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Columnista - 10 noviembre, 2022

La devaluación, un virus de la economía

Como cualquier persona, las economías del mundo también se enferman, tienen sus patologías; los virus las acechan y estos, como pasa con los seres vivos, pueden ser naturales o de laboratorio. Una sola palabra, una frase o una decisión administrativa de algún ente o líder mundial puede ser viral y atacar la economía mundial con […]

Como cualquier persona, las economías del mundo también se enferman, tienen sus patologías; los virus las acechan y estos, como pasa con los seres vivos, pueden ser naturales o de laboratorio. Una sola palabra, una frase o una decisión administrativa de algún ente o líder mundial puede ser viral y atacar la economía mundial con consecuencias impredecibles y con tratamientos no previstos; la especulación puede alterarla; este tipo de virus es artificial. Esto es más patético en momentos en que el mundo es una aldea global tipo chinchorro donde cada nodo está conectado con todos los de la red. 

Hoy, no hay país del mundo que no tenga algún tipo de relación con los EE. UU., primera economía del mundo (25% del PIB mundial) y primer centro del saber; por eso, todas las decisiones que este país adopte, de una u otra manera afectarán al resto de las naciones. Dicen que cuando este país se resfría, los otros pueden tener pulmonía. Pero como la economía no es una ecuación, muchos de sus postulados son falaces, en algún momento los países más ricos podrían tener sus tropiezos; la economía de este coloso hoy no anda bien y está ad-portas de una depresión como en otras épocas las tuvo. Para salir de ellas, las decisiones adoptadas son variadas: fomentar guerras extraterritoriales (la venta de armas es el mejor negocio del mundo), aplicar sanciones, estimular atipicidades internacionales o tomar medidas restrictivas en su propio territorio. Tal es el caso presente; los EE. UU quieren controlar su inflación y para eso alzan sistemáticamente las tasas de interés para atraer la repatriación de dólares golondrinas invertidos en otros países a rentar dentro de su propio territorio. En los últimos años, los EE. UU han venido retirando los USD85 mil millones mensuales que usualmente invertía en otros países. 

El efecto inmediato de esta medida es el nerviosismo devaluacionista en serie de las monedas de otros países que se verán obligados a pagar sus deudas e importar bienes y servicios con divisa más cara. Las tasas de cambio suben cuando cunde el nerviosismo. Un dólar caro solo favorece a los exportadores, pero para exportar, según la CEPAL, se necesita competir en productividad y tecnología de procesos que aquí se interrumpieron con la globalización. De este ataque viral nadie se ha escapado, ni siquiera la China, 2ª economía del planeta; incluso, Japón, aliado básico de los EE. UU y 3ª economía del mundo, y los aliados de la comunidad europea están sufriendo un fuerte remesón. 

Este efecto es una externalidad, una virosis que está en función de la dependencia que se tenga de los EE. UU; aquellos países cuya balanza de pagos sea deficitaria sufrirán más porque sus importaciones superan las exportaciones. También afecta el nivel de deuda en dólares que se tenga con los organismos multilaterales o con otros Estados. Japón, p.ej., tiene una de las deudas externas más grandes del mundo respecto a su PIB, acumulado a 2022, quién lo creyera; incluso, los EE. UU también es un gran deudor; este año el yen se ha devaluado 30% mientras que, en Colombia economía número 42, el peso solo ha caído 24%. Por su parte, el euro ha perdido 15% y la lira turca, que está por fuera del euro, se ha depreciado 23.4%. Por eso, es perverso decir que la devaluación de nuestra moneda es consecuencia del triunfo de Petro; esta afirmación no la hacen legos en la materia, sino supuestos eruditos de la economía colombiana para quiénes hacer terrorismo económico siempre les ha funcionado. 

Hay que advertir que Colombia, entre México y sur América, tiene la 2ª balanza comercial negativa más grande respecto al PIB, después de Venezuela; es un acumulado de varios años cuyas exportaciones dependen en 40% de la minería y de los hidrocarburos. Por eso es por lo que cada vez nos parecemos más a Venezuela. Tenemos una economía perezosa dependientes de lo que el subsuelo ofrece. 

Columnista
10 noviembre, 2022

La devaluación, un virus de la economía

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Luis Napoleón de Armas P.

Como cualquier persona, las economías del mundo también se enferman, tienen sus patologías; los virus las acechan y estos, como pasa con los seres vivos, pueden ser naturales o de laboratorio. Una sola palabra, una frase o una decisión administrativa de algún ente o líder mundial puede ser viral y atacar la economía mundial con […]


Como cualquier persona, las economías del mundo también se enferman, tienen sus patologías; los virus las acechan y estos, como pasa con los seres vivos, pueden ser naturales o de laboratorio. Una sola palabra, una frase o una decisión administrativa de algún ente o líder mundial puede ser viral y atacar la economía mundial con consecuencias impredecibles y con tratamientos no previstos; la especulación puede alterarla; este tipo de virus es artificial. Esto es más patético en momentos en que el mundo es una aldea global tipo chinchorro donde cada nodo está conectado con todos los de la red. 

Hoy, no hay país del mundo que no tenga algún tipo de relación con los EE. UU., primera economía del mundo (25% del PIB mundial) y primer centro del saber; por eso, todas las decisiones que este país adopte, de una u otra manera afectarán al resto de las naciones. Dicen que cuando este país se resfría, los otros pueden tener pulmonía. Pero como la economía no es una ecuación, muchos de sus postulados son falaces, en algún momento los países más ricos podrían tener sus tropiezos; la economía de este coloso hoy no anda bien y está ad-portas de una depresión como en otras épocas las tuvo. Para salir de ellas, las decisiones adoptadas son variadas: fomentar guerras extraterritoriales (la venta de armas es el mejor negocio del mundo), aplicar sanciones, estimular atipicidades internacionales o tomar medidas restrictivas en su propio territorio. Tal es el caso presente; los EE. UU quieren controlar su inflación y para eso alzan sistemáticamente las tasas de interés para atraer la repatriación de dólares golondrinas invertidos en otros países a rentar dentro de su propio territorio. En los últimos años, los EE. UU han venido retirando los USD85 mil millones mensuales que usualmente invertía en otros países. 

El efecto inmediato de esta medida es el nerviosismo devaluacionista en serie de las monedas de otros países que se verán obligados a pagar sus deudas e importar bienes y servicios con divisa más cara. Las tasas de cambio suben cuando cunde el nerviosismo. Un dólar caro solo favorece a los exportadores, pero para exportar, según la CEPAL, se necesita competir en productividad y tecnología de procesos que aquí se interrumpieron con la globalización. De este ataque viral nadie se ha escapado, ni siquiera la China, 2ª economía del planeta; incluso, Japón, aliado básico de los EE. UU y 3ª economía del mundo, y los aliados de la comunidad europea están sufriendo un fuerte remesón. 

Este efecto es una externalidad, una virosis que está en función de la dependencia que se tenga de los EE. UU; aquellos países cuya balanza de pagos sea deficitaria sufrirán más porque sus importaciones superan las exportaciones. También afecta el nivel de deuda en dólares que se tenga con los organismos multilaterales o con otros Estados. Japón, p.ej., tiene una de las deudas externas más grandes del mundo respecto a su PIB, acumulado a 2022, quién lo creyera; incluso, los EE. UU también es un gran deudor; este año el yen se ha devaluado 30% mientras que, en Colombia economía número 42, el peso solo ha caído 24%. Por su parte, el euro ha perdido 15% y la lira turca, que está por fuera del euro, se ha depreciado 23.4%. Por eso, es perverso decir que la devaluación de nuestra moneda es consecuencia del triunfo de Petro; esta afirmación no la hacen legos en la materia, sino supuestos eruditos de la economía colombiana para quiénes hacer terrorismo económico siempre les ha funcionado. 

Hay que advertir que Colombia, entre México y sur América, tiene la 2ª balanza comercial negativa más grande respecto al PIB, después de Venezuela; es un acumulado de varios años cuyas exportaciones dependen en 40% de la minería y de los hidrocarburos. Por eso es por lo que cada vez nos parecemos más a Venezuela. Tenemos una economía perezosa dependientes de lo que el subsuelo ofrece.