Lo que menos necesita hoy por hoy la gente en Colombia son las ofensas, el señalamiento perverso para hundir en el fango de la blasfemia a quien no piense como yo, el deterioro de la tranquilidad y el irrespeto personal ante las diferencias.
Lo que menos necesita hoy por hoy la gente en Colombia son las ofensas, el señalamiento perverso para hundir en el fango de la blasfemia a quien no piense como yo, el deterioro de la tranquilidad y el irrespeto personal ante las diferencias.
Ahondar las brechas ideológicas que terminan siendo insalvables y distanciarnos cada día más del hermano, de los padres o ellos entre sí. No hay derecho para tanto.
Es inaudito pensar en ofenderte porque eres diferente y piensas diferente. La mejor forma de tratar a la persona que está por encima de mí -pensamiento cruel y mezquino- es calumniando su vida. Nada más nefasto que esto. Urge cultivar el respeto como un valor esencial ante la vida, por favor.
Nos enseñó Mahatma Gandhi: “Las diferencias honestas son a menudo un signo saludable del progreso”. Y fundamentados en esas diferencias es que podemos hacer de este país un paraíso terrenal, en donde reine la paz, que haya tolerancia ante las diferencias; es obvio que no todos pensamos igual, hay diferencias con el socio, con el hermano, o con tu pareja de vida.
Ser polos opuestos nos puede servir de complemento, pero nunca una justificación para hacernos daño.
En estos momentos de efervescencia política, en el país se agudiza la brecha social e ideológica que nos distancia cada día más. Hace poco nos dividía la guerrilla y los paramilitares, hoy nuestros propios odios. Nefastos ambos.
Por un lado, la derecha, quienes han robado durante más de doscientos años; por otro lado, la izquierda, ¿robaran ellos otros doscientos?
Que la izquierda es “Castro chavista”. Comunistas o socialistas de paño fino, zapatos de marca y casas suntuosas; que la derecha nos ha saqueado durante años. Son verdades manejadas con ópticas diferentes.
Justo en estos momentos necesitamos menos polarización. Quizás necesitamos, nos urge, un líder que logre cautivar el corazón de todos, en donde quepamos los de derecha, los de izquierda, y los de centro. Que canalice las energías de todos, que fluya el ideal de sacar al país adelante con todo y sus deficiencias, pero también con sus grandes riquezas.
Ese capital humano exquisito que es capaz de vibrar en medio del ocaso, de ver el único lucero en medio de una noche fría y de total oscuridad.
No olvidemos lo que pregonó R.G. Risch senador norteamericano “El respeto es una calle de dos vías, si lo quieres recibir, lo tienes que dar”.
Demos la mano al enemigo, quizás sea el momento de anteponer odios y mezquindades y acercarnos más, sin ofensas, sin rencillas, ni odios llenos de penumbras con cielos llenos de nubes negras.
Busquemos un horizonte donde las auroras lleguen cargadas de luz y esperanzas. Donde haya oportunidad para todos. Suena de ensoñación y hasta cursi, pero les pregunto ¿Hay acaso otra salida? Que cada uno busque en su interior la respuesta, por favor.
“Decidí ver cada desierto como la oportunidad de encontrar un oasis, decidí ver cada noche como un misterio a resolver, decidí ver cada día como una nueva oportunidad de ser feliz”. -Walt Disney.
Más respeto, menos ofensas, eso añoramos. En lo local, aplica la súplica para las campañas a la alcaldía y gobernación, menos odio, menos bodegas, más propuestas serias y programas de cara a la comunidad que tanto lo necesita. Sólo Eso.
Por Eduardo Santos Ortega Vergara
Lo que menos necesita hoy por hoy la gente en Colombia son las ofensas, el señalamiento perverso para hundir en el fango de la blasfemia a quien no piense como yo, el deterioro de la tranquilidad y el irrespeto personal ante las diferencias.
Lo que menos necesita hoy por hoy la gente en Colombia son las ofensas, el señalamiento perverso para hundir en el fango de la blasfemia a quien no piense como yo, el deterioro de la tranquilidad y el irrespeto personal ante las diferencias.
Ahondar las brechas ideológicas que terminan siendo insalvables y distanciarnos cada día más del hermano, de los padres o ellos entre sí. No hay derecho para tanto.
Es inaudito pensar en ofenderte porque eres diferente y piensas diferente. La mejor forma de tratar a la persona que está por encima de mí -pensamiento cruel y mezquino- es calumniando su vida. Nada más nefasto que esto. Urge cultivar el respeto como un valor esencial ante la vida, por favor.
Nos enseñó Mahatma Gandhi: “Las diferencias honestas son a menudo un signo saludable del progreso”. Y fundamentados en esas diferencias es que podemos hacer de este país un paraíso terrenal, en donde reine la paz, que haya tolerancia ante las diferencias; es obvio que no todos pensamos igual, hay diferencias con el socio, con el hermano, o con tu pareja de vida.
Ser polos opuestos nos puede servir de complemento, pero nunca una justificación para hacernos daño.
En estos momentos de efervescencia política, en el país se agudiza la brecha social e ideológica que nos distancia cada día más. Hace poco nos dividía la guerrilla y los paramilitares, hoy nuestros propios odios. Nefastos ambos.
Por un lado, la derecha, quienes han robado durante más de doscientos años; por otro lado, la izquierda, ¿robaran ellos otros doscientos?
Que la izquierda es “Castro chavista”. Comunistas o socialistas de paño fino, zapatos de marca y casas suntuosas; que la derecha nos ha saqueado durante años. Son verdades manejadas con ópticas diferentes.
Justo en estos momentos necesitamos menos polarización. Quizás necesitamos, nos urge, un líder que logre cautivar el corazón de todos, en donde quepamos los de derecha, los de izquierda, y los de centro. Que canalice las energías de todos, que fluya el ideal de sacar al país adelante con todo y sus deficiencias, pero también con sus grandes riquezas.
Ese capital humano exquisito que es capaz de vibrar en medio del ocaso, de ver el único lucero en medio de una noche fría y de total oscuridad.
No olvidemos lo que pregonó R.G. Risch senador norteamericano “El respeto es una calle de dos vías, si lo quieres recibir, lo tienes que dar”.
Demos la mano al enemigo, quizás sea el momento de anteponer odios y mezquindades y acercarnos más, sin ofensas, sin rencillas, ni odios llenos de penumbras con cielos llenos de nubes negras.
Busquemos un horizonte donde las auroras lleguen cargadas de luz y esperanzas. Donde haya oportunidad para todos. Suena de ensoñación y hasta cursi, pero les pregunto ¿Hay acaso otra salida? Que cada uno busque en su interior la respuesta, por favor.
“Decidí ver cada desierto como la oportunidad de encontrar un oasis, decidí ver cada noche como un misterio a resolver, decidí ver cada día como una nueva oportunidad de ser feliz”. -Walt Disney.
Más respeto, menos ofensas, eso añoramos. En lo local, aplica la súplica para las campañas a la alcaldía y gobernación, menos odio, menos bodegas, más propuestas serias y programas de cara a la comunidad que tanto lo necesita. Sólo Eso.
Por Eduardo Santos Ortega Vergara