Los carnavales fueron, hasta que se creó y se instituyó el Festival de la Leyenda Vallenata, las fiestas más importantes y de mayor tradición en nuestro pueblo.
En el barrio La Garita, ubicado en la parte este de la plaza Alfonso López Pumarejo, en las madrugadas, mientras se pilaba el maíz para cocinar y hacer las arepas que tradicionalmente se consumía en el desayuno, se originaron ‘los versos del pilón’ que cantados durante la madrugada del primer día de carnaval, daban inicio formal a estas fiestas que se celebraban en todos los estratos sociales y que hoy es una danza reconocida, cuya representación en desfiles por las avenidas de la ciudad, es el acto con el cual se da apertura al Festival de la Leyenda Vallenata, cada año.
A continuación, considero importante recordar y trascribir algunos de los versos cantados por don Oscarito Pupo y don Evaristo Gutiérrez Araújo, quienes lideraban los desfiles que iniciaban los carnavales de cada año:
“De las dos hijas que tengo
La mayor no sé cuál es
A una la pongo a pilá
A la otra la pongo a molé”
“Mi hijita la bordadora
Que en el bordar tiene fama
La puse a bordá una funda
Para adorno de mi cama”
“Bonita la casa blanca
Y el albañil que la hizo
Por dentro puso la gloria
Y por fuera el paraíso”
“Pollito porque pillai,
Si gallina no tiene teta
Morrocon no sube palo
Ni si le ponen horqueta”
“A quién se le canta aquí
A quién se le dan las gracias
A los que vienen de afuera
O a los dueños de la casa”.
En este sector del pueblo se generaron muchas anécdotas; comentan que en la esquina de Chipuco funcionó por algún tiempo un prostíbulo, que generó inconformidad en las damas de los hogares vecinos, quienes, mediante carta entregada personalmente al alcalde, elevaron la queja respectiva.
El alcalde después de recibirlas, en algún momento toma la decisión de visitar personalmente el sitio para verificar la situación que originaba la queja de las señoras vecinas, esta decisión del alcalde fue conocida anticipadamente por su secretario, quien era cliente del sitio, y de manera apresurada se anticipó e informó al dueño del negocio, quien inmediatamente y previo a la visita del alcalde, trasladó a casi todas las mujeres encargadas de atender a los clientes y visitantes; solamente permitió para la ocasión a una de ellas que se encontraba recién parida y otra muy bonita que presentó al señor alcalde como sobrina y fue la encargada de atenderlo adecuadamente, hecho este que le quitó importancia a la queja de las señoras de los hogares vecinos y originó una serie de visitas posteriores, del alcalde, quien normalmente era acompañado por su secretario, cliente asiduo de este lugar de entretenimiento.
También funcionó en dicho sector del pueblo, por mucho tiempo, el Rey de Los Bares, en donde además de billares, los domingos se amenizaba el ambiente del negocio con una pequeña orquesta en la cual los músicos ejecutaban sus melodías con instrumentos de viento, percusión y contrabajo. También en este sector del pueblo, funcionaron durante muchos años, en la temporada de carnavales, varios salones de bailes, como el Salón Central de propiedad de Marcelo Calderón Daza y La Pollera Colorá de propiedad de Nefer Ariza Ariza.
Los carnavales fueron, hasta que se creó y se instituyó el Festival de la Leyenda Vallenata, las fiestas más importantes y de mayor tradición en nuestro pueblo, los bailes eran amenizados por agrupaciones reconocidas en el ámbito musical existente en el país, como la orquesta de los hermanos Piña, la orquesta de Reyes Torres, la orquesta de Billo Frómeta y los Melódicos de Venezuela, estas eran fiestas en las que las mujeres asistían vestidas de capuchón, que era un disfraz que tenía el objetivo de evitar que durante el baile los parejos reconocieran a sus parejas y en su desfile por las calles hacia los salones de baile, generaban curiosidad en los habitantes por saber quiénes eran las disfrazadas, estas se vestían con pantalones largos, camisas manga larga, abotonadas hasta el cuello, cubrían las manos con guantes, con pañoletas cubrían la cabeza, para ocultar el cabello, usaban antifaz y capa, además modificaban el tono de voz al hablar, para evitar ser reconocidas.
Esta modalidad de fiestas también generó varias anécdotas en el pueblo, como la de un médico reconocido que estuvo bailando toda la noche con una pareja extraordinaria como bailadora, a quien conquistó y para culminar su intención de poseerla la llevó en horas de la madrugada hasta una finca próxima al pueblo, donde normalmente asistía con compañeros de aventuras y tragos, al entrar en la habitación y comenzar el galanteo final y las caricias, al quitarle el disfraz descubrió que era un marica.
Normalmente, los hombres participantes en estas carnestolendas que no conquistaban un capuchón para una aventura amorosa después del baile, salían caminando por la calle del Cesar y después de pasar por el local donde funcionó el bar Palatino y cinco esquinas, llegaban al antiguo mercado público donde expendían una variedad de comidas como carimañolas, pastelitos de carne, paticas y orejita de puerco, bofe frito, carne de conejo y pescados, que se acompañaba con guarapos o peto, o asistían al restaurante La Española, donde Paco Cuesta.
En una de estas temporadas de carnaval, Wicho Sánchez, después de comer en el mercado venía caminando por la calle del Cesar hacia su casa en el barrio Cañaguate, y de pronto, al vaivén de la brisa de esa época del año, comenzó a escuchar algunos músicos tocando de manera informal. Él, con ganas de seguir bebiendo y perniciando, se devolvió varias veces y no los ubicaba; transcurridos algunos minutos más y después de afinar el oído se dirigió hacia el hospedaje el Súper Nocturno, de propiedad de Francisco Felizzola, allí se encontraban hospedados los músicos de la agrupación de los hermanos Piña, quienes después de su toque en el salón Central, continuaron bebiendo y tocando; cuando Wicho, se acercó notó que algunos de los músicos estaban tocando desafinados, razón por la que requirió al director de la orquesta, el maestro Alfonso Piña y le preguntó que siendo ellos tan buenos músicos qué era lo que pasaba, a lo que el maestro Piña le contestó que lo que pasa es que la banda está borracha, este episodio fue el motivo de inspiración para que Wicho Sánchez compusiera la famosa canción “La banda borracha”.
Después de este viaje en el tiempo y revisar el baúl de los recuerdos, es necesario resaltar, para finalizar este escrito, que este se origina en el momento que hoy se está viviendo en el Club Valledupar, centro social en donde sus directivas animados en la necesidad de revivir y conservar algunas tradiciones nuestras, han promovido la conformación de diferentes comparsas de niños, jóvenes, matrimonios jóvenes y mayores, el entusiasmo que se aprecia en los ensayos de cada uno de estos grupos denotan alegría, entusiasmo y dedicación, que auguran un gran éxito en las presentaciones a realizar el próximo sábado.
POR: HERNÁN ARAÚJO CASTRO.
Los carnavales fueron, hasta que se creó y se instituyó el Festival de la Leyenda Vallenata, las fiestas más importantes y de mayor tradición en nuestro pueblo.
En el barrio La Garita, ubicado en la parte este de la plaza Alfonso López Pumarejo, en las madrugadas, mientras se pilaba el maíz para cocinar y hacer las arepas que tradicionalmente se consumía en el desayuno, se originaron ‘los versos del pilón’ que cantados durante la madrugada del primer día de carnaval, daban inicio formal a estas fiestas que se celebraban en todos los estratos sociales y que hoy es una danza reconocida, cuya representación en desfiles por las avenidas de la ciudad, es el acto con el cual se da apertura al Festival de la Leyenda Vallenata, cada año.
A continuación, considero importante recordar y trascribir algunos de los versos cantados por don Oscarito Pupo y don Evaristo Gutiérrez Araújo, quienes lideraban los desfiles que iniciaban los carnavales de cada año:
“De las dos hijas que tengo
La mayor no sé cuál es
A una la pongo a pilá
A la otra la pongo a molé”
“Mi hijita la bordadora
Que en el bordar tiene fama
La puse a bordá una funda
Para adorno de mi cama”
“Bonita la casa blanca
Y el albañil que la hizo
Por dentro puso la gloria
Y por fuera el paraíso”
“Pollito porque pillai,
Si gallina no tiene teta
Morrocon no sube palo
Ni si le ponen horqueta”
“A quién se le canta aquí
A quién se le dan las gracias
A los que vienen de afuera
O a los dueños de la casa”.
En este sector del pueblo se generaron muchas anécdotas; comentan que en la esquina de Chipuco funcionó por algún tiempo un prostíbulo, que generó inconformidad en las damas de los hogares vecinos, quienes, mediante carta entregada personalmente al alcalde, elevaron la queja respectiva.
El alcalde después de recibirlas, en algún momento toma la decisión de visitar personalmente el sitio para verificar la situación que originaba la queja de las señoras vecinas, esta decisión del alcalde fue conocida anticipadamente por su secretario, quien era cliente del sitio, y de manera apresurada se anticipó e informó al dueño del negocio, quien inmediatamente y previo a la visita del alcalde, trasladó a casi todas las mujeres encargadas de atender a los clientes y visitantes; solamente permitió para la ocasión a una de ellas que se encontraba recién parida y otra muy bonita que presentó al señor alcalde como sobrina y fue la encargada de atenderlo adecuadamente, hecho este que le quitó importancia a la queja de las señoras de los hogares vecinos y originó una serie de visitas posteriores, del alcalde, quien normalmente era acompañado por su secretario, cliente asiduo de este lugar de entretenimiento.
También funcionó en dicho sector del pueblo, por mucho tiempo, el Rey de Los Bares, en donde además de billares, los domingos se amenizaba el ambiente del negocio con una pequeña orquesta en la cual los músicos ejecutaban sus melodías con instrumentos de viento, percusión y contrabajo. También en este sector del pueblo, funcionaron durante muchos años, en la temporada de carnavales, varios salones de bailes, como el Salón Central de propiedad de Marcelo Calderón Daza y La Pollera Colorá de propiedad de Nefer Ariza Ariza.
Los carnavales fueron, hasta que se creó y se instituyó el Festival de la Leyenda Vallenata, las fiestas más importantes y de mayor tradición en nuestro pueblo, los bailes eran amenizados por agrupaciones reconocidas en el ámbito musical existente en el país, como la orquesta de los hermanos Piña, la orquesta de Reyes Torres, la orquesta de Billo Frómeta y los Melódicos de Venezuela, estas eran fiestas en las que las mujeres asistían vestidas de capuchón, que era un disfraz que tenía el objetivo de evitar que durante el baile los parejos reconocieran a sus parejas y en su desfile por las calles hacia los salones de baile, generaban curiosidad en los habitantes por saber quiénes eran las disfrazadas, estas se vestían con pantalones largos, camisas manga larga, abotonadas hasta el cuello, cubrían las manos con guantes, con pañoletas cubrían la cabeza, para ocultar el cabello, usaban antifaz y capa, además modificaban el tono de voz al hablar, para evitar ser reconocidas.
Esta modalidad de fiestas también generó varias anécdotas en el pueblo, como la de un médico reconocido que estuvo bailando toda la noche con una pareja extraordinaria como bailadora, a quien conquistó y para culminar su intención de poseerla la llevó en horas de la madrugada hasta una finca próxima al pueblo, donde normalmente asistía con compañeros de aventuras y tragos, al entrar en la habitación y comenzar el galanteo final y las caricias, al quitarle el disfraz descubrió que era un marica.
Normalmente, los hombres participantes en estas carnestolendas que no conquistaban un capuchón para una aventura amorosa después del baile, salían caminando por la calle del Cesar y después de pasar por el local donde funcionó el bar Palatino y cinco esquinas, llegaban al antiguo mercado público donde expendían una variedad de comidas como carimañolas, pastelitos de carne, paticas y orejita de puerco, bofe frito, carne de conejo y pescados, que se acompañaba con guarapos o peto, o asistían al restaurante La Española, donde Paco Cuesta.
En una de estas temporadas de carnaval, Wicho Sánchez, después de comer en el mercado venía caminando por la calle del Cesar hacia su casa en el barrio Cañaguate, y de pronto, al vaivén de la brisa de esa época del año, comenzó a escuchar algunos músicos tocando de manera informal. Él, con ganas de seguir bebiendo y perniciando, se devolvió varias veces y no los ubicaba; transcurridos algunos minutos más y después de afinar el oído se dirigió hacia el hospedaje el Súper Nocturno, de propiedad de Francisco Felizzola, allí se encontraban hospedados los músicos de la agrupación de los hermanos Piña, quienes después de su toque en el salón Central, continuaron bebiendo y tocando; cuando Wicho, se acercó notó que algunos de los músicos estaban tocando desafinados, razón por la que requirió al director de la orquesta, el maestro Alfonso Piña y le preguntó que siendo ellos tan buenos músicos qué era lo que pasaba, a lo que el maestro Piña le contestó que lo que pasa es que la banda está borracha, este episodio fue el motivo de inspiración para que Wicho Sánchez compusiera la famosa canción “La banda borracha”.
Después de este viaje en el tiempo y revisar el baúl de los recuerdos, es necesario resaltar, para finalizar este escrito, que este se origina en el momento que hoy se está viviendo en el Club Valledupar, centro social en donde sus directivas animados en la necesidad de revivir y conservar algunas tradiciones nuestras, han promovido la conformación de diferentes comparsas de niños, jóvenes, matrimonios jóvenes y mayores, el entusiasmo que se aprecia en los ensayos de cada uno de estos grupos denotan alegría, entusiasmo y dedicación, que auguran un gran éxito en las presentaciones a realizar el próximo sábado.
POR: HERNÁN ARAÚJO CASTRO.