gracias a la cual se le reconoce como la principal despensa minero-energética con que cuenta el país.
Pero, también es cierto que La Guajira es una región rica habitada por gente pobre, ello salta a la vista cuando constatamos que sus indicadores en necesidades básicas insatisfechas (NBI), pobreza, analfabetismo y desigualdad son de los más altos de la región Caribe, la cual a su vez acusa los más altos niveles entre las regiones de Colombia. Esto es aberrante y se explica en gran medida por los desajustes sociales tan protuberantes en el país, producto del desarrollo desigual a que ha estado expuesto Colombia y que dan lugar a unas enormes brechas interregionales e intrarregionales.
Uno de los hechos que ha suscitado mayor controversia y cuestionamientos es el relativo al alto grado de desnutrición que agobia a la población infantil en La Guajira y los decesos por causas asociadas a la misma. Resulta patético el hecho de que “en 2005, la región Atlántica desplazó a la región Pacífica como el lugar geográfico con mayor presencia de desnutrición infantil; especialmente preocupante es la situación de niños residentes en La Guajira en términos de baja estatura y bajo peso para su edad”.
En un estudio realizado por Karina Acosta Ordóñez para el Banco de la República se pudo establecer que La Guajira en la región Caribe y el Vaupés en la región amazónica tienen alrededor de una tercera parte de niños en edad escolar que sufren de desnutrición. Esta situación es intolerable y amerita correctivos prontos y eficaces para evitar males mayores.
Primero fue el gas y luego el carbón, cuyas mayores reservas probadas en el país se encontraban en La Guajira, los dos renglones que empezaron a tener prominencia en su actividad económica y a ganar participación en el PIB del Departamento hasta representar el 59.7%. El Departamento pasó a ser junto con el departamento del Cesar el mayor productor de carbón con destino a la exportación y de contera el mayor productor de gas. Muchas fueron las expectativas que se generaron en la región por estos nuevos desarrollos y se fincaron las esperanzas de salir del atraso secular a partir de los mismos. Varias fueron las iniciativas que se plantearon en su momento tendientes a externalizar sus beneficios a partir de encadenamientos productivos que permitieran incorporarle un valor agregado a nuestras materias primas, pero todo fue en vano.
Pero, a todas esas cabe preguntarse qué se hicieron los ingentes recursos que se recibieron por cuenta de las regalías del carbón, el gas y también de la sal. Muchos se preguntan y con razón, cómo es posible que La Guajira aún esté en semejante postración económica y social, con tantas carencias y precariedades después de haber recibido en los últimos 25 años algo así como US $1.461 millones.
Hemos sido particularmente críticos sobre el manejo ineficaz e ineficiente que se le han dado a los recursos provenientes de las regalías, he hecho denuncias públicas concretas sobre el desgreño administrativo y los desmanes de los cuales han sido objeto. No obstante el codirector del Banco de la República, Adolfo Meisel Roca, un investigador serio y ponderado, luego de hacer un análisis riguroso sobre la realidad de La Guajira, llegó a la siguiente conclusión: “la magnitud del rezago de La Guajira, antes de la era de la minería, era tan grande que aun si las regalías se hubieran invertido en forma eficiente y con cero corrupción, éstas no eran suficientemente grandes como para cerrar esa brecha”. Ello, ni más faltaba, no exime de responsabilidad a la dirigencia de nuestro Departamento, pues no pocos de quienes han hecho parte de ella no han estado a la altura de sus responsabilidades.
www.fnd.org.co
Por Amylkar D. Acosta Medina