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Columnista - 11 noviembre, 2019

La familia musical de los Carrascal

La música es como ‘El Árbol de la Gracia’, que resplandeciente florece desde la fresca savia de la tierra. La música es ensoñación, fascinación, catarsis. La buena música nace de la contemplación suprema de la luna en las ventanas del alma, del sonido que se enlaza con el viento y descubre que el verde del […]

La música es como ‘El Árbol de la Gracia’, que resplandeciente florece desde la fresca savia de la tierra. La música es ensoñación, fascinación, catarsis. La buena música nace de la contemplación suprema de la luna en las ventanas del alma, del sonido que se enlaza con el viento y descubre que el verde del follaje tiene todos los colores.

La música es regalo de Dios a unos seres escogidos, quienes deben cultivarla y perfeccionarla con los dones de verdaderos maestros. Nadie se hace poeta, si no nace con la predisposición genética para explorar los senderos de las metáforas. Nadie se hace cantante, si no nace con la lira en su garganta para regalarle al tiempo la eufonía de su voz.

Dichoso los pueblos que sienten y viven la música, como nuestro Valle De Upar. Esta región tiene el privilegio de ser una tierra bendecida por la música, por eso abundan los cantores. Los hermanos Alfonso y Jesús Emilio Carrascal, de la edad de cinco años descubrieron que iban a ser músicos, cuando su abuelo Eduardo Cotes Calderón les da de aguinaldo una violina. Ahí fue el endriago, se sintieron tocados por la fascinación de los arpegios y los susurros del viento.

Se turnaban la violina y la guacharaca, y tímidamente participaban de las parrandas que hacía su abuelo, un maestro de la violina. Su vecino Lucho Castilla, un mecenas de la risa y la amistad, les regala una caja típica vallenata y se convierten en los niños músicos que alegraban los cumpleaños de los niños de su barrio Simón Bolívar. Y continuaron incansables por caminos de aprendizajes; ya a mitad de la década del setenta interpretaban las mejores canciones de su músico preferido, Alfredo Gutiérrez.

Cuando dejaron de ser niños, su amigo José Luis Ramírez, “El Checa”, los induce a tocar guitarra. Les deja la suya y ellos, en mocedad rozagante, comienzan a robarles los secretos a las cuerdas, y después de varios días los versos y las notas saltan del aire a las cuerdas y quedan en sus manos.

Su presencia en el Festival Vallenato, fueron casi 30 años de participación en el concurso de canción inédita. Debutaron en 1979 con la canción “Adiós infancia” de Félix Carrillo Hinojosa. En 1983 ganaron el primer puesto con la canción “Yo soy el acordeón” de Julio Díaz. Después fueron innumerables las victorias en Valledupar y en otros festivales de la región. Con su “Trío de Guitarras”, también ganaron varios festivales de música vallenata.

Los hermanos Carrascal han prolongado su herencia musical: Luis Alfonso, hijo de Alfonso, es reconocido acordeonero de experiencia en varios festivales, fue uno de los acordeoneros del grupo Kvras. Los dos hijos de Jesús Emilio: Ciro Alfonso, acordeonero y cantante, y Jesús Emilio Jr., guitarrista y cantante. Su sobrino Denilson es guitarrista. Una familia musical que viene inscribiendo su historia en las páginas doradas de la tradición vallenata.

Columnista
11 noviembre, 2019

La familia musical de los Carrascal

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
José Atuesta Mindiola

La música es como ‘El Árbol de la Gracia’, que resplandeciente florece desde la fresca savia de la tierra. La música es ensoñación, fascinación, catarsis. La buena música nace de la contemplación suprema de la luna en las ventanas del alma, del sonido que se enlaza con el viento y descubre que el verde del […]


La música es como ‘El Árbol de la Gracia’, que resplandeciente florece desde la fresca savia de la tierra. La música es ensoñación, fascinación, catarsis. La buena música nace de la contemplación suprema de la luna en las ventanas del alma, del sonido que se enlaza con el viento y descubre que el verde del follaje tiene todos los colores.

La música es regalo de Dios a unos seres escogidos, quienes deben cultivarla y perfeccionarla con los dones de verdaderos maestros. Nadie se hace poeta, si no nace con la predisposición genética para explorar los senderos de las metáforas. Nadie se hace cantante, si no nace con la lira en su garganta para regalarle al tiempo la eufonía de su voz.

Dichoso los pueblos que sienten y viven la música, como nuestro Valle De Upar. Esta región tiene el privilegio de ser una tierra bendecida por la música, por eso abundan los cantores. Los hermanos Alfonso y Jesús Emilio Carrascal, de la edad de cinco años descubrieron que iban a ser músicos, cuando su abuelo Eduardo Cotes Calderón les da de aguinaldo una violina. Ahí fue el endriago, se sintieron tocados por la fascinación de los arpegios y los susurros del viento.

Se turnaban la violina y la guacharaca, y tímidamente participaban de las parrandas que hacía su abuelo, un maestro de la violina. Su vecino Lucho Castilla, un mecenas de la risa y la amistad, les regala una caja típica vallenata y se convierten en los niños músicos que alegraban los cumpleaños de los niños de su barrio Simón Bolívar. Y continuaron incansables por caminos de aprendizajes; ya a mitad de la década del setenta interpretaban las mejores canciones de su músico preferido, Alfredo Gutiérrez.

Cuando dejaron de ser niños, su amigo José Luis Ramírez, “El Checa”, los induce a tocar guitarra. Les deja la suya y ellos, en mocedad rozagante, comienzan a robarles los secretos a las cuerdas, y después de varios días los versos y las notas saltan del aire a las cuerdas y quedan en sus manos.

Su presencia en el Festival Vallenato, fueron casi 30 años de participación en el concurso de canción inédita. Debutaron en 1979 con la canción “Adiós infancia” de Félix Carrillo Hinojosa. En 1983 ganaron el primer puesto con la canción “Yo soy el acordeón” de Julio Díaz. Después fueron innumerables las victorias en Valledupar y en otros festivales de la región. Con su “Trío de Guitarras”, también ganaron varios festivales de música vallenata.

Los hermanos Carrascal han prolongado su herencia musical: Luis Alfonso, hijo de Alfonso, es reconocido acordeonero de experiencia en varios festivales, fue uno de los acordeoneros del grupo Kvras. Los dos hijos de Jesús Emilio: Ciro Alfonso, acordeonero y cantante, y Jesús Emilio Jr., guitarrista y cantante. Su sobrino Denilson es guitarrista. Una familia musical que viene inscribiendo su historia en las páginas doradas de la tradición vallenata.