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Editorial - 13 junio, 2020

La cultura reclama su derecho

“La cultura no renta lo que genera son gastos” dijo un asesor al gobernador en la década de los 90. En 1996 terminaron con la Secretaría de Cultura y Turismo Departamental donde estaba el grupo de danzas, biblioteca, bellas artes, y la banda departamental que acababa de ganar el primer puesto en Paipa, Boyacá, rememora Abel Verdecia.

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“La cultura no renta lo que genera son gastos”  dijo un asesor al gobernador en la década de los 90. En 1996 terminaron con la Secretaría de Cultura y Turismo Departamental donde estaba el grupo de danzas, biblioteca, bellas artes, y la banda departamental que acababa de ganar el primer puesto en Paipa, Boyacá, rememora Abel Verdecia. Ha habido intentos tímidos de retomar el liderazgo, en el periodo, desde la Biblioteca departamental, y con ese fin el gobernador Monsalvo se propuso hacer un gran centro de la Cultura pero demasiado costoso para este periodo de vacas flacas, y referido solo al vallenato.

La cultura no debe mirarse de manera indiferente, como ha sucedido en los últimos gobiernos, sino que debe entenderse a través de sus diferencias y la pluralidad de sus manifestaciones que generan una riqueza diversa y multicultural. La cultura ha dejado de considerarse como lujo de unos pocos para proclamarse como derecho integrador de todos que puede vislumbrarse como estrategia para el desarrollo.

La cultura en Valledupar tuvo una época dorada siendo gobernador Alfonso López Michelsen, cuya esposa ‘la niña Cecy’ se apersonó de la Casa de la Cultura, al igual que su primer director Álvaro Castro. Prestaba buen servicio con una moderna sala de exposiciones, la biblioteca hoy convertida en un puñado de añejos papeles tirados en la sede de la Fundación del Festival Vallenato, a lo que se suma la desaparición del famoso Ballet Vallenato que obtuvo premio en Panamá y otras ciudades, el grupo de teatro y la sala de exposiciones.

Por Valledupar pasaron conferencistas como Manuel Zapata Olivella, el poeta Raúl Gómez Jattin y personajes sobre diversos temas, se impulsó la Escuela de Música y hubo continuidad. No se puede olvidar la dinámica de Mercedes Romero de Quintero al frente de esa Casa; tampoco tiempo después cuando por un tutelazo se ordenó que se colgaran los cuadros fálicos de Celso Castro.  Aquella época dorada de la cultura la recordó en un reportaje en mayo a EL PILÓN el pintor argentino vallenatizado Francisco Ruiz,

En la administración del Tuto Uhía se hizo una buena reforma de la sede de la Casa de la Cultura, aunque el auditorio no sirve bien a las obras de teatro, a pesar de hacerse con los recursos de la ley de espectáculos de artes escénicas, los que reclama hoy el único grupo de la ciudad. Apoyó la Escuela de música Leonardo Gómez, pero tampoco se formuló un plan consistente, aunque se construyó bien una narrativa de una ‘ciudad creativa’, que el Mello Castro no debe dejar a la deriva después del reconocimiento de la UNESCO.

Los espacios para otras expresiones, distintas de la música, son escasos. No hay un museo municipal. Ojalá se aproveche La Casa en el aire. La cultura ha sido la cenicienta.

Los esfuerzos son privados ( Guacaó, Tlon, Museo del acordeón), se acabaron las librerías culturales. Esfuerzos tipo Banco de la República son nacionales (es parte de su misión) más que locales y, el propósito de EL PILÓN con La Alcaldía, por la feria del libro o la 2a feria gastronómica (que también es cultural) ha sido golpeado por el coronavirus.

Editorial
13 junio, 2020

La cultura reclama su derecho

“La cultura no renta lo que genera son gastos” dijo un asesor al gobernador en la década de los 90. En 1996 terminaron con la Secretaría de Cultura y Turismo Departamental donde estaba el grupo de danzas, biblioteca, bellas artes, y la banda departamental que acababa de ganar el primer puesto en Paipa, Boyacá, rememora Abel Verdecia.


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“La cultura no renta lo que genera son gastos”  dijo un asesor al gobernador en la década de los 90. En 1996 terminaron con la Secretaría de Cultura y Turismo Departamental donde estaba el grupo de danzas, biblioteca, bellas artes, y la banda departamental que acababa de ganar el primer puesto en Paipa, Boyacá, rememora Abel Verdecia. Ha habido intentos tímidos de retomar el liderazgo, en el periodo, desde la Biblioteca departamental, y con ese fin el gobernador Monsalvo se propuso hacer un gran centro de la Cultura pero demasiado costoso para este periodo de vacas flacas, y referido solo al vallenato.

La cultura no debe mirarse de manera indiferente, como ha sucedido en los últimos gobiernos, sino que debe entenderse a través de sus diferencias y la pluralidad de sus manifestaciones que generan una riqueza diversa y multicultural. La cultura ha dejado de considerarse como lujo de unos pocos para proclamarse como derecho integrador de todos que puede vislumbrarse como estrategia para el desarrollo.

La cultura en Valledupar tuvo una época dorada siendo gobernador Alfonso López Michelsen, cuya esposa ‘la niña Cecy’ se apersonó de la Casa de la Cultura, al igual que su primer director Álvaro Castro. Prestaba buen servicio con una moderna sala de exposiciones, la biblioteca hoy convertida en un puñado de añejos papeles tirados en la sede de la Fundación del Festival Vallenato, a lo que se suma la desaparición del famoso Ballet Vallenato que obtuvo premio en Panamá y otras ciudades, el grupo de teatro y la sala de exposiciones.

Por Valledupar pasaron conferencistas como Manuel Zapata Olivella, el poeta Raúl Gómez Jattin y personajes sobre diversos temas, se impulsó la Escuela de Música y hubo continuidad. No se puede olvidar la dinámica de Mercedes Romero de Quintero al frente de esa Casa; tampoco tiempo después cuando por un tutelazo se ordenó que se colgaran los cuadros fálicos de Celso Castro.  Aquella época dorada de la cultura la recordó en un reportaje en mayo a EL PILÓN el pintor argentino vallenatizado Francisco Ruiz,

En la administración del Tuto Uhía se hizo una buena reforma de la sede de la Casa de la Cultura, aunque el auditorio no sirve bien a las obras de teatro, a pesar de hacerse con los recursos de la ley de espectáculos de artes escénicas, los que reclama hoy el único grupo de la ciudad. Apoyó la Escuela de música Leonardo Gómez, pero tampoco se formuló un plan consistente, aunque se construyó bien una narrativa de una ‘ciudad creativa’, que el Mello Castro no debe dejar a la deriva después del reconocimiento de la UNESCO.

Los espacios para otras expresiones, distintas de la música, son escasos. No hay un museo municipal. Ojalá se aproveche La Casa en el aire. La cultura ha sido la cenicienta.

Los esfuerzos son privados ( Guacaó, Tlon, Museo del acordeón), se acabaron las librerías culturales. Esfuerzos tipo Banco de la República son nacionales (es parte de su misión) más que locales y, el propósito de EL PILÓN con La Alcaldía, por la feria del libro o la 2a feria gastronómica (que también es cultural) ha sido golpeado por el coronavirus.