Los aniversarios constituyen una ocasión propicia para volver sobre los pasos de la historia, pues al decir del Quijote, el Hidalgo de la triste figura, ella es “émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo del pasado, ejemplo y aviso de lo presente y clara advertencia de lo porvenir”. Desde la perspectiva de los años […]
Los aniversarios constituyen una ocasión propicia para volver sobre los pasos de la historia, pues al decir del Quijote, el Hidalgo de la triste figura, ella es “émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo del pasado, ejemplo y aviso de lo presente y clara advertencia de lo porvenir”. Desde la perspectiva de los años transcurridos sobre los cuales pretendemos discernir, constatamos el aserto de Engels cuando afirmaba que hay años en los que solo transcurren días de historia, de la misma manera que hay días, cargados de años, en los cuales transcurren años de historia.
Esta vez conmemoramos el quincuagésimo aniversario de la gran gesta del Movimiento estudiantil de 1971, el cual marcó un hito histórico en la lucha reivindicativa en defensa del fuero universitario. El más remoto antecedente de este gran movimiento, que tuvo su clímax en dicho año, fue el movimiento estudiantil de la Universidad de Córdoba (Argentina) en 1918, que plasmó en su proclama del Manifiesto de Córdoba, los que se constituirían medio siglo después en los objetivos por los cuales lucharía a brazo partido el estudiantado colombiano. Nos referimos a la autonomía universitaria, al cogobierno, la libertad de cátedra y la educación gratuita.
Este año, el movimiento estudiantil se reactivó, los consejos estudiantiles revivieron, en rechazo al Plan Básico de la Educación Superior, promovido por Rudolph Atcon, asesor de la Unesco, el cual venía atado como una de las condicionalidades de un crédito del BID para el financiamiento de varias ciudadelas universitarias y conllevaba unas reformas antidemocráticas tanto en el plano académico como en el administrativo.
El 25 de marzo, en el V Encuentro Nacional estudiantil se aprobó el Programa mínimo de los estudiantes colombianos, enarbolando las banderas de la autonomía universitaria, el cogobierno, la libre cátedra y la financiación estatal. Se reclamaba, además, que el Consejo superior de las universidades públicas estuviera integrado solo por la representación de los estamentos universitarios, lo cual implicaba la salida de los representantes de la ANDI, de Fenalco y de la Curia, entre otros.
Este movimiento no fue en balde, además de caracterizarse por su organización y la seriedad de sus planteamientos, conquistó la autonomía para las universidades, la misma que hoy nadie pone en duda. El cogobierno se hizo realidad: el entonces ministro de Educación, el inmolado Luis Carlos Galán, expidió el 23 de octubre de ese año el decreto 2070 mediante el cual se modificó la integración de los consejos superiores de las universidades públicas, en los cuales en adelante solo tendrían asiento representantes de los estamentos universitarios.
Estos meses de lucha frenética lograron lo que por años había sido una aspiración largamente acariciada por parte de los universitarios y sentó las bases de la universidad del futuro.
Los aniversarios constituyen una ocasión propicia para volver sobre los pasos de la historia, pues al decir del Quijote, el Hidalgo de la triste figura, ella es “émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo del pasado, ejemplo y aviso de lo presente y clara advertencia de lo porvenir”. Desde la perspectiva de los años […]
Los aniversarios constituyen una ocasión propicia para volver sobre los pasos de la historia, pues al decir del Quijote, el Hidalgo de la triste figura, ella es “émula del tiempo, depósito de las acciones, testigo del pasado, ejemplo y aviso de lo presente y clara advertencia de lo porvenir”. Desde la perspectiva de los años transcurridos sobre los cuales pretendemos discernir, constatamos el aserto de Engels cuando afirmaba que hay años en los que solo transcurren días de historia, de la misma manera que hay días, cargados de años, en los cuales transcurren años de historia.
Esta vez conmemoramos el quincuagésimo aniversario de la gran gesta del Movimiento estudiantil de 1971, el cual marcó un hito histórico en la lucha reivindicativa en defensa del fuero universitario. El más remoto antecedente de este gran movimiento, que tuvo su clímax en dicho año, fue el movimiento estudiantil de la Universidad de Córdoba (Argentina) en 1918, que plasmó en su proclama del Manifiesto de Córdoba, los que se constituirían medio siglo después en los objetivos por los cuales lucharía a brazo partido el estudiantado colombiano. Nos referimos a la autonomía universitaria, al cogobierno, la libertad de cátedra y la educación gratuita.
Este año, el movimiento estudiantil se reactivó, los consejos estudiantiles revivieron, en rechazo al Plan Básico de la Educación Superior, promovido por Rudolph Atcon, asesor de la Unesco, el cual venía atado como una de las condicionalidades de un crédito del BID para el financiamiento de varias ciudadelas universitarias y conllevaba unas reformas antidemocráticas tanto en el plano académico como en el administrativo.
El 25 de marzo, en el V Encuentro Nacional estudiantil se aprobó el Programa mínimo de los estudiantes colombianos, enarbolando las banderas de la autonomía universitaria, el cogobierno, la libre cátedra y la financiación estatal. Se reclamaba, además, que el Consejo superior de las universidades públicas estuviera integrado solo por la representación de los estamentos universitarios, lo cual implicaba la salida de los representantes de la ANDI, de Fenalco y de la Curia, entre otros.
Este movimiento no fue en balde, además de caracterizarse por su organización y la seriedad de sus planteamientos, conquistó la autonomía para las universidades, la misma que hoy nadie pone en duda. El cogobierno se hizo realidad: el entonces ministro de Educación, el inmolado Luis Carlos Galán, expidió el 23 de octubre de ese año el decreto 2070 mediante el cual se modificó la integración de los consejos superiores de las universidades públicas, en los cuales en adelante solo tendrían asiento representantes de los estamentos universitarios.
Estos meses de lucha frenética lograron lo que por años había sido una aspiración largamente acariciada por parte de los universitarios y sentó las bases de la universidad del futuro.