Muchas gracias a El Pilón por abrirme sus puertas nuevamente en un gesto generoso que mucho agradezco. Es así que hoy me reinicio como columnista esperando aportar mis puntos de vista para una sana controversia. Me produce desazón y hasta dolor cuando se me evidencia lo desorientados que andamos cuando ante una inatajable y necesaria […]
Muchas gracias a El Pilón por abrirme sus puertas nuevamente en un gesto generoso que mucho agradezco. Es así que hoy me reinicio como columnista esperando aportar mis puntos de vista para una sana controversia.
Me produce desazón y hasta dolor cuando se me evidencia lo desorientados que andamos cuando ante una inatajable y necesaria ola de cambios y no atinamos a concretar cuáles y en qué orden y grado deben producirse. Claramente no sabemos lo que queremos.
Por ejemplo, hay quienes creen que rebajándoles el sueldo a los congresistas o desmontando el ESMAD o haciendo concursos para integrar la terna para Fiscal General de la Nación, se salvó la patria y así y de variadas y numerosas formas más se pierde el tiempo en algo que si resultare necesario sería una simple consecuencia de las nuevas reglas que habrían de orientar el rumbo nacional. Nos estamos preocupando mucho por la especie, atractiva por lo mediática y descuidando el fondo.
Estamos tan despistados, incoherentes e inconsecuentes que me viene a la memoria el lema de campaña de un despistado candidato a la alcaldía municipal de un pequeño poblado de nuestro Macondo que pregonaba, “por el no pago de la deuda externa.”
Sí, eso es lo primero que hay que definir: qué ambicionamos, y la respuesta no es única y no debiera ser en caliente, que es cómo de ánimos nos encontramos en estos días. Hay que mirar hacia adentro del ser y también a nuestro lado, a quienes como uno hacen parte de una sociedad muy desigual y maltratada. Hay que tomar posiciones pero reflexivas, sin tinte extremista, definir si el estado debiera ser socialista o capitalista o una mezcla y las proporciones de ella y por ahora no hay que bajar al detalle de asuntos que pueden resultar sensibles pero que no tocan el fondo.
Quien no va a querer que se acabe la pobreza y el desempleo o que la educación sea pública y gratuita, que la salud, las pensiones y el manejo de las cesantías sean un servicio y no convertirlos en un vulgar negocio, que se elimine la corrupción, que el trasporte público sea digno y económico, y así una lista bien larga.
Tenemos sobre que construir en lo público y lo privado pero hay que cuidar que no se produzcan mezclas inconvenientes. Cada cosa en su lugar. La libre empresa debe ser una bandera pero lo social otra y de mucho peso. Jamás un negocio que se instale puede tener como insumo el detrimento de los derechos sociales.
Personalmente, le apuntaría a la reorganización del sistema nacional de salud, dejando las cosas buenas y eliminando las EPS que cuales grandes vampiros le han chupado la sangre a las IPS que son las que “cargan el muerto”. Los aportes de salud que hacemos los colombianos deben llegar clara y rápidamente a los entes asistenciales que hoy colapsan desfinanciados provocando desatención y muerte.
Asamblea Constituyente, no creo, allí está la Constitución de 1991 que es una verdadera “hamaca grande” y bajo cuyas normas debemos ampararnos para encontrar el camino.
Muchas gracias a El Pilón por abrirme sus puertas nuevamente en un gesto generoso que mucho agradezco. Es así que hoy me reinicio como columnista esperando aportar mis puntos de vista para una sana controversia. Me produce desazón y hasta dolor cuando se me evidencia lo desorientados que andamos cuando ante una inatajable y necesaria […]
Muchas gracias a El Pilón por abrirme sus puertas nuevamente en un gesto generoso que mucho agradezco. Es así que hoy me reinicio como columnista esperando aportar mis puntos de vista para una sana controversia.
Me produce desazón y hasta dolor cuando se me evidencia lo desorientados que andamos cuando ante una inatajable y necesaria ola de cambios y no atinamos a concretar cuáles y en qué orden y grado deben producirse. Claramente no sabemos lo que queremos.
Por ejemplo, hay quienes creen que rebajándoles el sueldo a los congresistas o desmontando el ESMAD o haciendo concursos para integrar la terna para Fiscal General de la Nación, se salvó la patria y así y de variadas y numerosas formas más se pierde el tiempo en algo que si resultare necesario sería una simple consecuencia de las nuevas reglas que habrían de orientar el rumbo nacional. Nos estamos preocupando mucho por la especie, atractiva por lo mediática y descuidando el fondo.
Estamos tan despistados, incoherentes e inconsecuentes que me viene a la memoria el lema de campaña de un despistado candidato a la alcaldía municipal de un pequeño poblado de nuestro Macondo que pregonaba, “por el no pago de la deuda externa.”
Sí, eso es lo primero que hay que definir: qué ambicionamos, y la respuesta no es única y no debiera ser en caliente, que es cómo de ánimos nos encontramos en estos días. Hay que mirar hacia adentro del ser y también a nuestro lado, a quienes como uno hacen parte de una sociedad muy desigual y maltratada. Hay que tomar posiciones pero reflexivas, sin tinte extremista, definir si el estado debiera ser socialista o capitalista o una mezcla y las proporciones de ella y por ahora no hay que bajar al detalle de asuntos que pueden resultar sensibles pero que no tocan el fondo.
Quien no va a querer que se acabe la pobreza y el desempleo o que la educación sea pública y gratuita, que la salud, las pensiones y el manejo de las cesantías sean un servicio y no convertirlos en un vulgar negocio, que se elimine la corrupción, que el trasporte público sea digno y económico, y así una lista bien larga.
Tenemos sobre que construir en lo público y lo privado pero hay que cuidar que no se produzcan mezclas inconvenientes. Cada cosa en su lugar. La libre empresa debe ser una bandera pero lo social otra y de mucho peso. Jamás un negocio que se instale puede tener como insumo el detrimento de los derechos sociales.
Personalmente, le apuntaría a la reorganización del sistema nacional de salud, dejando las cosas buenas y eliminando las EPS que cuales grandes vampiros le han chupado la sangre a las IPS que son las que “cargan el muerto”. Los aportes de salud que hacemos los colombianos deben llegar clara y rápidamente a los entes asistenciales que hoy colapsan desfinanciados provocando desatención y muerte.
Asamblea Constituyente, no creo, allí está la Constitución de 1991 que es una verdadera “hamaca grande” y bajo cuyas normas debemos ampararnos para encontrar el camino.