Apartado de las drogas y el alcohol, el acordeonero y compositor de la música vallenata cuenta su historia para NUESTRO FOLCLOR.
La música muchas veces es asociada a la droga, el alcohol y las mujeres. Artistas de varias generaciones como Michael Jackson, Elvis Presley, Whitney Houston, Britney Spears, Amy Winehouse, entre otros, dejaron que sus vidas sucumbieran ante el consumo de alucinógenos y la excesiva fama.
En la música vallenata existe un compilado de intérpretes, acordeoneros y músicos acompañantes, con problemas de drogadicción, un tema difícil de tocar por el espinoso camino que se vive.
Un camino al que llegó Juan Carlos Ovalle Camargo, un hombre que nació en Rincón Hondo (Cesar), creció entre Villanueva (La Guajira), Bucaramanga (Santander) y Valledupar.
A su abuelo Juan Camargo le robó el primer acordeón que tocó. “Era un acordeón piano y le saqué música”. Esa acción se la castigaron a Juan Carlos con la reclusión en un colegio de Bucaramanga, donde lo esperaba su otro abuelo, Lázaro Agustín Ovalle.
Pero nunca dejó el acordeón. Como pudo lo escondió y lo llevó hasta la ‘Ciudad Bonita’, donde se juntó con unos jugadores del equipo de fútbol Atlético Bucaramanga, a los que convenció para que compraran uno mejor y de máxima calidad.
“Mi abuelo Lázaro ya había muerto y a mí me llevaron a una pensión. A los 13 años ya bebía trago. La señora de la casa le dijo a mis papás que lo mejor era que me trajeran para Valledupar”, rememora Ovalle.
Así llegó a estudiar la secundaria en el colegio Nacional Loperena, institución en la que recibió grado de bachiller en el año de 1984 y compartió diploma con Farid Ortiz, Wilber Mendoza y Fanny Zuleta, hijo y esposa de Nicolás ‘Colacho’ Mendoza, respectivamente.
“Los profesores bebían con nosotros los fines de semana y el lunes nos pasaban al tablero. Fui el mejor bachiller de ese año”.
En la Universidad Industrial de Santander, UIS, aprobó el examen para estudiar Ingeniería de Sistemas pero en una de esas parrandas, que ya tocaba, se encontró con el exgobernador Luis Rodríguez Valera y se le apareció la virgen. “Le pedí dos cajas de aguardiente para el cumpleaños y terminó fue nombrándome como jefe de premios de la Lotería La Vallenata. No tenía experiencia y la inducción me la hizo Mireya, la hermana de Consuelo AraújoNoguera”.
Dos años trabajando en la Lotería del Cesar La Vallenata para después comenzar a jugar su suerte en los festivales de la región. Fue rey de cuatro competencias en la categoría profesional, 18 aficionados y cuatro en canción inédita.
En 1989 consiguió el título más recordado para su memoria, el del Festival Vallenato en Valledupar en la categoría Aficionado. “Nada más que le gané a Dagoberto ‘El Negrito’ Osorio y a Manuel Vega, y quedó por fuera Wilber Mendoza, pero ‘Colacho’ decía que yo debía ganar”. Dos años después se convirtió en el acordeonero que acompañó al maestro Rafael Escalona Martínez en la grabación de un compacto.
“El único acordeonero que ha tenido la oportunidad de andar con cuatro grandes, como hermano o como papá, he sido yo. Acompañé a Emiliano Zuleta Díaz y hasta lo dirijo cuando se puede en las grabaciones; con ‘Colacho’ Mendoza que fue quien me relacionó con la sociedad vallenata; ‘Juancho’ Rois en la era dorada con Diomedes Díaz; y el último fue ‘Beto’ Villa por cuestiones musicales”.
En el ir y venir, en relacionarse con nuevas personas y rodearse de parrandas apareció el oscuro panorama que lo mantuvo sumiso en el tiempo, las drogas. Cayó en la vida fácil y le faltó muy poco para no salir de ella.
“La moda de las drogas la trajeron los salseros. Yo me reservo los nombres de los primeros que iniciaron porque no es conveniente decirlo. Llegaron a Valledupar y vendieron que con eso (cocaína y marihuana) se tocaba mejor”, señaló el además compositor de la música vallenata.
“Lastimosamente uno cae en ese error porque uno hace lo que hacen los demás. No es facilismo, lo hace uno a veces por complacencia. El que prueba por primera vez la droga se sube a un tributo, un calor, la bilirrubina como dice la canción, y a la persona le gusta y le provoca repetirla. Allí viene el fracaso de muchos artistas”.
No se esconde a este flagelo que en el mundo, según Naciones Unidas, calcula que uno de cada 20 adultos, es decir, alrededor de 250 millones de personas de entre 15 y 64 años, consumieron por lo menos una droga en 2014. El cannabis, cuyos consumidores sumaron 183 millones en 2014, sigue siendo la droga de consumo más frecuente en el mundo, seguida de las anfetaminas.
“En el vallenato nunca se ha visto la marihuana como algo llamativo, un solo acordeonero y un bajista la aplicaron, porque es una droga alucinógena que te pone a ver locura, mientras que la cocaína es una droga fortaleciente, te excita, te lleva, te sube, aunque al día siguiente te la cobra porque el guayabo es fatal”, explica.
Después de un tratamiento de siete meses en la clínica San Pablo de Bucaramanga, Juan Carlos Ovalle asegura: “Es un error consumir cualquier droga, hasta el alcohol. Muchos de los colegas no toman la decisión de salir por la falta de orientación y la pena ante la sociedad. Por eso yo vivo agradecido de ustedes (amigos y medios de comunicación) que me apoyaron, tuve a punto de retirarme del tratamiento y tenía contemplado irme para donde un amigo y volver a consumir”.
Tomó la decisión de apartar las drogas de su vida en compañía de su familia, lo apoyaron y le dieron el respaldo, así como la Sociedad de Autores y Compositores (Sayco), amigos como Emiliano Zuleta Díaz, Armando Romero, Rafael Manjarrez, Abraham Orcasita, Nelson Gnecco, Fermín Ovalle, entre otros.
“Yo soy otro, mire que tengo 70 kilos. La gente que esté tranquila porque hoy soy otro. Tengo que alejarme de las malas amistades porque la música es mi vida”, puntualizó.
Su nota acompañó voces como las de Toba Zuleta, Jairo Serrano y una muy recordada, la de Rafael ‘El Pichón’ Rico, con quien conformó ‘El manicomio vallenato’. El grupo contó con la producción y la dirección artística de Emilio Oviedo y la producción ejecutiva de Rafael Mejía, y grabaron canciones como ‘La hamaca’ (Franklin Moya), ‘Mis vacaciones’ (Emiliano Zuleta), ‘Tres corazones’ (José A. Chiche Maestre), ‘No me niegues tu cariño’ (Nafer Durán) y ‘Mi canción’ (Juan Manuel Moya).
“’Pinchón’ no era cantante. Iba pasando por la plaza Alfonso López, era pleno Festival Vallenato, yo lo llamé porque tenía una invitación para cantar en el noticiero en vivo y no tenía cantante, ‘Pinchón’ dijo que no quería cantar y yo le ofrecí tres tragos de aguardiente y se montó a cantar ‘El santo cachón’. La gente se abalanzó a la tarima y Rafael Mejía, que era el director de la compañía disquera, nos ofreció cinco millones de pesos para cada uno, eso era un platal en 1993 (risas)”, afirmó Ovalle.
A Juan Carlos Ovalle le han grabado grandes intérpretes de la música vallenata como: Silvestre Dangond, ‘Churo’ Díaz, Adriana Lucía, Los Diablitos, Kvrass, ‘El Mono’ Zabaleta, Fabián Corrales, Martín Elías Díaz, Iván Villazón, entre otros.
‘El borracho’, ‘El buda’, ‘La musiquera’, ‘El feo’, ‘El blá, blá’, ‘Mi ritmo sabroson’, ‘Anda en su yeré’, y otras son las canciones de Ovalle.
Carlos Mario Jiménez
[email protected]
Fotografía
Leonardo Alvarado
Apartado de las drogas y el alcohol, el acordeonero y compositor de la música vallenata cuenta su historia para NUESTRO FOLCLOR.
La música muchas veces es asociada a la droga, el alcohol y las mujeres. Artistas de varias generaciones como Michael Jackson, Elvis Presley, Whitney Houston, Britney Spears, Amy Winehouse, entre otros, dejaron que sus vidas sucumbieran ante el consumo de alucinógenos y la excesiva fama.
En la música vallenata existe un compilado de intérpretes, acordeoneros y músicos acompañantes, con problemas de drogadicción, un tema difícil de tocar por el espinoso camino que se vive.
Un camino al que llegó Juan Carlos Ovalle Camargo, un hombre que nació en Rincón Hondo (Cesar), creció entre Villanueva (La Guajira), Bucaramanga (Santander) y Valledupar.
A su abuelo Juan Camargo le robó el primer acordeón que tocó. “Era un acordeón piano y le saqué música”. Esa acción se la castigaron a Juan Carlos con la reclusión en un colegio de Bucaramanga, donde lo esperaba su otro abuelo, Lázaro Agustín Ovalle.
Pero nunca dejó el acordeón. Como pudo lo escondió y lo llevó hasta la ‘Ciudad Bonita’, donde se juntó con unos jugadores del equipo de fútbol Atlético Bucaramanga, a los que convenció para que compraran uno mejor y de máxima calidad.
“Mi abuelo Lázaro ya había muerto y a mí me llevaron a una pensión. A los 13 años ya bebía trago. La señora de la casa le dijo a mis papás que lo mejor era que me trajeran para Valledupar”, rememora Ovalle.
Así llegó a estudiar la secundaria en el colegio Nacional Loperena, institución en la que recibió grado de bachiller en el año de 1984 y compartió diploma con Farid Ortiz, Wilber Mendoza y Fanny Zuleta, hijo y esposa de Nicolás ‘Colacho’ Mendoza, respectivamente.
“Los profesores bebían con nosotros los fines de semana y el lunes nos pasaban al tablero. Fui el mejor bachiller de ese año”.
En la Universidad Industrial de Santander, UIS, aprobó el examen para estudiar Ingeniería de Sistemas pero en una de esas parrandas, que ya tocaba, se encontró con el exgobernador Luis Rodríguez Valera y se le apareció la virgen. “Le pedí dos cajas de aguardiente para el cumpleaños y terminó fue nombrándome como jefe de premios de la Lotería La Vallenata. No tenía experiencia y la inducción me la hizo Mireya, la hermana de Consuelo AraújoNoguera”.
Dos años trabajando en la Lotería del Cesar La Vallenata para después comenzar a jugar su suerte en los festivales de la región. Fue rey de cuatro competencias en la categoría profesional, 18 aficionados y cuatro en canción inédita.
En 1989 consiguió el título más recordado para su memoria, el del Festival Vallenato en Valledupar en la categoría Aficionado. “Nada más que le gané a Dagoberto ‘El Negrito’ Osorio y a Manuel Vega, y quedó por fuera Wilber Mendoza, pero ‘Colacho’ decía que yo debía ganar”. Dos años después se convirtió en el acordeonero que acompañó al maestro Rafael Escalona Martínez en la grabación de un compacto.
“El único acordeonero que ha tenido la oportunidad de andar con cuatro grandes, como hermano o como papá, he sido yo. Acompañé a Emiliano Zuleta Díaz y hasta lo dirijo cuando se puede en las grabaciones; con ‘Colacho’ Mendoza que fue quien me relacionó con la sociedad vallenata; ‘Juancho’ Rois en la era dorada con Diomedes Díaz; y el último fue ‘Beto’ Villa por cuestiones musicales”.
En el ir y venir, en relacionarse con nuevas personas y rodearse de parrandas apareció el oscuro panorama que lo mantuvo sumiso en el tiempo, las drogas. Cayó en la vida fácil y le faltó muy poco para no salir de ella.
“La moda de las drogas la trajeron los salseros. Yo me reservo los nombres de los primeros que iniciaron porque no es conveniente decirlo. Llegaron a Valledupar y vendieron que con eso (cocaína y marihuana) se tocaba mejor”, señaló el además compositor de la música vallenata.
“Lastimosamente uno cae en ese error porque uno hace lo que hacen los demás. No es facilismo, lo hace uno a veces por complacencia. El que prueba por primera vez la droga se sube a un tributo, un calor, la bilirrubina como dice la canción, y a la persona le gusta y le provoca repetirla. Allí viene el fracaso de muchos artistas”.
No se esconde a este flagelo que en el mundo, según Naciones Unidas, calcula que uno de cada 20 adultos, es decir, alrededor de 250 millones de personas de entre 15 y 64 años, consumieron por lo menos una droga en 2014. El cannabis, cuyos consumidores sumaron 183 millones en 2014, sigue siendo la droga de consumo más frecuente en el mundo, seguida de las anfetaminas.
“En el vallenato nunca se ha visto la marihuana como algo llamativo, un solo acordeonero y un bajista la aplicaron, porque es una droga alucinógena que te pone a ver locura, mientras que la cocaína es una droga fortaleciente, te excita, te lleva, te sube, aunque al día siguiente te la cobra porque el guayabo es fatal”, explica.
Después de un tratamiento de siete meses en la clínica San Pablo de Bucaramanga, Juan Carlos Ovalle asegura: “Es un error consumir cualquier droga, hasta el alcohol. Muchos de los colegas no toman la decisión de salir por la falta de orientación y la pena ante la sociedad. Por eso yo vivo agradecido de ustedes (amigos y medios de comunicación) que me apoyaron, tuve a punto de retirarme del tratamiento y tenía contemplado irme para donde un amigo y volver a consumir”.
Tomó la decisión de apartar las drogas de su vida en compañía de su familia, lo apoyaron y le dieron el respaldo, así como la Sociedad de Autores y Compositores (Sayco), amigos como Emiliano Zuleta Díaz, Armando Romero, Rafael Manjarrez, Abraham Orcasita, Nelson Gnecco, Fermín Ovalle, entre otros.
“Yo soy otro, mire que tengo 70 kilos. La gente que esté tranquila porque hoy soy otro. Tengo que alejarme de las malas amistades porque la música es mi vida”, puntualizó.
Su nota acompañó voces como las de Toba Zuleta, Jairo Serrano y una muy recordada, la de Rafael ‘El Pichón’ Rico, con quien conformó ‘El manicomio vallenato’. El grupo contó con la producción y la dirección artística de Emilio Oviedo y la producción ejecutiva de Rafael Mejía, y grabaron canciones como ‘La hamaca’ (Franklin Moya), ‘Mis vacaciones’ (Emiliano Zuleta), ‘Tres corazones’ (José A. Chiche Maestre), ‘No me niegues tu cariño’ (Nafer Durán) y ‘Mi canción’ (Juan Manuel Moya).
“’Pinchón’ no era cantante. Iba pasando por la plaza Alfonso López, era pleno Festival Vallenato, yo lo llamé porque tenía una invitación para cantar en el noticiero en vivo y no tenía cantante, ‘Pinchón’ dijo que no quería cantar y yo le ofrecí tres tragos de aguardiente y se montó a cantar ‘El santo cachón’. La gente se abalanzó a la tarima y Rafael Mejía, que era el director de la compañía disquera, nos ofreció cinco millones de pesos para cada uno, eso era un platal en 1993 (risas)”, afirmó Ovalle.
A Juan Carlos Ovalle le han grabado grandes intérpretes de la música vallenata como: Silvestre Dangond, ‘Churo’ Díaz, Adriana Lucía, Los Diablitos, Kvrass, ‘El Mono’ Zabaleta, Fabián Corrales, Martín Elías Díaz, Iván Villazón, entre otros.
‘El borracho’, ‘El buda’, ‘La musiquera’, ‘El feo’, ‘El blá, blá’, ‘Mi ritmo sabroson’, ‘Anda en su yeré’, y otras son las canciones de Ovalle.
Carlos Mario Jiménez
[email protected]
Fotografía
Leonardo Alvarado