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Editorial - 30 mayo, 2020

La crisis del cine y el teatro en Valledupar

Históricamente en Valledupar los espacios dedicados al cine y al teatro tuvieron estrecha relación. A finales del siglo pasado, los vallenatos acudían a los teatros Avenida y Cesar; el primero atendía  los barrios populares del sur y occidente de la ciudad como Doce de Octubre, Simón Bolívar, Fundadores, ‘Las Tablitas’ o Primero de Mayo, San […]

Históricamente en Valledupar los espacios dedicados al cine y al teatro tuvieron estrecha relación. A finales del siglo pasado, los vallenatos acudían a los teatros Avenida y Cesar; el primero atendía  los barrios populares del sur y occidente de la ciudad como Doce de Octubre, Simón Bolívar, Fundadores, ‘Las Tablitas’ o Primero de Mayo, San Martín, Siete de Agosto, El Pupo; el segundo ubicado en el Centro Histórico de la ciudad, y de propiedad de la familia Baute, atendía el norte y parte del oriente, es decir, la clase media y alta.

Además, funcionaba el Teatro Caribe, propiedad de Marcos Barros, donde hoy está la Universidad San Martín, que acogía la población del centro, La Garita y El Cerezo.

Hubo otras experiencias como el Teatro Ariguaní, Los Fundadores, otro que quedaba en La Granja, recuerda una fuente consultada;  el teatro San Jorge, próximo a Cinco Esquinas, y al final el Cine Royal, frente al Banco de La Republica, punto en el que se anticipaba la muerte del cine por la irrupción de las películas por el Betamax; que luego revivió en salas, como el ave fénix, en el  Centro Comercial Guatapurí y los que le siguieron.

La proyección de cine y el quehacer teatral crecieron casi que a la par, siendo precedente el cine. El teatro se presentaba esporádicamente en el mismo local. Pero halló en la recién creada Casa de la Cultura,  fundada en 1968,  su primer escenario, cuando arribó a la ciudad el Teatro Popular de Bogotá, TPB, dirigido por Jorge Alí Triana.

Ese papel teatral de La Casa de la Cultura se fue extinguiendo, salvo las presentaciones de William Morón o de John Bolívar,   y el desarrollo de las artes escénicas era escaso,  el ejercicio de hacer teatro se llevaba a cabo en la UPC o en algunos colegios como el Instepecan bajo la dirección de Orlando Cantillo.

El teatro aquí tiene antecedentes con el profesor Dagoberto Fuentes, trabajador de la educación, a quien se atribuye el primer grupo de teatro en la ciudad.

Posteriormente se va a consolidar un movimiento artístico y cultural, bajo la dirección de Ricardo Palmera Pineda, que se destaca con el grupo de teatro el Candil donde se forma el maestro William Morón,  con aportes de estudiantes universitarios del interior del país, Chile y Argentina. El grupo se disuelve.

Se busca en la ciudad a alguien que se haga cargo de las artes escénicas. William Morón va a generar resistencia por ‘no tener diploma de bachiller’, pero el sentido común se impone y Morón logra buen reconocimiento. Mucha agua pasó por debajo del puente del río Guatapurí. Gente se fue y gente vino.

Queda el saldo de lo que el viento se llevó: el teatro y el cine, que tuvo su deriva en las telenovelas que se filmaron en la región  por los productores de los canales nacionales aprovechando el vallenato, el paso de Ciro Guerra y Cristina Gallego por la ciudad y los esfuerzos actuales de Ruben Casalins.

Antes se traía y producía buen teatro y la gente asistía. Maderos, que fue el renacimiento, se resiste a bajar el telón. Las salas de cine de los centros comerciales están solas y las buenas películas semanales que impulsó Carlos Liñán, en la Casa de La Cultura, por el coronavirus,  fueron suspendidas.

Editorial
30 mayo, 2020

La crisis del cine y el teatro en Valledupar

Históricamente en Valledupar los espacios dedicados al cine y al teatro tuvieron estrecha relación. A finales del siglo pasado, los vallenatos acudían a los teatros Avenida y Cesar; el primero atendía  los barrios populares del sur y occidente de la ciudad como Doce de Octubre, Simón Bolívar, Fundadores, ‘Las Tablitas’ o Primero de Mayo, San […]


Históricamente en Valledupar los espacios dedicados al cine y al teatro tuvieron estrecha relación. A finales del siglo pasado, los vallenatos acudían a los teatros Avenida y Cesar; el primero atendía  los barrios populares del sur y occidente de la ciudad como Doce de Octubre, Simón Bolívar, Fundadores, ‘Las Tablitas’ o Primero de Mayo, San Martín, Siete de Agosto, El Pupo; el segundo ubicado en el Centro Histórico de la ciudad, y de propiedad de la familia Baute, atendía el norte y parte del oriente, es decir, la clase media y alta.

Además, funcionaba el Teatro Caribe, propiedad de Marcos Barros, donde hoy está la Universidad San Martín, que acogía la población del centro, La Garita y El Cerezo.

Hubo otras experiencias como el Teatro Ariguaní, Los Fundadores, otro que quedaba en La Granja, recuerda una fuente consultada;  el teatro San Jorge, próximo a Cinco Esquinas, y al final el Cine Royal, frente al Banco de La Republica, punto en el que se anticipaba la muerte del cine por la irrupción de las películas por el Betamax; que luego revivió en salas, como el ave fénix, en el  Centro Comercial Guatapurí y los que le siguieron.

La proyección de cine y el quehacer teatral crecieron casi que a la par, siendo precedente el cine. El teatro se presentaba esporádicamente en el mismo local. Pero halló en la recién creada Casa de la Cultura,  fundada en 1968,  su primer escenario, cuando arribó a la ciudad el Teatro Popular de Bogotá, TPB, dirigido por Jorge Alí Triana.

Ese papel teatral de La Casa de la Cultura se fue extinguiendo, salvo las presentaciones de William Morón o de John Bolívar,   y el desarrollo de las artes escénicas era escaso,  el ejercicio de hacer teatro se llevaba a cabo en la UPC o en algunos colegios como el Instepecan bajo la dirección de Orlando Cantillo.

El teatro aquí tiene antecedentes con el profesor Dagoberto Fuentes, trabajador de la educación, a quien se atribuye el primer grupo de teatro en la ciudad.

Posteriormente se va a consolidar un movimiento artístico y cultural, bajo la dirección de Ricardo Palmera Pineda, que se destaca con el grupo de teatro el Candil donde se forma el maestro William Morón,  con aportes de estudiantes universitarios del interior del país, Chile y Argentina. El grupo se disuelve.

Se busca en la ciudad a alguien que se haga cargo de las artes escénicas. William Morón va a generar resistencia por ‘no tener diploma de bachiller’, pero el sentido común se impone y Morón logra buen reconocimiento. Mucha agua pasó por debajo del puente del río Guatapurí. Gente se fue y gente vino.

Queda el saldo de lo que el viento se llevó: el teatro y el cine, que tuvo su deriva en las telenovelas que se filmaron en la región  por los productores de los canales nacionales aprovechando el vallenato, el paso de Ciro Guerra y Cristina Gallego por la ciudad y los esfuerzos actuales de Ruben Casalins.

Antes se traía y producía buen teatro y la gente asistía. Maderos, que fue el renacimiento, se resiste a bajar el telón. Las salas de cine de los centros comerciales están solas y las buenas películas semanales que impulsó Carlos Liñán, en la Casa de La Cultura, por el coronavirus,  fueron suspendidas.