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Columnista - 15 agosto, 2013

La desilusión

La desilusión es la pérdida de la ilusión, el desencanto, el desengaño. Es estar descontento porque los proyectos han fracasado. Es ese abatimiento que surge cuando los planes, sueños e ilusiones se estrellan ante la realidad de la vida.

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Por Valerio Mejía Araújo

“Mejor es refugiarse en el Señor que poner la confianza en el hombre”. Salmos 118:8 (NBJ)

La desilusión es la pérdida de la ilusión, el desencanto, el desengaño. Es estar descontento porque los proyectos han fracasado. Es ese abatimiento que surge cuando los planes, sueños e ilusiones se estrellan ante la realidad de la vida. 

En ocasiones es positiva, en el sentido que nos hace aterrizar y darle la cara a la realidad. La frase: “De ilusiones también se vive”, es un engaño, el peor error de los sentidos o del entendimiento.

Es tomar las apariencias como realidades. La desilusión implica que en mi vida ya no hay más conceptos erróneos, impresiones y juicios falsos. 

Pero, aunque ya no seamos engañados, nuestra experiencia con la desilusión puede volvernos cínicos y demasiado severos en nuestros juicios acerca de los demás. La desilusión que viene de Dios nos lleva al punto donde vemos a la gente como realmente es; y sin embargo, no hay cinismo ni pronunciamos palabras hirientes o amargas. 

 

Muchas ilusiones nos son comunes: El engañarnos viviendo proyectados hacia el futuro y olvidarnos de vivir hoy. El creer que podemos planificar nuestra vida por cuenta nuestra sin que Dios intervenga.

La ilusión de creer que la felicidad depende de que nuestros sueños se concreten, o creer que si las circunstancias llegaran a cambiar, entonces seremos felices. La ilusión de cosechar reconocimientos y aprobación de las personas.

Y la más dolorosa de todas, es el confiar en que las personas actuarán de una manera y lo hacen de otra. Negarnos a ser desilusionados es la causa de gran parte del sufrimiento de la vida.

Y ocurre así: Si amamos a alguien más que a Dios, le exigimos a esa persona perfección y rectitud totales; y cuando no encontramos esas virtudes nos volvemos crueles y vengativos. 

Estamos demandando de un ser, lo que no puede dar. Sólo hay un ser que puede llenar todas nuestras expectativas y satisfacer completamente las inmensas profundidades del adolorido corazón humano: ¡Jesús de Nazaret!

Muchas de las circunstancias de la vida que causa las más grandes heridas, aflicciones y dolor se deben a que tenemos ilusiones. No somos leales unos con otros en cuanto a los hechos y las realidades, viéndonos como realmente somos; sino que somos leales solamente con las ideas caviladas que  tenemos de los otros. Según nuestra manera de pensar, no existen tonos grises, todo es encantador y bueno o perverso, malévolo y cobarde. 

Creo firmemente que toda relación que no se base en la fidelidad a Dios, terminará en desastre. La vocación y el llamamiento hacen que Dios espere siempre lo mejor de nosotros, No confía en nuestra naturaleza humana porque nos conoce y sabe lo que hay en el hombre, pero nunca es receloso ni amargado con nosotros, sino que derramó su gracia y esto hace que no se impaciente ni pierda la esperanza por nadie. 

 

Querido amigo lector, si estás frente a la desilusión y desesperanza, debes saber que Dios tiene en sus manos los hilos de la historia y controla todo lo que pasa.

Despójate del engañoso pensamiento de que podemos confiar en aquello que no sea Dios. Entrégale tus frustraciones y desilusiones, perdona a quienes te fallaron y endulza tu alma con la presencia del resucitado. ¡Mientras todo lo demás falle, Dios permanecerá! 

¡Mami Mire, cuánto te extraño…!
Abrazos y muchas bendiciones del Señor…
 

 

Columnista
15 agosto, 2013

La desilusión

Feel the sand on your feet, not your wardrobe weight.
Valerio Mejía Araújo

La desilusión es la pérdida de la ilusión, el desencanto, el desengaño. Es estar descontento porque los proyectos han fracasado. Es ese abatimiento que surge cuando los planes, sueños e ilusiones se estrellan ante la realidad de la vida.


Por Valerio Mejía Araújo

“Mejor es refugiarse en el Señor que poner la confianza en el hombre”. Salmos 118:8 (NBJ)

La desilusión es la pérdida de la ilusión, el desencanto, el desengaño. Es estar descontento porque los proyectos han fracasado. Es ese abatimiento que surge cuando los planes, sueños e ilusiones se estrellan ante la realidad de la vida. 

En ocasiones es positiva, en el sentido que nos hace aterrizar y darle la cara a la realidad. La frase: “De ilusiones también se vive”, es un engaño, el peor error de los sentidos o del entendimiento.

Es tomar las apariencias como realidades. La desilusión implica que en mi vida ya no hay más conceptos erróneos, impresiones y juicios falsos. 

Pero, aunque ya no seamos engañados, nuestra experiencia con la desilusión puede volvernos cínicos y demasiado severos en nuestros juicios acerca de los demás. La desilusión que viene de Dios nos lleva al punto donde vemos a la gente como realmente es; y sin embargo, no hay cinismo ni pronunciamos palabras hirientes o amargas. 

 

Muchas ilusiones nos son comunes: El engañarnos viviendo proyectados hacia el futuro y olvidarnos de vivir hoy. El creer que podemos planificar nuestra vida por cuenta nuestra sin que Dios intervenga.

La ilusión de creer que la felicidad depende de que nuestros sueños se concreten, o creer que si las circunstancias llegaran a cambiar, entonces seremos felices. La ilusión de cosechar reconocimientos y aprobación de las personas.

Y la más dolorosa de todas, es el confiar en que las personas actuarán de una manera y lo hacen de otra. Negarnos a ser desilusionados es la causa de gran parte del sufrimiento de la vida.

Y ocurre así: Si amamos a alguien más que a Dios, le exigimos a esa persona perfección y rectitud totales; y cuando no encontramos esas virtudes nos volvemos crueles y vengativos. 

Estamos demandando de un ser, lo que no puede dar. Sólo hay un ser que puede llenar todas nuestras expectativas y satisfacer completamente las inmensas profundidades del adolorido corazón humano: ¡Jesús de Nazaret!

Muchas de las circunstancias de la vida que causa las más grandes heridas, aflicciones y dolor se deben a que tenemos ilusiones. No somos leales unos con otros en cuanto a los hechos y las realidades, viéndonos como realmente somos; sino que somos leales solamente con las ideas caviladas que  tenemos de los otros. Según nuestra manera de pensar, no existen tonos grises, todo es encantador y bueno o perverso, malévolo y cobarde. 

Creo firmemente que toda relación que no se base en la fidelidad a Dios, terminará en desastre. La vocación y el llamamiento hacen que Dios espere siempre lo mejor de nosotros, No confía en nuestra naturaleza humana porque nos conoce y sabe lo que hay en el hombre, pero nunca es receloso ni amargado con nosotros, sino que derramó su gracia y esto hace que no se impaciente ni pierda la esperanza por nadie. 

 

Querido amigo lector, si estás frente a la desilusión y desesperanza, debes saber que Dios tiene en sus manos los hilos de la historia y controla todo lo que pasa.

Despójate del engañoso pensamiento de que podemos confiar en aquello que no sea Dios. Entrégale tus frustraciones y desilusiones, perdona a quienes te fallaron y endulza tu alma con la presencia del resucitado. ¡Mientras todo lo demás falle, Dios permanecerá! 

¡Mami Mire, cuánto te extraño…!
Abrazos y muchas bendiciones del Señor…