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Columnista - 17 abril, 2018

La frustración de la Nacional

Pensé que era una broma del contralor general Edgardo Maya Villazón cuando preguntó: “¿quién paga ese daño y ese lucro cesante?”, refiriéndose en El Pilón del 10 de abril a que la construcción de la Universidad Nacional se contrató inicialmente por 38 mil millones de pesos y terminó costando 56 mil, además de que el […]

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Pensé que era una broma del contralor general Edgardo Maya Villazón cuando preguntó: “¿quién paga ese daño y ese lucro cesante?”, refiriéndose en El Pilón del 10 de abril a que la construcción de la Universidad Nacional se contrató inicialmente por 38 mil millones de pesos y terminó costando 56 mil, además de que el plazo de ejecución de la obra era veinticuatro meses y pasados cinco años aún no la han entregado.

Broma porque es precisamente la Contraloría General de la República a su cargo, quien determina la responsabilidad fiscal de los funcionarios y contratistas que con su acción u omisión perjudican la ejecución de una obra, con el daño emergente y lucro cesante resultante del mundo de ‘leguleyadas’ inventadas para enmascarar la defraudación de los recursos públicos.

Hace casi un año, el 9 de mayo de 2017, en el mismo periódico la Universidad Nacional por medio de su rector, Ignacio Mantilla, anunció su renuncia a la interventoría de la obra por los ‘inconvenientes’ aplazamientos y compromisos fallidos del exgobernador Luis Alberto Monsalvo y Franco Ovalle, advirtiendo de paso que solo cuando las instalaciones físicas de campus estuvieran terminadas en un 100% pondrían a funcionar la universidad.

En esa oportunidad se acordó que la obra debía estar terminada en noviembre de ese año y junto al seguimiento del Contralor General operaría una veeduría de alto nivel, compuesta por egresados de reconocida idoneidad profesional y solvencia moral, lo cual garantizaba que en el primer semestre del año 2018, las 26 aulas, la biblioteca y la cafetería albergarían los 2.200 jóvenes que agruparían las tres facultades y los siete programas académicos con que comenzaría la sede Caribe.

El anuncio de la Facultad de Medicina hizo olvidar los sobrecostos, incumplimientos y fallas estructurales del proyecto. Los cesarenses una vez más sucumbimos ante el delito y con la complicidad mediática aceptamos el sofisma de que lo importante es el funcionamiento de la obra y no el viacrucis de irregularidades de las grandes obras en el departamento del Cesar.

Infortunadamente los plazos nuevamente se incumplieron y la frustración se apoderó de todos, al punto de que el mismo Contralor públicamente se pregunta por los responsables del perjuicio y entiendo que la veeduría se retiró, burlados por el rosario de mentiras del contratante y contratista.

En este punto de desesperanza se deben haber agotado los actos de fe por consideración social con el gobernante de turno. La Contraloría tendrá que mostrar con correctivos fiscales, su resistencia a ser tenido como un ente de simple empadronamiento de sobrecostos sin dolientes; aparte de ponernos a salvo de futuras candidaturas a la gobernación, justificadas en el mundo de obras inconclusas que este gobierno no ha podido entregar. Un abrazo.

Columnista
17 abril, 2018

La frustración de la Nacional

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Antonio María Araujo

Pensé que era una broma del contralor general Edgardo Maya Villazón cuando preguntó: “¿quién paga ese daño y ese lucro cesante?”, refiriéndose en El Pilón del 10 de abril a que la construcción de la Universidad Nacional se contrató inicialmente por 38 mil millones de pesos y terminó costando 56 mil, además de que el […]


Pensé que era una broma del contralor general Edgardo Maya Villazón cuando preguntó: “¿quién paga ese daño y ese lucro cesante?”, refiriéndose en El Pilón del 10 de abril a que la construcción de la Universidad Nacional se contrató inicialmente por 38 mil millones de pesos y terminó costando 56 mil, además de que el plazo de ejecución de la obra era veinticuatro meses y pasados cinco años aún no la han entregado.

Broma porque es precisamente la Contraloría General de la República a su cargo, quien determina la responsabilidad fiscal de los funcionarios y contratistas que con su acción u omisión perjudican la ejecución de una obra, con el daño emergente y lucro cesante resultante del mundo de ‘leguleyadas’ inventadas para enmascarar la defraudación de los recursos públicos.

Hace casi un año, el 9 de mayo de 2017, en el mismo periódico la Universidad Nacional por medio de su rector, Ignacio Mantilla, anunció su renuncia a la interventoría de la obra por los ‘inconvenientes’ aplazamientos y compromisos fallidos del exgobernador Luis Alberto Monsalvo y Franco Ovalle, advirtiendo de paso que solo cuando las instalaciones físicas de campus estuvieran terminadas en un 100% pondrían a funcionar la universidad.

En esa oportunidad se acordó que la obra debía estar terminada en noviembre de ese año y junto al seguimiento del Contralor General operaría una veeduría de alto nivel, compuesta por egresados de reconocida idoneidad profesional y solvencia moral, lo cual garantizaba que en el primer semestre del año 2018, las 26 aulas, la biblioteca y la cafetería albergarían los 2.200 jóvenes que agruparían las tres facultades y los siete programas académicos con que comenzaría la sede Caribe.

El anuncio de la Facultad de Medicina hizo olvidar los sobrecostos, incumplimientos y fallas estructurales del proyecto. Los cesarenses una vez más sucumbimos ante el delito y con la complicidad mediática aceptamos el sofisma de que lo importante es el funcionamiento de la obra y no el viacrucis de irregularidades de las grandes obras en el departamento del Cesar.

Infortunadamente los plazos nuevamente se incumplieron y la frustración se apoderó de todos, al punto de que el mismo Contralor públicamente se pregunta por los responsables del perjuicio y entiendo que la veeduría se retiró, burlados por el rosario de mentiras del contratante y contratista.

En este punto de desesperanza se deben haber agotado los actos de fe por consideración social con el gobernante de turno. La Contraloría tendrá que mostrar con correctivos fiscales, su resistencia a ser tenido como un ente de simple empadronamiento de sobrecostos sin dolientes; aparte de ponernos a salvo de futuras candidaturas a la gobernación, justificadas en el mundo de obras inconclusas que este gobierno no ha podido entregar. Un abrazo.