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Columnista - 17 agosto, 2023

La fragilidad de la coherencia ideológica

Cuando uno abraza una causa ideológica lo hace por convicción y lo adentra en su quehacer político y cotidiano para mirar las cosas tal que esos principios lleguen a hacer parte de nuestro ADN y por lo tanto inamovibles, acompañándonos hasta el fin de nuestros días, sin interrupciones.

Cuando uno abraza una causa ideológica lo hace por convicción y lo adentra en su quehacer político y cotidiano para mirar las cosas tal que esos principios lleguen a hacer parte de nuestro ADN y por lo tanto inamovibles, acompañándonos hasta el fin de nuestros días, sin interrupciones.

Esta fijación debe mantenerse tanto para lo nacional como para lo regional y local, sin fraccionamientos ni esguinces ya que el todo es la suma de las partes. Pero esta consistencia y lógica cartesiana no están presentes en la mayoría de quienes intentan crear procesos político-electorales, muchos claudican, su sostenibilidad es efímera como una pavesa, pero pronto se acomodan a dinámicas diferentes según las circunstancias. 

Un posicionamiento ideológico no se hace en un día, se construye a través del tiempo en la observación permanente de los fenómenos socioculturales; tampoco se hereda, pero ayuda mucho la formación familiar. 

Los tradicionales partidos nunca estuvieron pendientes de los reales problemas de sociedad, son amorfos y se orientan por intereses económicos y de poder. En la campaña a la presidencia de la república de 2022, muchos se alinearon, provenientes de viejas castas y grupos en formación, en una actitud, quizás oportunista; las posibilidades de un triunfo de Gustavo Petro produjeron el efecto “vagón” donde muchos querían embarcarse porque siempre quieren ganar así sea en teoría. 

Aquí surgió el concepto de “Frente Amplio” a través del cual se desmontaron en forma transitoria algunos propósitos y viejas prácticas de partidos que bien pudiera interpretarse como un mero paracaidismo; fue un avance fugaz, aunque reivindicativo y meritorio, su aporte fue significativo. Pasadas las elecciones y negadas algunas pretensiones particulares, muchos volvieron a su viejo redil a negar en los territorios lo que quisieron vender en la campaña “Petro presidente” pero quedaron al descubierto. Recuerdo que en el Hotel Sicarare, mediante una rueda de prensa, se reunieron varios aspirantes a la alcaldía de Valledupar con pretensiones de ser avalados por el Pacto Histórico. Tan pronto como estas posibilidades se diluían, todos, excepto una, volvieron a sus bases, es palpable que no quieren el cambio. Hoy, ninguno de ellos acompaña a la candidata avalada por el Pacto Histórico como exigía la coherencia, algunos acompañan a otros aspirantes convencionales caracterizados por adversar el gobierno del cambio, otros sostienen sus propias aspiraciones de ser burgomaestres con el respaldo de otros partidos, incluso de poca nombradía. 

En realidad, estos no estaban en el proyecto, solo buscaban apropiarse de una insignia ganadora como lo es el Pacto Histórico y le apostaban a una aventura electoral. Hoy me permito mencionar dos casos concretos porque de Alain Jiménez ya lo hice. El médico Álvaro Portilla recibió el aval del partido Dignidad (J. E. Robledo) en su aspiración al senado, curul que no alcanzó y después aterrizó en el P.H. Es difícil pensar que Portilla sea alternativo, porque las críticas de Robledo a Petro son de corte uribista, pese a que ambos compartieron banderas en El Polo Alternativo. Después se acercó al P.H. buscando visibilidad electoral porque el Pacto es una marca que vende, pero no vio posibilidades y renunció a esa opción pese a que allí tenía sus seguidores. Hoy es candidato a la alcaldía de Valledupar por otros grupos. Pero el caso más patético es el del exalcalde Fredy Socarras, muy comprometido con el cambio propuesto por Petro, se puso la camiseta, pero mató el tigre y ahora le huye al cuero: ahora se encunetó en la campaña de Portilla. Tal vez pudo más la afinidad de colegas que de principios y coherencia ideológica. 

Quizás nostalgias del pasado, ya había participado como alto funcionario en un gobierno de esos que no quieren el cambio verdadero. Estas veleidades son típicas en los viejos procesos electorales, no harán falta; si ganamos aquí votando por Petro, también lo podemos hacer votando por la alcaldía de Valledupar.     

Por Luis Napoleón de Armas P.

Columnista
17 agosto, 2023

La fragilidad de la coherencia ideológica

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

Cuando uno abraza una causa ideológica lo hace por convicción y lo adentra en su quehacer político y cotidiano para mirar las cosas tal que esos principios lleguen a hacer parte de nuestro ADN y por lo tanto inamovibles, acompañándonos hasta el fin de nuestros días, sin interrupciones.


Cuando uno abraza una causa ideológica lo hace por convicción y lo adentra en su quehacer político y cotidiano para mirar las cosas tal que esos principios lleguen a hacer parte de nuestro ADN y por lo tanto inamovibles, acompañándonos hasta el fin de nuestros días, sin interrupciones.

Esta fijación debe mantenerse tanto para lo nacional como para lo regional y local, sin fraccionamientos ni esguinces ya que el todo es la suma de las partes. Pero esta consistencia y lógica cartesiana no están presentes en la mayoría de quienes intentan crear procesos político-electorales, muchos claudican, su sostenibilidad es efímera como una pavesa, pero pronto se acomodan a dinámicas diferentes según las circunstancias. 

Un posicionamiento ideológico no se hace en un día, se construye a través del tiempo en la observación permanente de los fenómenos socioculturales; tampoco se hereda, pero ayuda mucho la formación familiar. 

Los tradicionales partidos nunca estuvieron pendientes de los reales problemas de sociedad, son amorfos y se orientan por intereses económicos y de poder. En la campaña a la presidencia de la república de 2022, muchos se alinearon, provenientes de viejas castas y grupos en formación, en una actitud, quizás oportunista; las posibilidades de un triunfo de Gustavo Petro produjeron el efecto “vagón” donde muchos querían embarcarse porque siempre quieren ganar así sea en teoría. 

Aquí surgió el concepto de “Frente Amplio” a través del cual se desmontaron en forma transitoria algunos propósitos y viejas prácticas de partidos que bien pudiera interpretarse como un mero paracaidismo; fue un avance fugaz, aunque reivindicativo y meritorio, su aporte fue significativo. Pasadas las elecciones y negadas algunas pretensiones particulares, muchos volvieron a su viejo redil a negar en los territorios lo que quisieron vender en la campaña “Petro presidente” pero quedaron al descubierto. Recuerdo que en el Hotel Sicarare, mediante una rueda de prensa, se reunieron varios aspirantes a la alcaldía de Valledupar con pretensiones de ser avalados por el Pacto Histórico. Tan pronto como estas posibilidades se diluían, todos, excepto una, volvieron a sus bases, es palpable que no quieren el cambio. Hoy, ninguno de ellos acompaña a la candidata avalada por el Pacto Histórico como exigía la coherencia, algunos acompañan a otros aspirantes convencionales caracterizados por adversar el gobierno del cambio, otros sostienen sus propias aspiraciones de ser burgomaestres con el respaldo de otros partidos, incluso de poca nombradía. 

En realidad, estos no estaban en el proyecto, solo buscaban apropiarse de una insignia ganadora como lo es el Pacto Histórico y le apostaban a una aventura electoral. Hoy me permito mencionar dos casos concretos porque de Alain Jiménez ya lo hice. El médico Álvaro Portilla recibió el aval del partido Dignidad (J. E. Robledo) en su aspiración al senado, curul que no alcanzó y después aterrizó en el P.H. Es difícil pensar que Portilla sea alternativo, porque las críticas de Robledo a Petro son de corte uribista, pese a que ambos compartieron banderas en El Polo Alternativo. Después se acercó al P.H. buscando visibilidad electoral porque el Pacto es una marca que vende, pero no vio posibilidades y renunció a esa opción pese a que allí tenía sus seguidores. Hoy es candidato a la alcaldía de Valledupar por otros grupos. Pero el caso más patético es el del exalcalde Fredy Socarras, muy comprometido con el cambio propuesto por Petro, se puso la camiseta, pero mató el tigre y ahora le huye al cuero: ahora se encunetó en la campaña de Portilla. Tal vez pudo más la afinidad de colegas que de principios y coherencia ideológica. 

Quizás nostalgias del pasado, ya había participado como alto funcionario en un gobierno de esos que no quieren el cambio verdadero. Estas veleidades son típicas en los viejos procesos electorales, no harán falta; si ganamos aquí votando por Petro, también lo podemos hacer votando por la alcaldía de Valledupar.     

Por Luis Napoleón de Armas P.