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Columnista - 24 agosto, 2022

“La fatal arrogancia”

Siendo Hayek un connotado economista, considera que dicha ciencia, por sí sola, no es capaz de resolver todos los problemas humanos

El título de esta columna es el que utilizó Federico Hayek para escribir su  importantisimo último libro, año 1989, según su comentador Mario Vargas Llosa en el suyo, La llamada de la Tribu. 

Siendo Hayek un connotado economista, considera que dicha ciencia, por sí sola, no es capaz de resolver todos los problemas humanos. Quiero llamar la atención, de manera especial, sobre este concepto suyo, el que infortunada y generalmente ni antes ni después del autor ha sido atendido, ni por los privados ni por los gobernantes; no obstante que sobre el particular hay una sabia y vieja sentencia hebrea: no sólo de pan vive el hombre;  sino que además, el hombre vive de pensar, estudiar, trabajar, filosofar, de su espíritu, de su religión, de sus emociones. En una palabra: de su libertad. 

Sin embargo, el sentido de la economía se absolutiza,  por parte de gobernados y gobernantes. En la democracia política, estos se han vuelto intervencionistas y son  estatistas, por ideología,  de los regímenes  totalitarios.

Será que a través de esta orientación estatista, que implica una contradicción o movimiento dialéctico, estamos cambiando las bases de nuestra civilización clásica liberal por esa otra, en la que dejan de ser fundamentales conceptos como los de libertad, legalidad, individualismo, propiedad privada, mercado libre, derechos humanos, convivencia, paz verdadera, etc? 

Apenas terminándose el siglo xx, Hayek considera en su libro que el nuevo paradigma político-social que se desea implantar, y que evidentemente se está estableciendo, ya en no pocos países, se debe: “al  constructivismo o la ingeniería social, la pretensión de elaborar intelectualmente un modelo económico y político y querer luego implantarlo en la realidad, algo que sólo es posible mediante la fuerza–una violencia que luego degenera en dictadura– y que ha fracasado en todos los casos en que se intentó”. Comentario de Vargas Llosa: “los intelectuales, han sido, para Hayek, constructivistas natos y, por ello, grandes enemigos de la civilización. Ellos no suelen creer en el mercado, ese sistema impersonal que aglutina dentro de un orden las iniciativas individuales y produce empleo, riqueza, oportunidades y, en última instancia, el progreso humano. Como el mercado es el producto de la libertad, los intelectuales a menudo son los grandes enemigos de la libertad. El intelectual está convencido de que, elaborando racionalmente un modelo justo y equitativo de sociedad, este se puede imponer a la realidad. De ahí el éxito del marxismo en el medio intelectual. El efecto práctico de esta creencia es el socialismo ( la planificación económica y el dirigismo estatista), un sistema que, para imponerse, necesita la abolición se la libertad, de la propiedad privada, del respeto de los contrarios, de independencia de la justicia y la limitación de la libre iniciativa individual. El resultado son la ineficacia productiva, la corrupción y el despotismo”. He aquí, pues, la Fatal arrogancia. Desde los montes de Pueblo Bello. [email protected] 

Columnista
24 agosto, 2022

“La fatal arrogancia”

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Rodrigo López Barros

Siendo Hayek un connotado economista, considera que dicha ciencia, por sí sola, no es capaz de resolver todos los problemas humanos


El título de esta columna es el que utilizó Federico Hayek para escribir su  importantisimo último libro, año 1989, según su comentador Mario Vargas Llosa en el suyo, La llamada de la Tribu. 

Siendo Hayek un connotado economista, considera que dicha ciencia, por sí sola, no es capaz de resolver todos los problemas humanos. Quiero llamar la atención, de manera especial, sobre este concepto suyo, el que infortunada y generalmente ni antes ni después del autor ha sido atendido, ni por los privados ni por los gobernantes; no obstante que sobre el particular hay una sabia y vieja sentencia hebrea: no sólo de pan vive el hombre;  sino que además, el hombre vive de pensar, estudiar, trabajar, filosofar, de su espíritu, de su religión, de sus emociones. En una palabra: de su libertad. 

Sin embargo, el sentido de la economía se absolutiza,  por parte de gobernados y gobernantes. En la democracia política, estos se han vuelto intervencionistas y son  estatistas, por ideología,  de los regímenes  totalitarios.

Será que a través de esta orientación estatista, que implica una contradicción o movimiento dialéctico, estamos cambiando las bases de nuestra civilización clásica liberal por esa otra, en la que dejan de ser fundamentales conceptos como los de libertad, legalidad, individualismo, propiedad privada, mercado libre, derechos humanos, convivencia, paz verdadera, etc? 

Apenas terminándose el siglo xx, Hayek considera en su libro que el nuevo paradigma político-social que se desea implantar, y que evidentemente se está estableciendo, ya en no pocos países, se debe: “al  constructivismo o la ingeniería social, la pretensión de elaborar intelectualmente un modelo económico y político y querer luego implantarlo en la realidad, algo que sólo es posible mediante la fuerza–una violencia que luego degenera en dictadura– y que ha fracasado en todos los casos en que se intentó”. Comentario de Vargas Llosa: “los intelectuales, han sido, para Hayek, constructivistas natos y, por ello, grandes enemigos de la civilización. Ellos no suelen creer en el mercado, ese sistema impersonal que aglutina dentro de un orden las iniciativas individuales y produce empleo, riqueza, oportunidades y, en última instancia, el progreso humano. Como el mercado es el producto de la libertad, los intelectuales a menudo son los grandes enemigos de la libertad. El intelectual está convencido de que, elaborando racionalmente un modelo justo y equitativo de sociedad, este se puede imponer a la realidad. De ahí el éxito del marxismo en el medio intelectual. El efecto práctico de esta creencia es el socialismo ( la planificación económica y el dirigismo estatista), un sistema que, para imponerse, necesita la abolición se la libertad, de la propiedad privada, del respeto de los contrarios, de independencia de la justicia y la limitación de la libre iniciativa individual. El resultado son la ineficacia productiva, la corrupción y el despotismo”. He aquí, pues, la Fatal arrogancia. Desde los montes de Pueblo Bello. [email protected]