La vida es racimo de luz, y a veces una sombra de dolor; pero a pesar de todo es la vida, y la vida es bella. Camina sin la premura de adelantarse y sesgar la ruta, para llegar primero.
La vida es racimo de luz, y a veces una sombra de dolor; pero a pesar de todo es la vida, y la vida es bella. Camina sin la premura de adelantarse y sesgar la ruta, para llegar primero. La infancia hay que disfrutarla con el atavío de la inocencia, la espontaneidad de sentir el asombro de los interrogantes y la dicha suprema de escuchar los cuentos de los abuelos. ¡Goza el deleite espiritual y corporal en la estación maravillosa de la juventud!
La adolescencia vívela con armonía y modestia. No cierres las puertas al conocimiento, a la dignidad del espíritu, al maravilloso encanto de sentirse una persona querida y respetada. Siembra jazmines en el patio, o una palmera que haga sonreír al viento en la puerta de tu casa o una calaguala que pinte de verde los faroles en tu ventana. Ahí llegarán los pájaros a bendecir con su canto los espejos de tu alma.
Vive el fervor de la gracia de Dios. Si hay relámpagos y agitados cohetes que cruzan por el cielo de tus noches, llénate de fortaleza y espera el final de la tormenta. No levantes murallas a tu alrededor, abre las puertas para que Dios entre en tu interior y te colme de paz. Celebra las bondades de la gratitud y la amistad. Ama y respeta tu vida y la de los demás.
Tu cuerpo es edén de ternura, de afecto, de sensibilidad, de creatividad e inteligencia. En ti florece la vendimia de quimeras y delicias. Cuida tu cuerpo, tu pureza, tu belleza, tu lozanía. La juventud es divino tesoro, no lo manches, no lo oxides, consérvalo impoluto. La pulcritud de las acciones embellece el cuerpo y ennoblece el alma.
Vence la tentación del adulador, que con apariencia de ángel ofrece falsas quimeras de bienestar y trabajo, pero procura vendar tus ojos para que camines lejos de la luz y seas presa fácil de las garras que enlodan la vida personal y social. Vuélvete diamante, mármol resistente, roca monolítica frente aquellos que no respetan los valores éticos y la condición humana. Haz únicamente las cosas que te dignifiquen y te permitan caminar mirando la luz para tejer sueños y proyectos de vida.
No olvides que hay que moderar las acciones y descansos. Cada quien vive y disfruta su tiempo. El tiempo tuyo es ahora, vive y dedícate a construir la transparencia generosa de tus días: estudia, sueña, escribe, lee, dialoga, practica un deporte, camina y escucha música. Si sueñas con ser músico, pintor o poeta… busca a un profesor o artista que te ayude a develar ciertas claves para cualificar el oficio en alguna de esas artes, y recuerda a Pablo Picasso: “La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando”.
Esfuérzate por alcanzar tus metas. El facilismo deshumaniza los nobles proyectos y entorpece la creatividad y la inteligencia. Cuida tu ángel de la guarda, porque hay otros pérfidos que se esconden en la sombra para atrapar con el espiral tramposo de su flauta a jóvenes como tú.
Por José Atuesta Mindiola
La vida es racimo de luz, y a veces una sombra de dolor; pero a pesar de todo es la vida, y la vida es bella. Camina sin la premura de adelantarse y sesgar la ruta, para llegar primero.
La vida es racimo de luz, y a veces una sombra de dolor; pero a pesar de todo es la vida, y la vida es bella. Camina sin la premura de adelantarse y sesgar la ruta, para llegar primero. La infancia hay que disfrutarla con el atavío de la inocencia, la espontaneidad de sentir el asombro de los interrogantes y la dicha suprema de escuchar los cuentos de los abuelos. ¡Goza el deleite espiritual y corporal en la estación maravillosa de la juventud!
La adolescencia vívela con armonía y modestia. No cierres las puertas al conocimiento, a la dignidad del espíritu, al maravilloso encanto de sentirse una persona querida y respetada. Siembra jazmines en el patio, o una palmera que haga sonreír al viento en la puerta de tu casa o una calaguala que pinte de verde los faroles en tu ventana. Ahí llegarán los pájaros a bendecir con su canto los espejos de tu alma.
Vive el fervor de la gracia de Dios. Si hay relámpagos y agitados cohetes que cruzan por el cielo de tus noches, llénate de fortaleza y espera el final de la tormenta. No levantes murallas a tu alrededor, abre las puertas para que Dios entre en tu interior y te colme de paz. Celebra las bondades de la gratitud y la amistad. Ama y respeta tu vida y la de los demás.
Tu cuerpo es edén de ternura, de afecto, de sensibilidad, de creatividad e inteligencia. En ti florece la vendimia de quimeras y delicias. Cuida tu cuerpo, tu pureza, tu belleza, tu lozanía. La juventud es divino tesoro, no lo manches, no lo oxides, consérvalo impoluto. La pulcritud de las acciones embellece el cuerpo y ennoblece el alma.
Vence la tentación del adulador, que con apariencia de ángel ofrece falsas quimeras de bienestar y trabajo, pero procura vendar tus ojos para que camines lejos de la luz y seas presa fácil de las garras que enlodan la vida personal y social. Vuélvete diamante, mármol resistente, roca monolítica frente aquellos que no respetan los valores éticos y la condición humana. Haz únicamente las cosas que te dignifiquen y te permitan caminar mirando la luz para tejer sueños y proyectos de vida.
No olvides que hay que moderar las acciones y descansos. Cada quien vive y disfruta su tiempo. El tiempo tuyo es ahora, vive y dedícate a construir la transparencia generosa de tus días: estudia, sueña, escribe, lee, dialoga, practica un deporte, camina y escucha música. Si sueñas con ser músico, pintor o poeta… busca a un profesor o artista que te ayude a develar ciertas claves para cualificar el oficio en alguna de esas artes, y recuerda a Pablo Picasso: “La inspiración existe, pero tiene que encontrarte trabajando”.
Esfuérzate por alcanzar tus metas. El facilismo deshumaniza los nobles proyectos y entorpece la creatividad y la inteligencia. Cuida tu ángel de la guarda, porque hay otros pérfidos que se esconden en la sombra para atrapar con el espiral tramposo de su flauta a jóvenes como tú.
Por José Atuesta Mindiola