La fiesta de la mujer la busco en el calendario y Dios en su campanario ilumina mi entender.
I
La fiesta de la mujer
la busco en el calendario
y Dios en su campanario
ilumina mi entender.
El sonoro rosicler
de un trovero en sinfonía
en coplas de una poesía
dice: el ocho de marzo;
pero en mi canto resarzo
y digo: es todos los días.
II
Del camino es la mujer
el sol radiante que alumbra,
y retira la penumbra
con la actitud de su ser.
Espejo de amanecer
imagen de su belleza,
su lealtad es fortaleza
en el trabajo y el hogar;
flamante luce en su andar
la honradez y su nobleza.
III
Y Dios hizo a la mujer
bella y sonriente de luna,
con ramilletes de cuna
adorna su proceder.
Su ternura por doquier
deja huellas perfumadas,
la belleza es revelada
en sus ojos y en su alma,
su silueta es una palma
de la brisa enamorada.
IV
Hoy reclaman las mujeres
en el género, equidad.
El respeto y la dignidad,
escudos de sus deberes.
En cuestiones de saberes
no existe la diferencia,
el don de la inteligencia
es de la especie humana,
porque el hombre que se ufana
tiene vacía la conciencia.
Por José Atuesta Mindiola
La fiesta de la mujer la busco en el calendario y Dios en su campanario ilumina mi entender.
I
La fiesta de la mujer
la busco en el calendario
y Dios en su campanario
ilumina mi entender.
El sonoro rosicler
de un trovero en sinfonía
en coplas de una poesía
dice: el ocho de marzo;
pero en mi canto resarzo
y digo: es todos los días.
II
Del camino es la mujer
el sol radiante que alumbra,
y retira la penumbra
con la actitud de su ser.
Espejo de amanecer
imagen de su belleza,
su lealtad es fortaleza
en el trabajo y el hogar;
flamante luce en su andar
la honradez y su nobleza.
III
Y Dios hizo a la mujer
bella y sonriente de luna,
con ramilletes de cuna
adorna su proceder.
Su ternura por doquier
deja huellas perfumadas,
la belleza es revelada
en sus ojos y en su alma,
su silueta es una palma
de la brisa enamorada.
IV
Hoy reclaman las mujeres
en el género, equidad.
El respeto y la dignidad,
escudos de sus deberes.
En cuestiones de saberes
no existe la diferencia,
el don de la inteligencia
es de la especie humana,
porque el hombre que se ufana
tiene vacía la conciencia.
Por José Atuesta Mindiola