El pueblo católico celebra hoy con alegría la consagración de la catedral más grande de Colombia ubicada en Valledupar.
El pueblo católico celebra hoy con alegría la consagración de la catedral más grande de Colombia ubicada en Valledupar. Miles de fieles de la Iglesia que preside en la tierra el papa Francisco no caben de la dicha, precisamente en Valledupar, una ciudad llena de gente contenta y noble.
Pero hay un hombre, un servidor que celebra hoy con el corazón hinchado de la felicidad y el deber cumplido. Hemos podido entrevistar hoy al padre Iver De la Cruz, rector del Seminario Diocesano Juan Pablo II y además coordinador de la obra de la Catedral de Ecce Homo que hoy abre sus varias puertas de par en par.
Su historia es tan singular como maravillosa. Su tiempo durante los últimos años lo ha dividido entre la construcción de la Catedral y la de sacerdotes en formación. A su cargo, y con el apoyo del presbítero Leonardo Fajardo, vicerrector, guían, enseñan y ayudan a estructurar a decenas de niños y jóvenes en el camino hacia el sacerdocio.
La fe permitió que las buenas tareas del padre De la Cruz llevaran a feliz término la Catedral, que hoy abre sus puertas para más de 4.500 fieles. La obra es monumental, pero él se refiere a ella con prudencia, tal y como se refiere a su labor académica y espiritual en la formación de los seminaristas.
El padre De la Cruz es en definitiva arquitecto de proyectos sacerdotales que le entrega a la sociedad para el servicio; la caridad, los sacramentos, la devoción y la vocación son algunas de las palabras más significativas con las que sacerdotes como Iver Alfonso logran levantar templos de vida que construye Dios.
La celebración de hoy merece estas líneas y este sacerdote formador también. Por supuesto, la felicitación no la asumió de manera individual. El padre Iver entregó sus agradecimientos al equipo de arquitectos, auxiliares y otros profesionales que construyeron la catedral, así como a maestros artesanos, decoradores, pintores, entre otros, y ante todo a monseñor Vélez Isaza.
La obra dará de qué hablar. Así ha sido antes y lo será durante y después de la consagración. Pero hay una obra anterior que ha pasado por las buenas tareas del sacerdote: cientos de jóvenes que han consolidado su vocación gracias a una excelente formación al servicio de Cristo.
Son los jóvenes que habitan el ‘continente de la esperanza’, la renovación y la alegría de un mundo católico que avanza entre los avatares del tiempo, la modernidad y la nueva sociedad.
Felicidades, padre Iver. La fe mueve montañas, levanta enormes templos como la Catedral del Ecce Homo y consolida templos humanos como los seminaristas que albergan la fe para luego servir a la comunidad con transparencia, respeto por la vida y la naturaleza, creaciones de Dios.
El pueblo católico celebra hoy con alegría la consagración de la catedral más grande de Colombia ubicada en Valledupar.
El pueblo católico celebra hoy con alegría la consagración de la catedral más grande de Colombia ubicada en Valledupar. Miles de fieles de la Iglesia que preside en la tierra el papa Francisco no caben de la dicha, precisamente en Valledupar, una ciudad llena de gente contenta y noble.
Pero hay un hombre, un servidor que celebra hoy con el corazón hinchado de la felicidad y el deber cumplido. Hemos podido entrevistar hoy al padre Iver De la Cruz, rector del Seminario Diocesano Juan Pablo II y además coordinador de la obra de la Catedral de Ecce Homo que hoy abre sus varias puertas de par en par.
Su historia es tan singular como maravillosa. Su tiempo durante los últimos años lo ha dividido entre la construcción de la Catedral y la de sacerdotes en formación. A su cargo, y con el apoyo del presbítero Leonardo Fajardo, vicerrector, guían, enseñan y ayudan a estructurar a decenas de niños y jóvenes en el camino hacia el sacerdocio.
La fe permitió que las buenas tareas del padre De la Cruz llevaran a feliz término la Catedral, que hoy abre sus puertas para más de 4.500 fieles. La obra es monumental, pero él se refiere a ella con prudencia, tal y como se refiere a su labor académica y espiritual en la formación de los seminaristas.
El padre De la Cruz es en definitiva arquitecto de proyectos sacerdotales que le entrega a la sociedad para el servicio; la caridad, los sacramentos, la devoción y la vocación son algunas de las palabras más significativas con las que sacerdotes como Iver Alfonso logran levantar templos de vida que construye Dios.
La celebración de hoy merece estas líneas y este sacerdote formador también. Por supuesto, la felicitación no la asumió de manera individual. El padre Iver entregó sus agradecimientos al equipo de arquitectos, auxiliares y otros profesionales que construyeron la catedral, así como a maestros artesanos, decoradores, pintores, entre otros, y ante todo a monseñor Vélez Isaza.
La obra dará de qué hablar. Así ha sido antes y lo será durante y después de la consagración. Pero hay una obra anterior que ha pasado por las buenas tareas del sacerdote: cientos de jóvenes que han consolidado su vocación gracias a una excelente formación al servicio de Cristo.
Son los jóvenes que habitan el ‘continente de la esperanza’, la renovación y la alegría de un mundo católico que avanza entre los avatares del tiempo, la modernidad y la nueva sociedad.
Felicidades, padre Iver. La fe mueve montañas, levanta enormes templos como la Catedral del Ecce Homo y consolida templos humanos como los seminaristas que albergan la fe para luego servir a la comunidad con transparencia, respeto por la vida y la naturaleza, creaciones de Dios.